En los 80, Mabel Bellucci fue una feminista en busca de una radicalidad mucho mayor a la que podía ofrecerle entonces el movimiento de mujeres. Así es que con la vuelta de la democracia encontró una línea de fuga a través de la comunidad lgbt, que todavía no tenía ese nombre. “Venía de un espacio tan mojigato como era el feminismo mujeril, clasemediero. Me resultaba hostil ese mundo de privilegios. Cuando me empapo de las ‘ondas descontracturadas’ de Paraná, el departamento donde operaba la Comunidad Homosexual Argentina, me empiezo a preguntar ¿qué es esto? ¿de dónde salió tanto liberacionismo? De los gays aprendí a relacionarme amorosamente: cero cortejo y relaciones sexuales directas, sin que haya de por medio necesariamente un halo de amor romántico”, recuerda.

En los 90, Bellucci, que firma a veces como La Virgen Roja en homenaje a la anarquista de la Comuna de París, formó parte de Democracia Avanzada, una coalición política que en pleno clímax de las relaciones carnales del memismo con el Vaticano se atrevía a romper el hielo hablando de aborto, sida y discriminación por orientación sexual y que, como era de prever, perdió por goleada contra el FREPASO y la figura de Chacho Álvarez. A principios de la década del 2000, Bellucci fue una asambleísta barrial entusiasta y sobre todo anti-aparato. Mitad intelectual, mitad activista: ensayista abortera, investigadora anfibia, periodista y ahora cofudadora del portal de historia y variedades queer Moléculas Malucas , Mabel Bellucci se mueve con un radar que apunta siempre un paso adelante.

EL PUTO INOLVIDABLE

¿Qué tiene que ver la lucha por la interrupción voluntaria del embarazo con reclamar el fin de las redadas en los bares gay? ¿Por qué las lesbianas no son mujeres? ¿Por qué las travestis son las piqueteras del movimiento lgbti? ¿Por qué para muchos historiadores la comunidad gay era mayormente alfonsinista y cuánto tardó en ver que la primavera no florecería para todxs? ¿Por qué Ilse Fuskova es la Victoria Ocampo del lesbofeminismo? Esas y muchas otras preguntas se responden en Orgullo, el libro relanzado hace pocos días por la editorial Final Abierto, originalmente publicado por Emecé hace diez años. Orgullo es un rescate exhaustivo de personajes, tensiones y anécdotas de la gesta del activismo argentino en los 80 y los 90.

Entrevistaste a medio mundo para escribir el libro y al mismo tiempo vos misma sos protagonista de esta historia. ¿Conocer Jáuregui te lleva a convertirte en feminista queer?

No fuimos amigos, pero activar con Jáuregui me abre completamente la cabeza. Me desprendo de ese feminismo de regalías. Eso me ayuda para levantar el reclamo del aborto voluntario desde otros lugares, tal cual lo vengo haciendo desde hace años con el movimiento de masculinidades trans y no binaries. Incorporo categorías como la noción cis. Al mismo tiempo, en otros espacios se discute en torno a la heterosexualidad como régimen político. La heterosexualidad como régimen es violenta al ser impuesta: son las masculinidades heterosexuales las que cometen feminicidios, matan travestis, persiguen a maricas, putos, trans y lo siguen haciendo. Leyendo a Monique Wittig entendí cuáles eran mis malestares. Yo me identifico con el lesbofeminismo, pero tampoco me consideraban una par, era más que nada un acompañamiento político. Conocer a Jáuregui me flexibiliza totalmente.

Es interesante ver las estrategias de Jáuregui para tejer con los partidos. Podía tomar un café con Graciela Fernández Meijide y después con un referente trotskista. Lo llamás “entrismo gay”...

