Mientras la provincia de San Juan ya retornó a las clases, siguiendo un protocolo específico, y algunas provincias analizan cómo dar ese paso, la pregunta es cómo vivirán el retorno a clases los mismos niños, niñas y adolescentes. “Así como los acompañamos cuando aprendieron a caminar y, años después, les enseñamos a salir solos, posiblemente sea necesario recordar y repetir algunas de estas acciones. Las salidas serán a un mundo diferente, con barbijos, temor al acercamiento y necesidad de distancia social”, advierte Marcela Alstchul, psicopedagoga y psicoanalista que trabaja temas de infancia.

“Todos vamos a tener que aprender un nuevo modo de encuentro. Vamos a necesitar hablar mucho, compartir lo que nos sucederá a los adultos, adolescentes, niños y niñas, porque seguimos navegando juntos”, dice, la autora de "Un psicoanálisis Jugado, el juego como dispositivo en el abordaje terapéutico con niños" y "Límites Jugados, tejiendo afectos en tiempos de desborde", entre otros.

Alstchul diferencia lo vivido en estos días de aislamiento en distintos momentos que provocaron reacciones diversas en niños, niñas y adolescentes (siempre aclarando que se refiere a niñes que no están transitando la pandemia desde condiciones socio-ambientales de vulnerabilidad). En una primera etapa, “todo era muy abstracto para ser comprendido y procesado con los recursos que tenían: para los más chicos, lo que no se ve, deja de existir. ¿Cómo explicarles que sus abuelos, tíos, primos, amigos, maestros, y tanta otra gente significativa, seguían vivos, pero no podían atravesar la puerta para ir a verlos? Que no se trataba de un castigo sino de un acto de cuidado. Ante esta necesidad de que los grandes siguieran transitando el afuera, el miedo aparecía en muchos niños y niñas: no se podía salir por peligro a enfermar y morir. ¿Cómo comprender que sus papás saldrían y volverían si les explicábamos que ellos no podían salir, por el riesgo a ser presas de la covid?”.

-¿Qué imaginarios de la enfermedad y el mundo crearon los niños, niñas y adolescentes?

-Por un lado, el temor a que “te agarre el coronavirus”, para muchos chicos tomó forma de un monstruo que puede atrapar y devorar a su víctima. El estado de alerta que se instaló, en relación a que no sabemos quién puede ser portador del virus y a quién podría contagiar, dispara fantasías aterradoras. Todo contacto corporal, que hasta hace poco era deseado e interpretado como una demostración de afecto, pasó a ser indeseable, temible, posible motivo de una cadena de contagios que produzca la muerte de seres queridos. Ante esta fantasía, ellos mismos podrían convertirse en potenciales asesinos. Escuchamos a niños y niñas con temor a que, si los adultos con quienes conviven se enferman, ellos deberían quedar solos en su casa, sin poder ser rescatados por otros adultos, porque los podrían enfermar y matar. Muchos llegan a la conclusión de que, ante una situación semejante, para cortar la cadena de contagios, deberían sobrevivir solos, más allá de su edad, hasta curarse o morir solos. Otra fantasía está vinculada con el concepto que circula acerca de la pandemia, en tanto se habla de ella como una guerra mundial. Muchos, en su primera salida, después de decenas de días de aislamiento, habían imaginado que encontrarían una ciudad en ruinas, como aquellas de las posguerras que han visto en infinidad de películas.

-¿Qué diferencias hubo con los adolescentes?

