Esta vez “contra la reforma judicial” como nueva consigna pero con el mismo odio, los mismos discursos arrebatados y el mismo rechazo a los gobiernos populares que se repiten desde las marchas “del campo” del lejano 2008, cientos de personas salieron con banderas argentinas y a bocinazo limpio a manifestarse alrededor del Obelisco y frente a la quinta de Olivos, como parte de una protesta convocada en todo el país. El dato cada vez más notorio de las aglomeraciones fogoneadas desde las redes sociales, que esta vez no incluyeron los tradicionales puntos de encuentro de cacerolas en barrios de clase media, es ya no el desprecio a la cuarentena para evitar el colapso del sistema sanitario sino la disminución de sus participantes, a quienes ignoran todos los dirigentes políticos con responsabilidades de gestión.

Apenas el presidente Alberto Fernández terminó de anunciar el miércoles el proyecto que deberá tratar el Congreso, algunos dirigentes de Juntos por el Cambio y los medios que los guían se apuraron a expresar su rechazo, que esa noche se tradujo en ruido de ollas en algunos barrios porteños. “La reforma judicial puede esperar, la economía y la seguridad no”, escribió el diputado Cristian Ritondo, del PRO. El radical Luis Petri alertó que la reforma “busca consagrar la impunidad de la vicepresidenta” además de “controlar y administrar la Justicia a demanda de las necesidades del Gobierno”.

Fogoneada desde algunos medios, la convocatoria a movilizarse circuló desde el jueves en las redes sociales, con los hashtags #1AYoVoy y #1ASalimosTodos. 48 horas después, sólo marginales de los principales espacios opositores, como el twittero y diputado Fernando Iglesias, llamaban a “acompañar a miles de mis conciudadanos” en “el banderazo y cacerolazo contra la reforma judicial y el plan de impunidad”.

Los discursos de los manifestantes que se escucharon este sábado fueron un calco de los de marchas anteriores, con la novedad de la “reforma judicial” que cada cual parece leer a gusto, ignorando que aún si el Congreso la aprobara mañana todas las causas en curso seguirían en manos de sus jueces naturales.

-- ¿No sabés por qué estoy acá? ¿Somos estúpidos? ¡Por la justicia! No me hagas hablar --repelía a los cronistas un símil Violencia Ribas frente a la quinta presidencial, en Olivos.

-- Por la reforma judicial y para que se acabe la corrupción –agregó otra mujer indignada.

-- Vine pensando que la habían juzgado a Cristina y que era culpable --intentó ironizar un hombre frente a la casa de CFK, en Recoleta--. Es una delincuente y vos le decís ex mandataria, flaco. ¡Te ponés la camiseta de los que deben plata!

¿De Macri qué opina?, fue la pregunta de un cronista. Respuesta: "Es millonario, flaco. ¿Vos no te irías si pudieras?"

-- Estoy cansada que sigan robándose el país y nuestros derechos. Esa señora es responsable, tiene que estar presa, es una vergüenza. ¡Váyanse a vivir a Venezuela! --bramó otra señora, con un perro aterrorizado en sus brazos.

-- Quiero un país libre con libertad (sic), déjennos en paz --acotó una joven.

-- Somos representantes de los líderes mundiales y reconocemos el liderazgo mundial del dióxido de carbono, que cura más de 80 enfermedades y el coronavirus también --amplió la agenda otra mujer--. Nos censuran porque traemos la solución. Los políticos hacen una política de exterminio, son nazis y pedimos la renuncia de este Gin… Ginés.

-- Acuerdo con la reforma siempre que sea para meter presos a todos los corruptos kirchneristas --dijo otro hombre exaltado--. Ustedes defienden a esos delincuentes, esa es mi bronca –apuntó también contra el cronista, y siguió descargando odio contra “panqueques como Sergio Massa o Cristina Caamaño”.

Otro manifestante llevaba un papel con un listado de temas como “Nisman” o “Memorándum con Irán” para mostrar ante las cámaras. “Estamos volviendo para atrás con todo. La cuarentena no tiene nada que ver, hay una inseguridad tremenda y se olvidaron de la economía”, renegó, con su hija de la mano.

-- ¿Sobre la reforma qué piensa?

-- Estoy en contra, es un abuso de poder, todo por la fuerza --respondió.

-- Somos gente buena, se explota a los pobres, el Gobierno está demasiado acostumbrado a pasar por encima de la gente, pero acá en Capital no los dejamos --dijo una señora orgullosa--. Amo a mi país, no quiero que me obliguen a irme.