Con la recuperación de la democracia los organismos de Derechos Humanos tomaron un lugar protagónico. Son ellos los que irán diseñando la política en los 80. Pero todavía la vitalidad del aparato represivo heredado y la participación de sectores de ultraderecha provoca un clima de intimidación permanente. Llevan adelante una gran persecución que incluye allanamientos, detenciones, razias. Un eje de la época es la denuncia de los códigos contravencionales y la Ley de Antecedentes que atenta a los encuentros de maricas y de travestis. Frente a ello, los dispositivos de comunicación contraculturales promueven aggiornarse a las nuevas necesidades. El interés de Carlos está puesto en dialogar con los partidos políticos de centro izquierda y de izquierda revolucionaria. Por ejemplo, con el Movimiento Al Socialismo. Su referente, Luis Zamora, los acompaña desde el primer momento. Jáuregui comienza desde un tímido acercamiento a la corriente Alternativa Socialista por la Liberación Sexual dentro del MAS, en 1984, algo muy poco frecuente en ese entonces.

¿Cuánto tarda en lograr que se reconozcan sus reivindicaciones como Derechos Humanos?

Son épocas que, para la gente de los organismos, lxs integrantes de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) representan “extraterrestres” e, incluso, se incomodan ante su participación en espacios comunes. Uno de los motivos de ser impugnados es su relación con la supuesta promiscuidad sexual de los gays frente al contagio del HIV. El movimiento Judío de Derechos Humanos va a ser el primero en protegerlos. Y con ellxs la CHA se moviliza en una masiva marcha, el 24 de marzo de 1985. Pero son excepciones.

No le va bien con las Madres de Plaza de Mayo…

Jáuregui admiraba a Hebe de Bonafini pero ella nunca accedió a incorporar a la homosexualidad masculina en su agenda. Hacia 1993, sí se produce el encuentro con Nora Cortiñas, integrante de Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora y, antes, se había dado con Laura Bonaparte. Ella tiene un lugar destacado por su temprano apoyo a las demandas homosexuales, desde su experiencia feminista y socialista en el exilio mexicano. Con fineza de pensamiento, Laura es la primera dentro de las Madres en incorporar al aborto voluntario como parte de los Derechos Humanos junto a la homosexualidad.

¿Por qué costaba tanto también hacer alianzas entre el joven activismo gay y los feminismos?

El feminismo de los inicios de los ochenta es básicamente heterosexual, blanco, universitario, mujeril y separatista. Cuando algunos varones homosexuales intentan acercarse a las movilizaciones del 8 de marzo son rechazados. Carlos intenta replicar en Buenos Aires la tentativa de diálogo que él vivió en París y en Nueva York, en 1981, entre el movimiento homosexual, el feminismo y el trotskismo. Existe en Argentina la experiencia en los 70 del Grupo de Política Sexual, una coalición fugaz entre feministas y homosexuales durante el clima revolucionario. El Frente de Liberación Homosexual se vincula con ciertas militantes de la Unión Feminista Argentina y del Movimiento de Liberación Feminista. Un ensayo insólito en ese contexto de toma del poder a través de las armas. Carlos y su grupo más íntimo arman alianzas con, por ejemplo, la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, al Centro de Estudios Legales y Sociales.

INTRUSXS EN EL ESPECTÁCULO

En los tempranos 90 el coming out aparecía como un acto nuclear de la militancia, pero ese dar la cara podía significar también poner la mejilla como un punching ball. Si se decidía hacerlo por TV, había que entrenar los reflejos para esquivar la injuria con elegancia. Tal como lo hacen Alejandra Sardá, Ilse Fuskova y el mismo Jáuregui, la tarde de 1993 por ATC en la que un Mauro Viale con hombreras organiza un micrófono abierto para que la audiencia pudiera preguntar “de qué se trata”. Entre los llamados aparecieron las asociaciones de rigor para la época de la disidencia sexual con la enfermedad, el pecado y hasta el asco. A partir de episodios como esos Jáuregui y Fuskova se volvieron figuras recurrentes en los programas de la hora de la siesta. Para lograr la masividad tan deseada valía pagar el precio del sensacionalismo. Recuerda Bellucci: “el diario y el canal Crónica, siguen de muy cerca la trayectoria del movimiento gay (no así del lésbico). Están en los programas de Viale y de Chiche Gelblung. Carlos y Marcelo Ferreyra siempre van junto a otras figuras. Incorporan a Ilse Fuskova, a Alejandra Sardá, a Fabi Tron, a María Rachid, a María Luisa Peralta y a activistas travestis. Las ayudan a encontrarse con la dinámica mediática”.

