Tenía veinte años y había decidido que no quería ir a la universidad a continuar mis estudios de danza. En reemplazo, haría cursos con artistas que me interesaran. Eran mis primeros años en Buenos Aires, y notaba por esa época que el nombre de una mujer sonaba en el ambiente, como cuando una radio insiste con una canción. Sentí que era la persona con la que tenía que estudiar, y sin saber muy bien qué proponerle, la llamé por teléfono y aceptó darme clases individuales en su casa.

Hace unos días me puse a rastrear los primeros correos que intercambiamos vía Hotmail (un archivo de vida donde buceo perlitas), y en uno le preguntaba cómo podíamos titular nuestros encuentros, porque lo quería poner en mi primer CV. “No me gusta mucho el nombre pero ponele 'Problemas Teóricos de la Danza'”, me escribió. A lo que le respondí: “Gracias, Su. Suena un poco fuerte el nombre, pero está bien. Hasta el jueves. Mucha luz.”. ¿Cómo me atrevía a decirle que el título del taller me resultaba fuerte? ¿Y firmar el mail mandándole luz? Su es Susana Tambutti. Arquitecta, en ese tiempo profesora de Teoría General de la Danza en la UBA y co-fundadora en 1975 del mítico grupo Nucleodanza.

La dinámica de las clases consistía en ver videos de obras, cosa que para mí era como ir al cine por la mañana temprano, y después comentarlas en relación a filósofos. A veces me sentía extraña por estar tomando una clase en la intimidad de una casa, en vez de estar en la universidad haciendo amistades nuevas.

A la par de esos meses, una de las bandas que más escuchaba era Turf. No lo decía expresamente, pero me gustaba bastante. Además, el líder de la banda tiene una cara que me resultaba encantadora. Un jueves yendo a lo de Susana esperaba el 19 que pasa por Avenida Rivadavia. Mientras escuchaba en mi mp3 el álbum Turfshow, me topé con una conocida que salía de cursar del IUNA (ahora UNA) y me preguntó, entre otras cosas, a dónde estaba yendo y qué sonaba en mis auriculares. Le hablé de la banda, de cómo a veces ponía "Loco un poco" en repetición porque estaba obsesionada con la energía con la que arrancaba la canción; me despabilaba. Me acuerdo esa charla con detalle especialmente por lo que siguió: me contó, para mi sorpresa, que mi profesora era la madre del cantante de Turf.

Cuando llegué a lo de Susana esa mañana, noté que en la mesa había bastantes medialunas, variedad de galletitas y tres tazas. Me ofreció desayunar con ella, y cuando estábamos tomando el café, se escuchó desde la puerta el ruido de una llave. Alguien entró… Era su hijo. Serían las 9 a.m., nos contó que estaba con hambre y la presión un poco baja porque venía de sacarse sangre. El encuentro transcurrió como cualquier charla rutinaria de familia, hablaron cosas de hospitales y logísticas del día. Yo apenas metía bocadillo porque estaba un poco atónita. De repente Joaquín terminó su fugaz desayuno porteño y me dejó con su madre/profesora que, acto seguido y como si nada, me dijo: “¿Conocés a Deleuze y Foucault? Para la próxima intentá comprarte la edición Para principiantes de ambos autores así leemos a la par”.

Ese día, cuando terminó la clase, tomé el colectivo pero no le di play al mp3. Seguía un poco abrumada con la coincidencia y preferí el ruido ambiente. Pero la canción se me activaba sola, la tarareaba sin querer. En ese momento, la letra de "Loco un poco" empezó a tomar otro sentido. La iba recitando línea a línea como un poema: “Simulando, sonriendo, sin saber qué estás diciendo”. No sé si fue la canción, las clases, o la canción más las clases las que me aclararon el panorama de lo que quería hacer los años siguientes. Me di cuenta que la danza era sin duda un lindo problema por resolver, no sólo como teoría sino también como práctica.

Poco tiempo después dejé esas clases y me aboqué a investigar con amigos, fueron unos años hermosos de mucha experimentación. Ahora, con distancia, me doy cuenta qué importante fueron esos encuentros: fue ella quien despertó mi amor por la filosofía y la importancia de estudiar a la par de hacer. Pienso qué buenos aliados son siempre la música y los textos, mientras en mi cabeza suena la letra de aquella canción: “No te arrepientas de nada y no pidas perdón/ Hay tiempo para decidir, vas a encontrar la solución.”

Florencia Vecino (Tandil, 1985). Es artista de danza. Graduada como profesora de Danza Clásica y egresada del Taller de Danza Contemporánea del Teatro San Martín. Fue becaria del Programa de Artistas de la Universidad Di Tella, del Centro de Investigaciones Artísticas y del Fondo Nacional de las Artes. Su última obra en video se puede ver en la sección Archivo Vivo del Centro Cultural Kirchner.