-En aquellos adolescentes para los que sus actividades sociales, culturales, deportivas, eran un ámbito de vida cotidiano, permanecer encerrados, generó en muchos casos un exceso de tensión, ansiedad o angustia. Algunos lograron crearse proyectos propios u organizar encuentros sostenidos con amigos, periódicos, por las redes. Muchos adolescentes que están atravesando un período de mayor transgresión, han ido encontrando los modos para incumplir, con o sin consentimiento de los padres para encontrarse con amigos, chicos o chicas con quienes estaban saliendo, o quienes comenzaron a conocerse por medio de las redes, durante la cuarentena, y sienten la necesidad impostergable de verse personalmente. En algunos casos, estas transgresiones implicaban riesgos importantes. Además, la posibilidad de intimidad se vio afectada. Muchos adolescentes estaban habituados a pasar horas solos, en sus casas, mientras los padres estaban trabajando, y, de pronto, estaban todos en casa: se enteran si duermen muchas horas, si comen a deshora, poco o en exceso, si se bañan o no, cuánto estudian o el tiempo que están jugando frente a una pantalla. Todo puede tornarse, en pocos minutos, en una fuente de conflicto.

-Algunos adolescentes acataron la cuarentena sin demasiadas resistencias, lo cual sorprende…

-A los que les resultaba complejo vincularse socialmente, la situación los liberó de esa exigencia y la cuarentena les proporcionó alternativas que les resultaban más cómodas, en el sentido de que no se veían expuestos a afrontar el desafío cotidiano de la vida social, escolar. Esto llevó a que muchos de ellos no presentaran resistencias, pero también nos encontramos con otros chicos en los que se manifestaron miedos que no habían aparecido en otras situaciones, o conductas más obsesivas que encontraron una vía de expresión en los protocolos de limpieza y control. Por otro lado, estamos acompañando a una generación de adolescentes, en el que el lema “me da paja”, está muy instalado, y cuando se les ofrece la posibilidad de salir, algunos apelan a esta frase, diciendo que no quieren, porque después deberían sacarse los zapatos, la ropa, lavarse las manos o pasarse alcohol, etc,. Pero muchas veces este “me da paja”, encubre otras situaciones acalladas, de angustia o temor, que da lugar a las resistencias. Estamos viendo a muchos adolescentes en situaciones lindantes con conductas depresivas, que día a día muestran mayor dificultad para despertarse, levantarse de la cama, vestirse, comunicarse.

-Ahora que se analiza la posibilidad de volver a las escuelas en algunas provincias, y teniendo en cuenta que en San Juan ya dieron el paso siguiendo un protocolo específico ¿qué debería tenerse en cuenta?

-Será sumamente importante escuchar, intentar comprender, cómo logró sobrellevarlo cada uno de los chicos y adolescentes con los que compartimos nuestra vida. Así como cada uno se adaptó al aislamiento desde su propia modalidad de aprendizaje, cada uno de ellos, lo hará de forma singular al salir. Algunos tendrán más recursos para expresar sus incertidumbres pero seguramente habrá otros, que estén más silenciosos. Es difícil escuchar el silencio y, además, en general los chicos que no arman alboroto, generan la ilusión de que “son más fáciles de llevar”. Ante el silencio, en realidad, es donde será necesario estar más atentos, con mayor disponibilidad para acompañar.

-Hay adolescentes que no han querido salir ni siquiera en las horas que podían hacerlo, otros/as se desesperan porque todo vuelva a ser como antes ¿cómo se acompaña en la vuelta a la calle?

-Va a ser necesario olvidarnos de nuestros tiempos, del apuro por retomar el ritmo “de antes”, y tener en claro que no se trata de un proceso sencillo. El hecho de que se abran las puertas, no implica que vaya a resultar placentero o fácil salir para muchos. Todo cambió. El psiquismo de los chicos y adolescentes también. Aun algunos de los que hoy anhelan salir corriendo, es posible que, llegado el momento tengan que procesar algunos fantasmas y representaciones de los que todavía no son conscientes. Otros, ya están organizando fiestas y se dejan ganar por el deseo de encontrarse “como siempre”, con amigos y parejas. A unos habrá que contenerlos y acompañarlos para que vuelvan a circular, venciendo los temores. A otros, habrá que hacerlo para que, junto con sus grupos de pertenencia, reinventen modos de vincularse, sin ponerse en riesgo ellos y que, a su vez, logren cuidar a los demás.