El ataúd en el que había sido enterrado el chiquito cuyo cuerpo mutilado fue hallado hace poco más de una semana a la vera de una ruta, cerca de Miramar, fue hallado vacío, tras lo cual la Justicia ordenó la aprehensión del encargado del lugar y el dueño de la empresa funeraria que había realizado el entierro. La inspección en el cementerio de la localidad de Nicanor Otamendi, fue realizada ayer por la tarde bajo las órdenes de la fiscal Ana María Caro, quien investiga el hallazgo del cuerpo de Matías Valentino Fernández, de dos años, que falleció el 10 de marzo en un accidente doméstico en el barrio El Boquerón, cerca de Batán.

Los empleados del cementerio exhumaron el ataúd en presencia de la fiscal, los padres del niño y los abogados de la familia, Marcela Gómez y Carolina Ramasco. El féretro se encontraba dañado, por lo que fue tapado y retirado por peritos de la Policía Científica para practicar peritajes. Uno de los empleados del cementerio, Carlos López, negó  haber visto “señales de que hubiera movimientos extraños, pero el horario es muy partido”, advirtió, porque solamente cumplen funciones entre las 6 y las 12. 

Mientras se llevaba adelante la exhumación, se realizaron varios allanamientos, en uno de los cuales fue aprehendido el dueño de la funeraria Batán, Juan Carlos Della Santina, de 66 años; en otro, resultó aprehendido el encargado del cementerio, cuya identidad no fue dada a conocer. 

De acuerdo con fuentes judiciales, la fiscal Caro podría recaratular la causa –a cargo del Juzgado de Garantías que tiene por titular a Gabriel Bombin–, actualmente tramitada como “averiguación de causales de muerte” para incluir el robo del cuerpo y su profanación. 

El cuerpo del niño fue hallado en inmediaciones del arroyo La Totora el martes de la semana pasada por un hombre que recorría en bicicleta el trayecto entre Miramar y Mar del Sud, por la ruta 11. Estaba en estado de descomposición y había sido mutilado (no tenía pies, manos, dientes ni órganos), por lo que las primeras averiguaciones no permitieron establecer prontamente la identidad, el sexo ni la causa de muerte. Desde el hallazgo, la fiscal Caro trabajó en  base a distintas hipótesis, entre ellas, la profanación de una tumba, la posibilidad de un ritual satánico, una venganza mafiosa.

Los cotejos de ADN identificaron el cuerpo como el de un bebé de un año y cuatro meses que había fallecido el 10 de marzo en el Hospital Materno Infantil de Mar del Plata, adonde había sido trasladado desde su casa, en el barrio El Boquerón, luego de atragantarse. El peritaje permitió descartar la sospecha de homicidio y reafirmó la hipótesis del robo del cadáver. Tras esa identificación, los investigadores llegaron hasta la tumba del cementerio y constataron que, al menos externamente, el enterramiento no había sido profanado ni presentaba señales de manipulaciones posteriores a la inhumación.

Los peritos policiales que habían trabajado en el lugar donde fue hallado el cuerpo habían asegurado que el cuerpo estuvo refrigerado un período largo antes de ser encontrado.