Desde París

Los muertos y los asesinos están ausentes, pero no la memoria que rescata a los primeros, ni la culpa y la justicia que incumbe a los segundos, ni tampoco las caricaturas con las que los terroristas justificaron el atentado contra el semanario satírico Charlie Hebdo perpetrado el 2 de enero de 2015, que costó la vida a 12 personas. Este miércoles dos de setiembre se inicia en Francia el juicio a los responsables de aquel atentado que trazó una frontera en la historia francesa y en la de París. 

Un día antes de este juicio, Charlie Hebdo puso en línea la edición que saldrá este miércoles con las mismas caricaturas que provocaron la ira de los yihadistas en la primera plana: «nunca nos achicaremos, nunca renunciaremos”, escribe Ris, el director del semanario. En otro texto, la redacción de Charlie Hebdo agrega: "reproducir esta semana en la que se inicia el juicio por los atentados de 2015 esas caricaturas nos pareció indispensable”. 



Como hace 5 años, Charlie Hebdo reedita los 12 dibujos que habían aparecido inicialmente en septiembre de 2005 en el diario danés Jyllands-Posten y luego en la revista francesa en 2006. Las caricaturas mostraban al Profeta con una bomba en lugar del turbante o como un personaje armado rodeado de dos mujeres vestidas de negro. La edición de septiembre de 2020 reproduce también en la tapa una caricatura de Cabu, uno de los dibujantes asesinados por los yihadistas, con el título “Todo esto por esto”. Se trata de una decisión enérgica por parte del semanario francés ante la cual el presidente del Consejo francés del culto musulmán (CFCM) llamó a “ignorar esas caricaturas”. Mohammed Moussaoui agregó que “el terrorismo que golpeó en nombre de nuestra religión es nuestro enemigo”.

El proceso es un juicio a las sombras: los tres responsables directos del atentado contra Charlie Hebdo, del supermercado Hyper Cacher de la puerta de Vincennes y del asesinato de una mujer policía en Montrouge no están presentes. Los hermanos Kouachi (Said y Chérif) y Amedy Coulibaly se suicidaron al final de su periplo sangriento. Estarán presentes 11 de los 14 acusados. Los otros 3 desaparecieron en Siria. De los 11 que asisten sólo uno está acusado de complicidad mientras que los otros están implicados en la borrosa galaxia de múltiples tráficos que rodeaba a los tres terroristas.

Durante diez semanas, una corte de justicia especial juzgará en París a los responsables y sus cómplices inmediatos o lejanos. Un total de 90 abogados de una y otra parte asisten al proceso donde desfilarán 144 testigos y 14 expertos. Será, además, el primer proceso por terrorismo íntegramente filmado. Aunque las imágenes no se difundirán de inmediato, las cámaras captarán el desarrollo de las audiencias como ya lo habían hecho en 1987 en el Tribunal de Lyon cuando se juzgó al criminal nazi Klaus Barbie luego de que fuera descubierto en Bolivia por el periodista Ladislas de Hoyos. En total, sólo se permitió la filmación de 11 juicios.

Muchas líneas convergen hacia este juicio que viene a representar mucho más que los hechos que juzga. El atentado contra Charlie Hebdo inauguró la década más sangrienta del terrorismo yihadista: le siguió en noviembre la ola de atentados en Saint Denis, dos barrios de París y contra el teatro Le Bataclan (130 muertos) y, en 2016, el atentado que un tunecino llevó a cabo en Niza el 14 de julio (86 muertos). Los hermanos Kouachi han sido y siguen siendo un enigma. Todo lo que remite a ellos es ausencia. En uno de los textos que sustentan las audiencias los tres jueces de instrucción escriben: «el resultado de las investigaciones realizadas muestra que los hermanos Kouachi dejaron pocas huellas detrás de ellos. Así lo muestran la telefonía y las investigaciones informáticas. Se cuidaron de no llamar la atención de los servicios especializados, limitaron sus frecuentaciones y se concentraron en su círculo familiar”. Sólo Amedy Coulibaly sembró algunas evidencias. En su entorno se pudo identificar a vendedores de armas, de autos y motos robadas y a un par de delincuentes de poca estofa. Entre estas personas se descubrió a Hayat Boumeddiene, la esposa de Coulibaly que huyó a Siria y nunca se supo su paradero exacto. Una conversación interceptada cuatro meses después de los atentados entre esta mujer de 26 años y una amiga que reside en Francia permitió corroborar que, al menos en ese momento, estaba con vida, que había integrado las filas del Estado Islámico y que, según dice en el dialogo telefónico, estaba “muy contenta viviendo entre esta gente que me cuida como a una princesa”.

Este capítulo de la historia no lo escribirán ni los culpables ni sus cómplices más comprometidos. Los protagonistas serán los sobrevivientes, los familiares de las 12 víctimas, las fracturas de la libertad de expresión, jamás restaurada desde entonces, y esa sensación siempre vigente de que los hermanos Kouachi y Amedy Coulibaly se llevaron a la tumba una forma de vivir sin desconfianza.

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