¿Cómo marcó en los 80 otra pandemia, la del sida, las formas de instalarse en lo público?

En torno al sida hubo dos corrientes básicas. Carlos corre con el “negacionismo”. No incorpora en su discurso lo que implica una pandemia de esas características. Eso lo hace Roby, su hermano, que lleva adelante una gran campaña con una fuerte incidencia en el movimiento gay. Luego Roby constituye la Fundación Huésped. Será una figura reconocida y le delega su agenda de medios masivos a Carlos al morir.

¿Por qué el feminismo en los primeros años de la apertura democrática tal vez discutía el aborto puertas adentro pero no como reivindicación?

Ese feminismo hegemónico insta por ingresar rápidamente a las instituciones y la academia, entonces, traza una política pública de “emprolijamiento” que las lleva a tomar posiciones lesbofóbicas, punitivistas, omisión del aborto voluntario y de la pornografía. En 1983 se crea Lugar de Mujer, en pleno centro de Buenos Aires, una casa de orientación feminista, autogestionada. Había una amplia circulación de referencias, activismos e intelectuales feministas nacionales e internacionales.

El movimiento lésbico en Argentina en su surgimiento no encuentra del todo un lugar en el movimiento gay ni en los feminismos…

Lugar de Mujer no disponían espacio para sus reuniones y deben usar la cocina para juntarse. En 1988, se crea el Grupo Autogestivo de Lesbianas con su revista Codo a Codo. Sus integrantes provienen de una militancia de izquierda, del peronismo de izquierda y del Partido Comunista o del trotskismo. No solo quieren transmitir un mensaje político sino también la alegría de ser libres, dejando atrás la cuestión de tener que ocultarse. Aparte está el colectivo y su publicación, Cuadernos de Existencia Lesbiana, sostenido por Fuskova y de Adriana Carrasco. La revista sale como fanzine para el 8 de marzo de 1987. Su objetivo es recabar material a partir de los testimonios en los grupos de discusión relacionados con sexualidad e identidad. Ambos grupos quieren favorecer la toma de conciencia de la situación de opresión como mujeres y de marginación como lesbianas. Al final, por hostilidades con las feministas heterosexuales en Lugar de Mujer, se terminan retirando. Aparece también el Primer Taller de Reflexión Lesbiana. Lo lanzan en la VI Jornada Anual de ATEM - 25 de noviembre, en 1986, bajo la coordinación de Fuskova y Carrasco.

También dentro de la CHA accionan un grupo de mujeres que no se identifican como lesbianas sino como mujeres homosexuales.

Que, por cierto, son rechazadas por los propios feminismos por estar en una organización mixta.

¿Y cómo se da el vínculo entre Jáuregui y el activismo lésbico?

Hacia principios de los noventa, Carlos se contacta con Ilse y Claudina Marek, su compañera de vida y activismos durante 20 años. Ilse se ocupa con fervor en la búsqueda de escritos de autoras prestigiosas. Trae lecturas de Alemania y Estados Unidos, las traduce y las socializa con gays y lesbianas. Luego, "les toma pruebas" para saber si van incorporando las premisas fundantes del lesbofeminismo. Entonces Carlos y su grupo más íntimo apuestan a sumergirse en lecturas feministas, en especial de cuño lésbico, además por el buen tino de la orientación que les brinda Laura Bonaparte, también.

¿Cuándo entran en esta historia las travestis?

Lo que hace Carlos con las travestis es ayudarlas a organizarse. No las incorpora a Gays DC, las ayuda a que armen su propio movimiento. Visto desde hoy emprender un colectivo para que sea independiente de tus modos, de tus deseos, parece imposible. Hoy lo que reina es el tutelaje de aquello que se organiza . Jáuregui era un referente que no quería ser líder. Sin mañas de manipulación. Ese movimiento blanco, de clase media e ilustradxs, como era el de gays y lesbianas implosiona cuando se suman las travestis, que vienen de los sectores populares y que rompen con el binarismo sexo-genérico desde su marginación a extremos de desclasamientos inimaginables.