Con su campera blanca de peluche y unas botas fucsia brillantes, Flor firma su nueva acta de nacimiento que refleja su identidad de género. Cambiaron pocos datos –su nombre y su género– y a la vez cambió todo. Sus xadres y su abogado acompañan de cerca el procedimiento, pero la foto es exclusivamente suya: un momento cúlmine donde el Estado reconoce y hace carne la realidad que la acompaña desde que tiene memoria. Aunque, claro, lograr transmitirlo fue otra cosa. Si hubiese que marcar un punto de inflexión en la historia, su mamá Mariana diría los 8 meses. “Ahí empezó a fascinarse por los zapatos”, explica a SOY; y al año y medio comenzó a emular pelo largo con cualquier tela que encontrase. “Se pintaba las uñas con fibrón, se vestía con mi ropa y cada remera larga que encontraba era un vestido”, cuenta. Hoy la familia azuleña puede ver el rechazo que profesaba su hija al género que le habían asignado, pero en ese momento –como ocurre con tantas otras familias de niñes trans– no lo entendían.

Les profesionales que consultaron primero tampoco consideraron la posibilidad de estar frente a una niña trans. Un médico pediatra les dijo que, seguramente, Flor “idolatraba” alguna figura femenina de la familia y por eso la imitaba. Luego una psicóloga, con un método todavía más radical y peligroso, sugirió la represión: Mariana debía esconder sus cosas, negarle ropa y accesorios y recordarle, eventualmente, que tenía determinados genitales y por lo tanto era “un varón”. Mariana suelta una risa incómoda cuando lo cuenta: “Duró poco más de una semana, porque ella se las ingenió para seguir vistiéndose como quería. A los dos años nos empezó a corregir: le decíamos ‘gordito’ y nos decía ‘no soy gordito, soy gordita’. ‘No soy nene, soy nena’”, recuerda la mamá.

Cuando Mariana empezó a estudiar Enfermería, por primera vez una docente la introdujo en la perspectiva de género. El género de su hija se le hizo más evidente que nunca, y empezó una búsqueda activa de notas, videos en YouTube, experiencias de otras familias y, por sobre todo, de una psicóloga especializada en el tema. Tras varias consultas, la profesional confirmó lo que todxs ya sabían. Flor exigió entonces el derecho que el resto de les niñes cis tiene garantizado: elegir su propia ropa. Aprovechando las redes que habían tejido con otras mamás y papás de niñes trans, Mariana consultó a una de ellas que le recomendó llevarla a una tienda de ropa unisex. Ahí Flor eligió algunas de las prendas que usaría desde entonces, y toda su ropa “de varón” quedó en el olvido. No pasaría mucho tiempo hasta que eligiera su nuevo nombre. Esta realidad de Flor y su familia y el Estado logró hacerse lugar en medios de comunicación locales y hasta nacionales, un hecho que marca el avance de la perspectiva trans-travesti en el mundo público y el reconocimiento de sus derechos desde la niñez. Mucho más que una nota color o una historia con final feliz: es la encarnación de la lucha de cientos de niñes que, en contados casos, pudieron acceder a este derecho.

EL DERROTERO DE LA NIÑEZ TRANS

“En qué familia heterosexual nacés, en qué barrio vivís, qué posibilidades económicas tenés, a cuánta información acceden tu papá y mamá, si te acompañan o no...”. Marlene Wayar, psicóloga social y activista trans, enumera algunos de los factores que inciden en las vidas de les niñes trans y que suelen convertirla “en un verdadero derrotero”. “Nuestros derechos deberían estar normativizados y para eso tenemos una ley, pero el problema es que todavía no se conoce. Hay personas trans adultas que no conocen la ley, en un montón de lugares”, advierte en diálogo con SOY. Por eso insiste en que debe ser el mundo adulto el que cambie de paradigma, respecto de les niñes trans. “Esto tiene que pasar para que lleven la situación con la mayor naturalidad posible. No les llevemos a un corralito, nos tenemos que atrever a pensar más, a estar dispuestos y dispuestas a que sean les niñes quienes nos enseñen. Y tener la maleabilidad suficiente para acompañarles. Si no, es violencia. Siempre”.

Por eso, celebra la rectificación registral de Flor y cree que es “una pequeña gran victoria”, sobre todo en una localidad del interior bonaerense. “Lamentablemente, un caso es tan buena noticia porque todavía no es algo de absoluta normalidad. Y es porque es la punta de un iceberg, no sabemos cuántos casos más están por debajo de la superficie”, aclara. Mariana coincide: “Sabemos que existen niñeces trans acá en Azul y también en otros lados. Por eso lo hicimos visible, y para que ella no sienta que está sola, que hay una comunidad que la abraza y que tiene nuestro acompañamiento”. Según un relevamiento del Registro Provincial de las Personas al que accedió SOY, desde 2012, un total de 2.519 personas rectificaron sus actas de nacimiento en el marco de la ley de Identidad de Género. Fueron 124 les menores de edad que realizaron el trámite, 19 de elles con menos de 13 años. La mayor cantidad de rectificaciones se realizó en 2019 y el 2020 parece ir en el mismo camino.

