Para Carlos Bruck, Z’L’, que ya lo extrañamos

Compatriotas, compatriotes, compatriotas, heme, hemo y hema aquí, frente a ustedes. Me acompañan quienes se quedan en sus casas añorando los tiempos en los que el abrazo era cotidiano, y lo que hacía mal era el odio, el prejuicio, y la mentira, que en aquel entonces se llamaba mentira, y no feiñiú.

Eran tiempos extraños en los que pedir 44000 millones de dólares prestados sabiendo que no los ibas a devolver, era una como mínimo una locura. Y como máximo, una gran estafa, y entonces no te los prestaban.

Eran tiempos en los que exigir libertad no implicaba confundir a un presidente con un virus. Para ser más precisos, si fuera menester: "el que no los deja salir a la calle, se llama 'coronavirus', no 'Alberto'”.

Eran tiempos en los que la vida de los mayores era tenida en cuenta, entre otras cosas, porque es el destino necesario de todos y todas, salvo que la biología nos lo impida prematuramente: “Envejecer es la única manera de vivir muchos años”, dice un querido refrán.

Quizas esos valores no rigieron nunca, pero al menos, estaban en la utopía, el deseo, el sueño compartido, y manifestarse en contra de la vida estaba mal visto.

Si hace un tiempo te encontraban en cualquier calle de la Argentina gritando: “¡No quiero ir a Venezuela”, te sugerían consultar al psiquiatra de turno, como mínimo.

Si te escuchaban oponerte a un proyecto de ley sin tener la menor idea de en qué consistía, y te preguntaban sobre el tema, terminabas callándote, no agrediendo e insultando a quien te preguntó.

Si odiabas a alguien tenías alguna idea personal sobre por qué lo/a odiabas, y no dabas por sentado el odio, al punto al de creer que quien no lo comparte, es un agente soviético, de Kaos o del “bolche far niente” –expresión tan ridícula como los motivaciones de alguno merchantes del lunes pasado-.

Si te decían que llovía fuerte llevabas un paraguas, o si era posible te quedabas en tu casa; ahora te dicen que hay un virus que puede ser letal y salís, lo más odiante, a mostrarle los dientes a quien no tenga otra cosa mejor que hacer que mirarte los dientes que deberían estar bajo un barbijo, una máscara y una pátina de cordura.

Democracia era gobierno del pueblo y no “propiedad privada, justicia privada, salud privada”.

El lunes pasado, aunque parezca increíble, unos pocos miles de argentines salieron a la calle a celebrar la muerte.

Suena feo, pero es verdad. Si hubieran vivido hace 200 años, hubieran hablando contra la “ independenciadura” que no los deja ejercer la libertad de depender de España o de quien quisiera depender cade una.

San Martín (a quien se recuerda ese día) los hubiera corrido a granaderazo limpio, ya que la libertad por la que él luchaba poco tenía que ver con el desprecio por aquelles que están haciendo todo lo posible para que esta pandemia sea un episodio más y no un epílogo de nuestra historia.

Me cuesta creer que los humanos nos comportemos así, que seamos tan tanáticos, con t de tontos.

Me puse a pensar si no se trataba de otra especie.

Lo que sigue no es un prejuicio, es una fantasía. Cualquier parecido con la realidad, es puro neoliberalismo.

Imaginemos una especie diferente de primate: el Jodidus Vulgaris, cuya principal característica, es que con tal de causarle mal al prójimo le causa mal al prójimo. Sin darse cuenta de que vistos desde el prójimo ellos mismos son también el prójimo.

Defienden intereses de quienes los atacan y atacan a quienes los defienden. Reclaman por libertades que ya tienen. Son capaces de enfermarse con tal de defender su derecho a enfermarse. Niegan todo lo que no ven (como el virus) y gran parte de lo que ven (el esfuerzo de todos los que arriesgan su salud para cuidarnos o curarnos), y casi tan malo como todo lo anterior, estimulan a que otros, otras y otres hagan lo mismo.

Para peor, no habría una sola especie de “Jodidus vulgaris” sino tres:

1. Jodidus gratuitus, también conocido como “termus cápite“,  pulula por ahí gritando que no quiere que le expropien lo nunca tuvo ni va a tener. Ni siqiuera cobra por hacerlo y se alimenta de odio, que recibe de los medios enfermónicos… un poquito se lo regalan, en general, se lo venden.

2. Pirinchus prófugus: este es el dealer de los jodidus gratuitus. Les vende el odio en sus tres exquisitos sabores: mentira,  prejuicio y ninguneo. Cobra muy bien por sus servicios, durante un tiempo, luego pasa repentinamente al estadio evolutivo de profilacticus inservivhilis y es arrojado a la papelera de residuos.

3. Circus dominem: dueño del circo, que es el que siembra, cosecha y reparte el odio, el que le paga y el que desecha a los pirinchus, y que cree que tiene “inmunidad biológica” y la tiene mientras todos vean la imagen que transmite. Pero, un día alguien lo ve como realmente es, y chau ¡derecho al retrete sin escalas!

Las tres especies son muy malas, hacen daño, pero como no somos partidarios de extinguir a nadie aunque no nos guste, recomendamos simplemente mantenerse lejos y lejas de elles.

Con ese objetivo, para terminar, presentamos un tema musical que ayudará a reconocerles y huirles (porque aunque sean una fantasía, que los hay, los hay).

Se trata de “Son Jodidos” de RS Positivo (Rudy Sanz) que podrá escuchar en el Soundcloud de los autores, haciendo “clik” en en link que a continuación le ofrecemos:

Hasta la que viene.