Cuarenteños y cuarencianas; niños envueltos en excusas de adultos para salir, mascotas inexistentes pero imaginadas; parejas que, luego de cuatro meses de simbiosis, se preguntan qué han hecho para merecer esto; solos, solas y soles; netflitólogos que ya se imaginan coprotagonizando una temporada más de la serie con la que se hartan a diario; soñadoris que se prometen una cena de amor en 2024; clientes de páginas de encuentros que les piden a sus posibles citas una foto de elles pero de dentro de cinco años; nuevos especialistas en cetáceos en celo, estalactitas, comportamiento de los osos hormigueros en cautiverio, las mil maneras de cocinar garbanzos, el uso del eneldo para seducir, y otros conocimientos adquiribles vía wifi; creyentos en cualquier cosa o en ninguna: todes ustedes circulan por mis pensamientos, siguiendo los protocolos adecuados.

Una noticia conmovió mi rutina hogareña: resulta que, por segunda vez desde el inicio de la cuarentena, un expresidente y actual sospechoso de tantas causas como figuras tiene el Código Penal, menos dos –más algunas que no están pero podrían–, se autoexportó más allá de nuestras cerradas fronteras, aduciendo motivos impostergados ad hoc.

Como sabemos que sus tareas y conocimientos (cierre de pymes, despidos, recesión, inflación, fuga de capitales, persecución a opositores, uso excesivo de reposeras) están, digamos, en las antípodas de las que los protocolos señalan como "esenciales" durante esta pandemia, no podemos dejar de preguntarnos cuál fue la causa, motivo, razón o circunstancia (gracias, profesor Jirafales) que lo llevó a acometer semejante exabrupto.

Exhibirse cual Vito Dumas o Phileas Fogg (el de Julio Verne) mientras sus conciudadanos apenas si practican "la vuelta al living en más de 80 días” (no solo por individuales temores morbilíneos, sino también con un criterio colectivo de aislar al virus de nuestras pesadillas) es, cuando menos, una muestra de egoísmo tan solo comparable a alguno de sus actos de gobierno, y probablemente le hagan perder el nanocrédito político que le queda, sin posibilidad de que el FMI le preste más.

Para decirlo de una: es muy antipático y egoísta irse de viaje porque se le cantan las mandarinas, mientras los demás nos cuidamos y no podemos salir.

Ya nos había sorprendido, hace poco, con sus andanzas guaraníes, igualmente "impostergables", tanto como pueden serlo una reunión con un viejo amigo o algún tema de fútbol, en medio de una pandemia.

Pero esta vez fue más lejos, y con toda la familia: a Francia, y de allí, a Suiza. Y como ya tenemos la experiencia de que prácticamente todo lo que hace nos abulta los números en la columna de “Deudor" y en la de “Daños”, no podemos dejar de preguntarnos por esta novedad novedosa:

*Si se tratara de un viaje de rencuentro familiar, el destino hubiera sido “la Italia de los ancestros” o “la Panamá de sus queridos billetes”. Pero no.

*Si se tratara de un viaje romántico, de la búsqueda apasionada y reparatoria de un amor interrumpido, el destino razonable, sí, era Francia, la tierra de su amada Christine, pero ¿qué sentido tendría hacer semejante viaje con su esposa legítima y su hija?

*Dado que la partida fue casi de incógnito y en el mayor de los sigilos posibles, podríamos pensar que se trata de una misión secreta, que es el agente “0-0-Pobreza, con Licencia para Fugar”. Pero si de eso se tratara, cualquier agencia que se precie de tal ya lo hubiera despedido sin indemnización, por inepto, ya que los únicos que no se enteraron de su viaje fueron sus medios amigos (al menos, no lo mencionaron).

*Si se tratara de un viaje para representar a nuestro país en algún acto histórico, deberíamos recordarle que su mandato finalizó el 10 de diciembre de 2019, y que en esos cuatro años tuvo oportunidad más que suficiente –y la supo aprovechar– de que el mundo entero se maravillase, o quizás se sorprendiese o, para ser más realistas, se diera la cabeza contra la pared por la decisión electoral de los argentinos en 2015.

*También podemos pensar que se haya ido para que la gente notase su ausencia y reclamase con urgencia su regreso. Es posible que esto ocurra, pero no a manos de una muchedumbre políticamente emocionada, sino de personas que lo requieran, judicialmente ansiosas.

*Y, siguiendo esta línea, llegamos a Suiza, país que, según se rumorea, no tiene tratado de extradición con la Argentina. ¿Será que, además de sentirse con “impunidad biológica” ante la "gripecinha", fue allí para evitar el “aislamiento individual preventivo, obligatorio y penitenciario” que algún epidemiólogo judicial podría imponerle? Como tantas otras cosas, no lo sabemos.

Sugerimos aquí la escucha del micro “El Pelado Pepe: El Gato en Francia”, donde este personaje, creado, producido e interpretado por RS Positivo (Rudy-Sanz) nos da su parecer sobre los hechos.

Hagan clic en el link aquí presente, y si gustan, pueden además conocer el sitio de Instagram de los autores en cuestión.

Hasta la que viene.