¿Así me pongo? Ah, bueno, bueno si, si no hay problema con esta enredadera atrás queda lindo. Mi papá la plantó, cuando yo era una nena. Decime che: ¿Está cámara me tapa las arrugas? (risas).

Nosotras estábamos dando clases. Habíamos ya recibido la información de que teníamos que preparar a los alumnos para un anuncio muy importante. Pero cómo hacer si nosotras no sabíamos para qué los debíamos instruir. Así que los hicimos formar en fila, izamos la bandera, y ahí pasó algo gracioso: sabe que la primera vez la izamos al revés.

Una nena se dio cuenta, porque el sol estaba con la boca para arriba, fijate que observadora. Así que entre las risotadas la bajamos, y la dimos vuelta, y la volvimos a izar. Nos quedó tiempo todavía. Y entonces, como yo era la directora tuve que ensayar un discurso para mantenerlos entretenidos. Porque se demoró, dijeron que iba a ser a las 08:30 y fue a las nueve el Anuncio.

Me acuerdo bien clarito, porque tuve que sacar un discurso de la galera, les hablé de la justicia, de la igualdad, de la solidaridad, que es lo más importante en los tiempos difíciles. Y no va que un mocoso, de quinto empezó: seño, seño, seño. Yo seguía con el discurso, viste porque pensé que iba a decir cualquier pavada. Pero qué es la solidaridad seño, preguntó.

¡Ay, estos chicos! Si supieran todo lo que una no sabe y lo termina aprendiendo por ellos. Y ahí no sé cómo, pero Dios me iluminó creo yo, porque me quedé sin palabras y de repente les digo.

La solidaridad (silencio), se hizo un silencio. Y ahí, miré la bandera en lo alto, y me inspiré: ¡Sáquense el zapato derecho!

Entonces les digo, bueno agarren su zapato derecho, pásenlo al de la izquierda. A la cuenta de tres todos sueltan su zapato y agarran el que viene de la derecha: a la una… a las dos… y a las tres! Un despelote bárbaro se armó, pero al final me impuse y les dije colóquense el zapato que recibieron.

Y ya empezaban a quejarse: me duele seño, no me entra, me aprieta seño. Yo lo miro al nene que me había preguntado y les dije: Ven, chicos, eso es la solidaridad: dar aunque nos apriete.

Me acuerdo la cara de las otras señoritas que me miraban como si estuvieran escuchando a Sócrates. Que bárbaro darles esa actividad justo antes del Anuncio.

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¿Cualquier cosa digo? Ah, bueno: sí, sí, hola (risas) ¿se escucha?

Bueno, cuando ocurrió lo del Anuncio yo tenía 11 años y estaba en mi pueblo… sigo en mi pueblo (risas). Pero ha cambiado mucho Valchetta en este tiempo. Eran unas casitas nomás, y yo lo que me acuerdo de esa mañana es que vimos pasar los trenes yendo para el lado de la cordillera, iban hasta las orejas de militares. Todos preocupados iban, y cuando me acerqué a venderle pastelitos, como todos los días, el vigilante me dijo que no podía estar ahí, que aquello era un asunto muy serio y qué se yo cuánto. Así que volví a casa con todos los pastelitos y mi madre me dio flor de cachetada, pero después se enteró de lo que estaba pasado, y me puso hielo, porque en la tele habló el presidente, y como todos sabemos, estábamos contaminados con el Mal.

Al otro día, o a los dos días, me parece, fue que empezaron a pasar los Trenes Rojos que iban para el este. Bien cargaditos iban, lento. Al alba pasaron por acá, y fue como que si pasara un zoológico de fiesta. Y mi madre no me dejó acercarme a ofrecer los pastelitos que habían sobrado, ella era una mujer muy temerosa, (silencio) que en paz descanse. Y después pasaron los Trenes Blancos que iban a la capital, y a los hospitales, llenos de enfermos iban. Menos que menos el vigilante me dejó acercar. Y los pastelitos se iban poniendo duros, ya tenían tres días (silencio). Así que con esto del Anuncio dejamos de hacer los pastelitos (risas). Pero porque teníamos muchísimo que hacer con lo de los guanacos: despellejar, secar la carne, y empaquetarla, todo eso. ¿Le gusta el guanaco?

Y no hay mal que por bien no venga, decía la finada de mi madre. Ahora estamos mejor, la verdad. Así que si ustedes me preguntan, claro que voy a festejar: ¡por supuesto! Pastelitos voy a hacer, pastelitos para repartir, en memoria de mi madre.

De membrillo. Me gustan de membrillo a mi.