DERECHO ESQUIVO

La ley 26.743 de Identidad de Género no impone límites de edad a la hora de acceder a la rectificación registral. Esto está garantizado en el artículo 5, pero aún se niega bajo el preconcepto de que les niñes no tienen la “madurez suficiente” como para elegir su género –y deberían, por lo tanto, padecer el género impuesto. Un día Flor, que ya expresaba su identidad de género hacía tiempo, se quebró un dedo de la mano y hubo que llevarla a la guardia. En el hospital, como en tantas otras instituciones públicas y privadas, Mariana tuvo que dar el nombre que figuraba en la historia clínica. “Ella estaba enfrente y me corrigió, nos corrigió. El médico anotó enseguida y siguió hablándole con los pronombres correctos, pero de todos modos vi la necesidad de hacer algo, porque ella la pasó mal: cuando la nombran con el nombre anterior no está bueno, se angustia, se pone mal”, cuenta la mamá. Cuando consultó por la rectificación se encontró con algunos obstáculos: le dijeron que necesitaría un “resumen psicológico” para realizar el trámite. Por eso el contacto con el Ministerio de Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual, a través del abogado Iñaki Regueiro De Giacomi, resultó fundamental. “La idea de la ley es justamente garantizar derechos desde la infancia más temprana, a fin de evitar situaciones de violencia y discriminación”, explica a SOY el asesor del área de Diversidad Sexual. Y detalla que la Ley de Protección Integral de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes, la N.° 26.061, “establece la figura de abogade de le niñe como derecho en todos los casos judiciales o extrajudiciales en los cuales esté involucrado el interés de une niñe o adolescente. Lo que hizo la Ley de Identidad de Género fue aplicarlo al procedimiento puntual de rectificación registral”.

Actualmente el ministerio trabaja junto a la cartera de Justicia para trazar una red de abogades de les niñes, con el objetivo de que los 135 municipios de la Provincia tengan garantizado el trámite de rectificación para menores de 18 años. Mientras se conforma esa red trabajan caso por caso, y en cada jurisdicción buscan abogades que puedan llevar adelante el procedimiento. En el caso de Flor fue Facundo Achaga, un abogado especializado en derechos humanos. Si bien en Azul la respuesta fue “muy buena”, tanto en el hospital –donde modificaron los datos de la historia clínica– como en el Registro, Iñaki advierte que en otros municipios las trabas administrativas persisten: “Hay quienes dicen que si le abogade no está en el registro de abogades de le niñe no le toman la firma, o plantean que si es ‘tan chiquitita hay que darle intervención al servicio de protección integral’. Hay mucho desconocimiento y sobre todo en función de criterios ilegales para dar inicio al trámite. Por eso que haya gente que conozca la ley y labure bien con niñes es algo destacable”, señala. El caso de Flor ingresó al ministerio el 2 de julio y avanzó rápidamente. El 23 entró al Registro de las Personas y ahora, con el acta rectificada,aguardan el nuevo plástico del DNI.

“ME LEYERON MAL”

Tanto el papá como la mamá de Flor acompañaron el trámite de rectificación. “Es algo que muchas veces no sucede”, aclara Iñaki, que tiene contacto con casos así en distintos puntos de la provincia. El rechazo familiar, la primera violencia que afrontan las personas trans y travestis, sigue siendo la regla y no la excepción. El rechazo o, en todo caso, la represión, e incluso las terapias –caseras o no– de reconversión. A eso se le suma el desconocimiento de la ley por parte de les operadores, o la lisa y llana transfobia, lo que deriva en pocas o confusas respuestas a las familias que se acercan. Frente a esa realidad, la urgencia es “incluir de forma transversal la cuestión trans en la ESI y en la ley Micaela”, opina Iñaki. “La falta de conocimiento que hay sobre el buen estándar en materia LGTBI+ en Argentina por parte de muchos y muchas agentes es algo a solucionar, porque eso repercute en el trato y en la expulsión. Hay que articular con todas las áreas del Estado involucradas, salud, educación, registro, para que no haya que ir detrás del caso sino garantizar los derechos”.

