Crímenes de familia    6 puntos

Argentina, 2020

Dirección: Sebastián Schindel.

Guion: Pablo Del Teso y Sebastián Schindel.

Duración: 99 minutos.

Intérpretes: Cecilia Roth, Miguel Ángel Solá, Sofía Gala Castiglione, Benjamín Amadeo, Yanina Ávila.

Estreno en Netflix y en la plataforma CineAr Play (a partir de mañana, gratis durante una semana).

Otra víctima de la coyuntura, el nuevo largometraje del realizador Sebastián Schindel hace su aparición online sin pasar por las salas de cine. No es un detalle menor: los nombres involucrados en el reparto garantizaban una llegada popular que ahora Crímenes de familia intentará alcanzar en la ubicua plataforma de la N roja. Desde que el director de Mundo alas dejó de lado el universo documental para acercarse a los placeres de la ficción, las diversas variantes del cine policial se han convertido en su coto de caza predilecto. Al realismo de tintes sociales de El patrón, radiografía de un crimen y el thriller con rasgos fantásticos de El hijo viene a sumarse esta aproximación al relato de suspenso judicial que, sin embargo, se desarrolla en gran medida fuera de los juzgados. La película se impone como un nuevo ejemplar de lo que podría definirse como “drama policial iberoamericano”, todo un género en sí mismo, caracterizado por el profesionalismo en los rubros técnicos y artísticos y una homogeneidad narrativa y formal que, en más de una ocasión, parece haber sido seteada a partir de un algoritmo.

Crímenes de familia no es un whodunit, a la manera de los relatos de Agatha Christie y derivados, sino un what happened: el espectador no debe adivinar quién es el supuesto criminal sino armar las piezas de un rompecabezas que se le presenta desordenado. Narrada en dos temporalidades, que el montaje va alternando como un modo de sostener la tensión, la historia presenta a los Arrieta, un matrimonio de clase media acomodada, y a Gladys, su empleada cama adentro, al tiempo que un llamado telefónico los pone al tanto de una mala noticia: su hijo ha sido detenido luego de haber intentado matar a su exesposa. Pero, ¿ha ocurrido realmente eso o las discusiones por la tenencia del pequeño nieto de los Arrieta derivó en acusaciones infundadas? ¿Y qué terrible secreto esconde esa escena que se anticipa sangrienta y que el film repite varias veces, llegando cada vez más lejos pero sin rozar el desenlace?

No es que nada sea lo que aparenta ser – más bien todo lo contrario–, pero la información es retaceada hasta los tramos finales, algunos “cebos” de información lanzados al espectador cada tanto. A medida que el relato comienza a cumplir a pie juntillas la agenda de la violencia de género, no es tarea ardua deducir el secreto central de la película, muchos antes de que todas las cartas lleguen a estar sobre la mesa. La cualidad estándar de Crímenes de familia, tanto en fondo como en forma, se sostiene en gran medida gracias a un reparto que podrá no descollar pero nunca desentona: Cecilia Roth y Miguel Ángel Solá, como la pareja de padres, y Sofía Gala Castiglione como la exnuera entregan interpretaciones calibradas, sin desbordes ni rictus innecesarios.

De todos modos, la indudable protagonista es Alicia, el personaje de Roth: su punto de vista tiñe el desarrollo de la historia y es su crecimiento personal el que altera las reglas de juego, al tiempo que el abandono de ciertas prácticas de clase acompañan el descubrimiento de valores quizá más importantes que el amor incondicional de madre. Profesional y pulida, políticamente correctísima en su aproximación a temas como el abuso y la violencia sexual, los aspectos genéricos manejados con eficacia relativa, Crímenes de familia es un producto pensado y construido a partir de una suerte de condicionamiento pavloviano del espectador, ya sea este local o global. Nada nuevo en la esencia y evolución del cine de género, aunque aquí cierta falta de ambiciones a la hora de quebrar sutil (o destructivamente) algunos de esos códigos se asemeja bastante a la repetición de una fórmula, con el manual de instrucciones a la vista.