Es mundialmente conocido que el agua es vital para el desarrollo de la vida humana. Esta debe ajustarse a regulaciones establecidas por diferentes organizaciones, aunque  los límites obligatorios y recomendados no siempre se respetan. El Centro Universitario en Estudios Medioambientales, radicado en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Rosario, analiza constantemente muestras de agua de distintos puntos para comprobar su calidad, y desarrolla además un método gráfico e intuitivo para informar a la población sobre los resultados. El proyecto es llevado a cabo por el director del Centro, Alfredo Rigalli, la vicedirectora, Maela Lupo y la estudiante de Medicina, Melina Neira.

Rigalli trabaja hace más de 35 años en la Universidad y desde el vamos se enfocó en estudiar una sustancia que se denomina fluoruro, acepción que en la actualidad es más o menos conocida porque está presente en los dentífricos. “En esa época se intentaba utilizar para el tratamiento de la osteoporosis. Después de un tiempo no sólo me di cuenta que no servía para eso sino que era un tóxico bastante importante”, cuenta. Este descubrimiento lo obligó a cambiar la orientación farmacológica y lo llevó a estudiar los efectos tóxicos de la sustancia. “Hay muchos investigadores en el mundo que analizan cómo neutralizar sus efectos, pero nosotros decidimos mirar la situación de otro lado, buscando evitar el consumo por parte de las personas. Es ahí donde empezamos a realizar minuciosos análisis del agua”.

Es así que los especialistas comenzaron a estudiar el agua de distintos lugares para conocer si era saludable. “El objetivo es informar sobre la calidad del agua que se está consumiendo, y en la mayoría de los casos, los estudios los hacemos gratuitamente o a muy bajo costo, dependiendo del tipo de trabajo y la rapidez”.

Los investigadores reciben una muestra del agua y, luego de aplicar los análisis correspondientes, le entregan a la persona interesada los resultados en un informe detallado. “Les entregamos todas las mediciones que le hicimos al agua aportada. En una columna colocamos los valores de los distintos componentes de la muestra y en otra los máximos aceptados. Buscamos que quien recibe el informe pueda comprenderlo y no se quede con ninguna duda”, describe Rigalli.

No todos los componentes tienen la misma importancia a la hora de determinar la potabilidad del agua, pero Rigalli explica que hay que poner especial atención en algunos en particular, como los valores de fluoruro y arsénico. “A estos, la Organización Mundial de la Salud los eligió como los más tóxicos que puede haber en el agua. El problema es que no son detectables simplemente con probar el agua, porque no tienen ningún sabor en especial. Si mientras estamos realizando el análisis observamos una concentración mayor de estos componentes, le avisamos al instante a la persona aunque todavía no esté finalizado”, explica sobre el método para alertar a quienes consultan de forma rápida.

No todos los componentes tienen la misma importancia a la hora de determinar la potabilidad del agua, pero Rigalli explica que hay que poner especial atención en algunos en particular, como los valores de fluoruro y arsénico.

Otros compuestos con los que hay que tener cuidado son los nitratos y nitritos, que al consumirse en una cantidad elevada pueden producir defectos a la hora del transporte de oxígeno a la sangre, ya que afecta a la hemoglobina y puede inhibir ciertos procesos en las tiroides. Habitualmente estos se asocian a contaminaciones en el agua producidas en pozos ciegos.

Teniendo en cuenta la extensa base de datos construida, que supera las 400 muestras, el equipo aplica una estrategia de análisis de los componentes principales, mejor conocida como PCA, la cual permite delimitar en un plano donde estarían las aguas de mala calidad. “Estamos diseñando un mapa para incorporarlo al informe donde mostramos con puntos negros donde están las aguas potables y donde no, ubicando en él la muestra entregada. Otro elemento que queremos incorporar es un sistema de colores al estilo del semáforo. Son sólo algunas de las tantas opciones que estamos desarrollando para facilitar y simplificar la comprensión del informe. Sabemos que tantos valores pueden confundir a una persona que no esté especializada en el tema y lo que buscamos juntamente es que todos puedan acceder a esta información”.

Un servicio para la comunidad

Los especialistas reciben muestras directamente en la Facultad de Ciencias Médicas, donde se encuentra el Centro Universitario de Estudios Medioambientales. “Hacemos todos los análisis que podemos en forma gratuita y en algunos casos pedimos una mínima colaboración para costear los insumos utilizados. La idea es poder aumentar el número de muestras analizadas. Siempre me gusta dejar en claro que es totalmente voluntario y que sirve para seguir optimizando el estudio”.

Hay distintos tipos de análisis, que dependiendo de la profundidad, tienen distintos tiempos de desarrollo: desde 8 horas hasta un mes. “Cuando la situación no apremia, el estudio que lleva treinta días es el más optimo ya que nos da tiempo de trabajo y además reduce considerablemente los costos del mismo. Pero cada análisis depende de las urgencias y de los costos disponibles. También depende de la zona de donde provenga la muestra, ya que si intuimos que hay altas posibilidades de que esté contaminada es necesario agilizar los tiempos para evitar que se siga consumiendo”, puntualiza el investigador. 

Asimismo, Rigalli subrayó la labor de Melina Neira dentro del proyecto. “Que los estudiantes se involucren es muy importante porque además le da una visión renovada a lo que venimos haciendo. Tratamos de reconocer lo máximo posible a cada uno de los miembros del equipo, y en especial a los estudiantes, porque trabajan con mucho compromiso dentro del laboratorio. Sin su aporte sería imposible llevar adelante estos análisis”. Las vías de comunicación disponibles son la fanpage de Facebook: Centro Universitario de Estudios Medioambientales, la cuenta de Instagram CUEM y el correo electrónico: [email protected]

Derribando mitos

Los investigadores no sólo cuentan con muestras locales, sino de muchos rincones del país. Incluso, también poseen de algunos lugares del exterior, aportadas por estudiantes que han viajado. El mayor porcentaje de las muestras corresponden a las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y La Pampa. El objetivo es realizar un muestreo completo acerca de qué se consume verdaderamente.

"Veo muchas veces en el supermercado un porcentaje elevado de personas llevando agua mineral, cuando en realidad ese producto tiene más concentración de sustancias que la que tiene el agua de Rosario". 

Otro tema de sumo interés para Rigalli son los motivos que llevan una persona a cambiar su patrón de consumo de agua. “Veo muchas veces en el supermercado un porcentaje elevado de personas llevando agua mineral, cuando en realidad ese producto tiene más concentración de sustancias que la que tiene el agua de Rosario. Muchas veces se cree que el agua de acá es de mala calidad, pero en realidad es una de las más limpias. Tiene muy pocas sustancias y de las que son tóxicas, no tiene nada”.

Es así que tener una gran medición y entender el patrón de comportamiento son dos temáticas que van ineludiblemente de la mano. “Hace tiempo hicimos una breve encuesta y nos sorprendimos por los resultados. Encontramos a personas que dejan de tomar el agua de la canilla porque un allegado le dijo que era tóxica cuando en realidad no es así. Se maneja mucho el boca en boca y se asume como verdad absoluta. Rosario tiene una excelente calidad de agua potable y es un bien muy preciado para la región.”