Se trata no solo de un aprendizaje para docentes o funcionaries, sino también familiar: como tantas otras niñeces trans, Flor transformó a sus xadres en el proceso. “Cuando supimos que era una nena trans fue muy duro para el padre, le costó. Yo por mi parte sentí emoción y hasta satisfacción… porque habíamos encontrado la solución a lo que pasaba.La psicóloga nos dijo que teníamos que hacer el duelo del niño que no teníamos y empezar a dejar ser a la nena que ella era”, cuenta Mariana. Después de varios meses de acompañar a su hija en este proceso, Lucas, el papá de Flor, asegura que defiende “a muerte su identidad y el coraje que tiene, con cinco años, para expresar lo que siente”.

Marlene se permite cuestionar el concepto de la pérdida; para ella es un proceso de aceptación, y no de duelo: “Yo siempre fui esto. El problema es cómo lo comunico, cómo esa comunicación va a ser recibida, y ahí es donde se vuelve tremendamente trágico. Se cree que como dejo de ser lo que creyeron que era, paso a ser otra cosa. No. Siempre fui como fui, ustedes me leyeron mal”, apunta. Y así, a fuerza de existencia, es que estos caminos se abren. En el libro que Susy Shock obsequia como abrazo a su sobrino Uriel y a las niñeces en general, “Crianzas”, surge la pregunta de cómo se combate la ignorancia. Dice Susy: “Metidas en el medio. En el medio de las charlas, de las decisiones, de los juegos, de la calle, del barrio, de las familias. Cuanto más te ven, más te conocen. Y si no te conocen, piensan repetido y soplando”.

Este domingo Flor se calzará su vestido favorito. Quizá pida ver Frozen una vez más, para acompañar las aventuras de Elsa, su personaje favorita. Tal vez juegue a la pelota o a lo que le guste. Sea como sea festejará un día de la niña especial, después de haber iniciado el trámite para obtener su DNI. Tanto para ella como para sus xadres es un peso menos, aunque resta la nada fácil tarea de enfrentarse al afuera –lo más urgente, la escuela primaria. Por eso “hay que sacarle la tragedia a les niñes”, pide Marlene. “Bastante tragedia hay ya en nuestra historia de activismo, que tenemos que salir a concientizar que somos víctimas de un genocidio histórico, que nos vienen eliminando a través de trans/travesticidios, persecuciones sistemáticas de la policía, el maltrato en la salud, el no acceso a nuestros derechos o el estar en situación de prostitución de forma obligatoria. Hay que escuchar a las criaturas, dejarlas que crezcan con la mayor libertad y autodeterminación posible. Nadie dice que les xadres tengan que ser perfectos y tenerla re clara, por eso al menos tiene que haber un Estado con dispositivos de ayuda para cuando la persona dice ‘no estoy pudiendo’ o ‘no entiendo’. Y que haya confianza, no necedad. El Estado ahora te dice que tu hija tiene derecho a elegir su sexualidad, su género, su ropita, el color de su cepillo de dientes. Y sí. Aceptalo, porque te lo está diciendo el Estado y no es de un día para el otro, fue un montón de trabajo teórico y vivencial. ¿Necesitás ayuda? Te ayudamos. En principio, tenés que confiar”.

HACIENDO HISTORIA

La rectificación registral de Flor es también fruto de quienes la precedieron. Luana fue la primera nena trans del mundo en obtener su DNI rectificado a los 6 años sin intervención judicial, en un acto administrativo. Lulú también es bonaerense, y recibió en 2013 de manos del ex jefe de Gabinete bonaerense la documentación que la haría pionera (https://www.pagina12.com.ar/40059-la-nena-que-fue-pionera ). Su mamá, Gabriela Mansilla, fundó la ONG Infancias Libres para acompañar y asesorar a otras familias de niñes trans, que sigue funcionando al día de hoy. Mariana mantiene contacto tanto con ella como con Valeria Paván, psicóloga de la CHA que la asesoró en los primeros y tímidos pasos del intento de rectificación.

En el año 2018 fueron rechazadas solicitudes de niñes de Quilmes, La Plata y Punta Indio, entre otras localidades, a pesar de que la ley seguía en vigencia. Tuvo que intervenir la Defensoría del Pueblo -mediatización y exposición de les niñes mediante- para que la Provincia garantizara ese derecho.

 

En 2019 Tito, un nene marplatense de por entonces 5 años, logró rectificar su acta de nacimiento acompañado por su familia. Un año antes se había presentado en la escuela con su nuevo nombre, y sus compañerites lo tomaron con naturalidad (la LID expresa categóricamente que debe respetarse el género de la persona más allá de si está consignado o no en el DNI).
En el caso de Flor, fueron les adultes quienes pusieron el grito en el cielo. “Escuchamos muchas cosas, como que fallamos como padres o que la figura paterna no estuvo y por eso pasó lo que pasó. Viéndolo ahora me causa gracia, pero en su momento lo sufrimos mucho”, dice Mariana. Sabe, por experiencia, que mientras la adultez se retuerce en una espiral de violencia, su hija abre caminos para las niñeces que vendrán.