“¿Qué carajo es el rock? ¿Y cuál es el futuro del rock?”. El Teatro Roxy Alternativo fue el espacio donde por excelencia se formularon preguntas en el Cosquín Rock Online. Lo había hecho Darío Sztajnszrajber el sábado, de manera más formal. Retomó Guille Aquino este domingo, durante la segunda y última jornada de esta novedosa versión del tradicional evento serrano, en una atropellada unipersonal de humor ácido, que empezó recordando la inocencia de los primeros festivales y terminó relacionando al indie local con lo “ultravioleta”.

La situación general moviliza interrogantes y especulaciones existenciales de índoles diversas. Incluso la cuestión acerca de qué es el rock, va y viene como las olas del mar un día de bandera roja, tanto que es posible preguntarse si tiene sentido insistir con la duda. El desarrollo mismo del Cosquín Rock, sea en este nuevo formato, o en el tradicional, también llama, año a año, a preguntarse cuáles son los reales alcances del objeto: ¿género? ¿cultura? ¿actitud? ¿nicho?

Tal como se había mostrado el sábado, después de convocar a miles de personas en la provincia de Córdoba y hasta en otros países durante casi veinte años ininterrumpidos, el Cosquín Rock se reinventó en una nueva modalidad, ciento por ciento digital. Presentado como el festival online e interactivo “más grande de Hispanoamérica”, reunió, a lo largo de sus dos emisiones, a artistas de 11 países distintos, y a 170 mil personas desde sus propias latitudes.

Específicamente este domingo, 81 mil usuarios pudieron conectar sus dispositivos desde las 16, donde era posible elegir entre el dúo electropop español Rizha, o el colectivo rosarino de fusiones reggae Mamita Peyote. El funcionamiento fue idéntico al del sábado: cuatro escenarios distintos en la ciudad de Buenos Aires -Luna Park, La Trastienda, El Teatro Vorterix, El Teatro Roxy-, protocolo mediante, y shows encadenados hasta cerca de la medianoche, cuando los mexicanos Molotov -de larga historia junto al festival-, Él Mató a un Policía Motorizado, y Trueno, se repartieron los cierres en sendos espacios.

El rapero de 18 años fue una de las grandes novedades. De hecho, se trató de su primer concierto propiamente dicho. Y así se saltó del peso de la historia, con León Gieco y versiones de “La memoria” o “El fantasma de Canterville” -mención aparte para Charly García-, a la más ferviente actualidad. Hoy entre lo más escuchado tras la salida de su disco debut Atrevido, a Trueno el lugar no le quedó grande. “Venimos a compartir un poco de hip hop, un poco de música diferente”, avisó el MC, prácticamente la única referencia rapera de este Cosquín Online.

Hubo variadas referencias a la pandemia que puso al mundo, y en particular a esta industria, en aprietos: hoy, la única certeza es que no se sabe cuándo van a poder hacerse conciertos como hasta comienzos de 2020. En parte, esta edición digital se trató de eso, al volver a movilizar a 1700 personas para su organización.

Massacre lo hizo desde bien temprano en La Trastienda, entre un comienzo con “La Epidemia”, y el final con “Resurreción”, piezas de su disco El Mamut. “Esto que vivimos no es más que una prueba, a ver qué elegimos: evolucionar o extinguirnos”, presentó Walas, antes de reinstalar la dicotomía “Economía o salud” durante la coda. Por su lado, los miembros de Turf se presentaron de mameluco y gafas sanitarias.

También flamearon otras consignas. Martín “Mono” Fabio se ocupó de consultar “¿Adónde está Facundo?” cuando Kapanga tocaba “La taberna”. El sábado, en el set de Las Pelotas, durante la canción “Desaparecido”, Germán Daffunchio también se había preguntado por el paradero de Facundo Astudillo Castro, el joven de 22 años que salió de su casa en la ciudad bonaerense de Pedro Luro el último 30 de abril, y poco más se supo de él.

Predominó la coherencia en la paleta de colores de las luces, entre el azul y el violeta. No sólo en los escenarios locales, también en el material que llegó desde el exterior. Pasó con Guardarraya desde Quito, Ecuador, con su fusión alternativa de rock y folclore, o con Gaia, que desde Lima, Perú, le inyectó distorsión a los parlantes. Lo mismo se vio con los bolivianos Matamba, que aportaron interesantes combinaciones de reggae con death y groove metal.

“Arriba las manos en cuarentena, ¡cumbia!”. Pablo Lescano sostenía su clásico keytar para el primer show de Damas Gratis en casi 4 meses. El grupo de cumbia villera es uno de los consumos alternativos preferidos de este tipo de eventos multitudinarios, donde el espíritu de fiesta se impone desde lo estético, aún en la virtualidad. “Quédense en casa”, señaló el líder, mientas Rata Blanca se disponía a empezar su set desde el Luna. Algo más de distorsión: Airbag resolvió ubicar la batería de espaldas a la cámara, con los hermanos Guido y Patricio Sardelli de frente, y al fondo. “Creo que la última vez que habíamos estado juntos fue en febrero, los extrañaba a todos”, confesó Patricio.

Problemas técnicos habían aparecido el sábado en la transmisión desde Vorterix, cuando entre píxeles y cortes se hizo imposible ver a A.N.I.M.A.L., Los Tipitos o Attaque 77. La producción tomó nota y repuso sus actos este domingo, al final de la grilla de cada espacio. En definitiva, 76 artistas hispanoamericanos pudieron presentarse a la distancia, desde su hábitat natural -el escenario-, por primera vez en mucho tiempo. En medio de tanta incertidumbre, la organización anunció a la ciudad de Tijuana, México, como la nueva sede de Cosquín 2021. Al cabo de dos jornadas enteramente digitales, que fueron desde el heavy metal hasta la cumbia, pasando por el stand up y la filosofía, se podía insistir con las preguntas de siempre. O agregar: ¿Cuál es el futuro de los conciertos en vivo?