Un hombre le pregunta a su sastre cómo es posible que tarde siete semanas en confeccionar un traje si Dios fue capaz de crear el mundo en siete días, a lo que el sastre responde: “Tiene razón, pero mire cómo quedó el traje y mire cómo está el mundo”. El chiste tiene alcance universal y aparece en Las variaciones Goldberg, pieza de George Tabori estrenada en el Teatro San Martín en 2003, con dirección de Roberto Villanueva y protagónicos de Alfredo Alcón y Fabián Vena, que el Complejo Teatral de Buenos Aires subirá a su web y a la plataforma Cultura en Casa el sábado 1º de agosto a las 20.

La inserción de ese chiste junto a referencias bíblicas o nietzscheanas es un buen ejemplo de los procedimientos de Tabori, capaz de condensar lo sagrado y lo profano en una misma línea, o comparar a Dios con un director de teatro. En su dramaturgia conviven lo sublime, la tragedia, la farsa y lo escatológico. Las variaciones Goldberg narra el desafío de Mr. Jay (Alcón), un director que debe montar una obra cuyo libreto es la Biblia. Junto a Goldberg (Vena), su asistente judío, tendrá que representar la Creación desde el “hágase la luz” hasta la crucifixión. Hace poco se subió a esta plataforma otra obra de Tabori en el mismo registro, Mein Kampf, farsa, dirigida por Jorge Lavelli con protagónico de Alejandro Urdapilleta.

Tabori nació en Hungría en 1914, en una familia judía de la alta burguesía; se desarrolló como periodista hasta el surgimiento del nazismo y luego debió exiliarse en Londres, donde adoptó la nacionalidad británica y trabajó para el servicio secreto. Su padre –también periodista– fue asesinado por el régimen nazi y él decidió viajar a Hollywood; allí conoció a Thomas Mann y Bertolt Brecht, escribió guiones para Alfred Hitchcock y también estuvo en las listas negras del macartismo. Parte de ese historial de persecuciones aparece en su obra a través de un humor sórdido enmarcado en la farsa trágica.

En una entrevista de 2003, Alcón decía: “Tabori utiliza por momentos un humor muy tonto propio del chiste barato, como Shakespeare en algunas obras. Me gusta esa mezcla porque nosotros somos y vivimos así, entre la escatología y el deseo de ser sublimes”. En diálogo con Página/12, Fabián Vena recuerda esa frase y señala: “En sus entrevistas Alfredo era un gran generador de titulares inteligentes. Como buen actor, tenía algo espectacular que era su intento por no repetirse, entonces te entregaba esas frases. La farsa trágica es un género que los actores argentinos desconocemos por completo; manejamos muy bien el naturalismo o el realismo y tenemos referencias del circo criollo o el grotesco, pero sabemos muy poco de tragedia o farsa. Es un registro muy difícil de hacer. Recuerdo que tiempo después, en los ensayos de La resistible ascensión de Arturo Ui, Robert Sturua me decía que si aprendía este género iba a poder hacer todo lo demás con mucha facilidad, y pude corroborarlo”.

Vena cuenta que las primeras imágenes de aquella experiencia en la sala Martín Coronado están muy vivas porque significó un momento glorioso en su profesión. “Me formaron para estos teatros y estos textos. Como actor argentino tuve una formación muy realista y acercarse a los clásicos supone siempre un desafío muy grande”. También viene a su memoria la etapa de formación y el momento en el que con 17 años recorría los pasillos del San Martín, miraba la programación y se preguntaba si alguna vez el destino iba a ubicarlo en ese lugar. Cuando se le consulta por la experiencia de haber trabajado con Villanueva y Alcón, confiesa: “Tuve una excelente relación con ambos a nivel humano y artístico. Los dos estaban muy convencidos de que yo tenía que interpretar ese personaje, son cosas que a los actores nos pasan muchas veces: los demás piensan por uno lo que a uno ni siquiera se le hubiese ocurrido llevar a cabo”.

Un escenario vacío en el primer día de ensayo, el director, su asistente y un puñado de actores que repasan escenas. El relato es nada más y nada menos que la Creación, y de fondo se cuelan fragmentos de “Las variaciones Goldberg” de Bach, interpretados por el pianista Glenn Gould. Esa atmósfera habilita la metáfora: el teatro como la vida, la vida como el teatro, dirigir una puesta y crear el mundo. Mr. Jay sentencia: “En el teatro como en el amor, no hay nada como la primera vez” o “en el teatro como en el amor, no hay que agradecer ni pedir perdón”. Y un personaje secundario declara: “El teatro es el hombre, no la técnica”.

Desde el inicio de la cuarentena se generó un debate en torno al acontecimiento teatral y la necesidad de aproximarse a él a través de la virtualidad. Vena asegura que disfruta encontrarse con espectáculos que no pudo ver en su momento o recordar aquellos a los que sí asistió, y cuenta que cada tanto regresa a alguna escena de El niño argentino para poder disfrutar los detalles. Aún así, aclara: “Por supuesto estamos hablando de actuación, no de teatro. El teatro es un espacio común, una comunión entre personas, un ámbito donde todos a la vez nos arrojamos al vacío de la imaginación y las emociones”.

Con respecto al momento actual, Vena explica que “como actor es terrible porque estoy muy quieto; el cuerpo, la mente y la voz están encerrados. Supongo que tendremos que hacer alineación y balanceo, pero estoy convencido de que esto es como andar en bicicleta”. Hace cinco años se dedica a la docencia y a la dirección, lo cual le permite estar conectado al oficio las 24 horas. Pero como gestor de Poncho Club Cultural admite que es más difícil: “Las salas independientes están en un riesgo absoluto, haciendo equilibrio. Por supuesto estoy convencido de que todo va a pasar, pero todavía no me lo puedo imaginar porque estamos demasiado metidos en estas circunstancias”.

* Las variaciones Goldberg podrá verse a partir del sábado 1º de agosto a las 20 a través de https://www.buenosaires.gob.ar/culturaencasa .