El gobierno finalmente dio luz verde a un aumento de los combustibles que promedió el 4,5 por ciento a nivel nacional, aunque en la Ciudad de Buenos Aires llegó al 6,8 por ciento. Es la primera suba autorizada por la gestión de Alberto Fernández ya que el último incremento había sido 1 de diciembre de 2019, aunque en marzo se habían tocado levemente los impuestos. La decisión de descongelar los precios en medio de la pandemia obedece fundamentalmente a la suba de la cotización del crudo y a la delicada situación que atraviesa la petrolera YPF, que necesita comenzar a recomponer sus ingresos lo antes posible.

Los precios

En la Ciudad de Buenos Aires, YPF, que controla el 57 por ciento del mercado, elevó los precios del litro de nafta Premium de 61,69 a 65,39 pesos (5,9 por ciento), mientras que la súper trepó de 53,47 a 56,68 pesos (6 por ciento). A su vez, el gasoil Premium subió de 58,44 a 61,95 pesos (6 por ciento) y el gasoil común pasó de 49,84 a 52,94 pesos (6,2 por ciento). No obstante, la compañía controlada por el Estado Nacional informó que el aumento a nivel nacional promedió el 4,5 por ciento porque en provincias donde ya era hasta un 7 por ciento más cara en esta ocasión el ajuste fue menor.

Luego del ajuste de YPF, este miércoles a la mañana las estaciones Shell, que se ubican en segundo lugar en el ranking de ventas con el 19 por ciento del mercado, también subieron sus precios hasta un 6,8 por ciento. En la Ciudad de Buenos Aires. La nafta Súper subió 6,8 por ciento y la nafta V-Power un 6,7 por ciento, mientras que el Diésel común escaló 5,8 por ciento y el V-Power 6,1 por ciento.

Axion, tercera en ventas con el 17 por ciento del mercado de estaciones de servicio, hasta la tarde de este miércoles todavía no había ajustado sus valores, mientras que Puma, que viene por detrás, también aumentó sus precios en sintonía con el resto.

Las causas

Debido a la fuerte baja que se registró en la demanda por el coronavirus, el precio del barril de crudo Brent tocó a fines de abril un piso de 20 dólares. En ese momento el gobierno negoció con la industria la implementación de un barril criollo para sostener los precios en los surtidores y así evitar una ola de despidos en los campos petroleros.

Ese esquema comenzó a regir a mediados de mayo con la publicación del decreto 488/20, pero el artículo 1 de esa norma estableció que si el valor del Brent superaba durante 10 días seguidos los 45 dólares el acuerdo quedaba automáticamente sin efecto.

El precio del crudo comenzó lentamente a recuperarse y desde comienzos de mes oscila los 45 dólares. Si el barril criollo deja de tener vigencia, las petroleras van a estar en condiciones de exigir un mayor valor o comenzar a exportar cada vez más poniendo en riesgo el abastecimiento local. De hecho, en los últimos días las refinadoras ya estuvieron teniendo problemas para conseguir crudo porque, a raíz del congelamiento del precio de los combustibles, ni siquiera querían pagar los 45 dólares que fija el barril criollo ya que decían que no les cerraban los números y entonces las productoras optaban por exportar cada vez más.

Las refinadoras ofrecieron igualar la paridad de exportación (el precio del crudo menos los gastos), pero las productoras igual estaban optando por exportar porque en ese caso pagaban regalías por el precio efectivamente percibido, mientras que si vendían en el mercado interno debían pagar regalías por un precio de 45 dólares aunque hubiesen cobrado menos por el crudo, pues así lo establece el decreto 488/20 a pedido de las provincias petroleras.

A ese escenario ya de por sí complejo, se sumaba la difícil situación que atraviesa YPF. La empresa declaró la semana pasada una pérdida de 85.048 millones de pesos en el segundo trimestre.

Unos 43.000 millones correspondieron al impacto provocado en los activos por la baja de los hidrocarburos, principalmente por la caída en los precios del gas y los combustibles líquidos registrada en ese período. Sin embargo, los otros 42.000 millones fueron consecuencia del derrumbe de la demanda y del impacto del congelamiento de precios.

La compañía enfrentó en el segundo trimestre una fuerte caída de sus ingresos, los cuáles retrocedieron 16,7 por ciento interanual en términos nominales frente a una inflación acumulada de 42,8 por ciento, lo que evidencia un derrumbe mucho más significativo en términos reales. Eso se explica fundamentalmente por el derrumbe de la venta de combustibles que provocó la cuarentena, pero también a los bajos precios. Por eso el CEO de YPF, Sergio Affronti, ya le había pedido varias veces el presidente Alberto Fernández iniciar un sendero de recomposición de precios para que la compañía pueda hacer frente a sus obligaciones y no termine desbarrancando definitivamente, ya que la mayoría de sus ingresos provienen del mercado interno.