Lemebel   7 puntos

Chile/Colombia, 2019.

Dirección y guion:  Joanna Reposi Garibaldi.

Duración: 96 minutos.

Estreno en iTunes y Google Play

Las diapositivas se proyectan una tras otra sobre la pared blanca. Son fotos del pasado, el resumen de una vida a punto de extinguirse a raíz de un cáncer terminal. Quien observa esas diapositivas es su propio protagonista, el escritor y multifacético artista Pedro Lemebel, uno de los grandes referentes de la lucha por los derechos de los homosexuales y las minorías en Chile y en toda América Latina. Alguien que en realidad no se apellidaba así sino Cardones, nombre que luego desecharía por ser “demasiado masculino”. Lemebel, en cambio, era el apellido de su madre, que a su vez lo había inventado su abuela cuando, huyendo de su abuelo, decidió que debía adoptar una nueva identidad. Los espectros de ambas mujeres son dos fantasmas que sobrevuelan este relato crepuscular, un registro íntimo de un hombre que, habiendo vivido todo lo que podía vivir, empieza a mirar hacia atrás para reflexionar sobre el camino recorrido. Un camino que es también el de todo un colectivo.

“Me dijiste que te filmara todo el tiempo, que no dejara de hacerlo. Te llevé rosas rojas al hospital, tus favoritas. Fue la última vez que te vi”. Las palabras en off elegidas por la directora Joanna Reposi Garibaldi para sonorizar una de las primeras secuencias de Lemebel –que se estrenó en la Berlinale del año pasado y luego fue parte de la Competencia Latinoamericana del Festival de Mar del Plata– dicen mucho más de lo que aparentan. Dicen, primero, que el proyecto fue una idea del propio Lemebel presentada a Reposi en 2007, cuando el cáncer ni siquiera era una posibilidad y, por lo tanto, la película iba a ser algo distinto. Dicen también que la relación entre ambos trascendió ampliamente los límites de lo profesional para convertirse en una amistad. Y dicen algo que no por conocido resulta menos condicionante para entender el espíritu que sobrevuela esta elegía con forma de documental: Lemebel murió en enero de 2015 en Santiago de Chile, misma ciudad donde había nacido 53 años antes. Es, junto a su madre y abuela, la tercera punta del triángulo de fantasmas.

Reposi Garibaldi cumplió al pie de la letra eso de filmar todo el tiempo, pegándose a su protagonista durante las visitas al hospital y otras tantas actividades vinculadas con el quehacer artístico. Este hombre que hoy lee sus textos con voz de ultratumba ante auditorios repletos es el mismo que supo usar su cuerpo un ariete para pegarle al conservadurismo chileno donde más le duele. Como cuando fue al programa De pe a pa y en pleno primetime, ante la atónita mirada del conductor Pedro Carcuro, enlistó no menos de un centenar de sinónimos de homosexual. Lemebel llevó su arte –su discurso artístico– fronteras afuera, siempre con connotaciones fuertemente políticas: así como alguna vez Marta Minujín le pagó a Andy Warhol la deuda externa argentina con choclos, Lemebel viajó a una de las marchas LGBTQ en Stonewall –un lugar neoyorquino signado por la represión policial contra esa comunidad en 1969- con una corona de jeringas para “devolver” el sida a Estados Unidos.

La película recupera aquéllas y otras anécdotas mediante videos de archivo, como por ejemplo uno valiosísimo en la que un joven Pedro habla sobre el colectivo artístico “Las yeguas del apocalipsis”. El único rostro del presente es el de Lemebel, en tanto las voces de sus hermanos y amigos se ilustran con fotos viejas proyectadas en el balcón o en las fachadas de edificios santiaguinos. La proyección, entonces, como una recurrencia en esa casa con ambientes en penumbras cuyas sombras dibujan los contornos de ese hombre cubierto con un pañuelo en la cabeza. Un hombre que elige despedirse mediante fotos, como si a través ellas pudiera concretar la utopía de detener el tiempo de una vida que se escurre entre los dedos.