El locker en el pasillo cargado de fotos y flores, el pupitre vacío en el aula escolar, son signo inequívoco de una ausencia, de alguien que ya no está. En el arranque de 13 Reasons Why, la serie que Netflix subió hoy completa a su plataforma de visionado online, todos están lidiando con la misma pregunta: ¿qué llevó a Hannah Baker al suicidio? Casi todos parecen poseer un recuerdo amable o gracioso junto a la jovencita que sonríe en las fotos, casi todos expresan su pesar y perplejidad por el hecho. Pero no todo es lo que parece en esta adaptación de la exitosa novela juvenil publicada en 2007 por el escritor estadounidense Jay Asher (quien se inspiró en sucesos de su propia escuela secundaria): las “13 razones” a las que alude el título irán siendo develadas en otros tantos casetes (sí, casetes) que encuentra Clay Jensen en la entrada de su casa poco después del suicidio de su compañera. Las razones de esa muerte joven tienen que ver con trece personas de esa escuela y sus actitudes frente a un hecho puntual que no se develará aquí, pero que es el comienzo de un infierno personal que quedará claro con cada capítulo y cada malentendido. 

Las difíciles relaciones juveniles, el bullying y su variante cibernética, la fragilidad del ambiente educativo, podrían conformar el típico cóctel de “drama escolar” tantas veces visitado por la televisión y el cine estadounidenses, pero los showrunners Diana Son y Brian Yorkey supieron imprimir algunos giros interesantes. Y acertaron en el casting: hay una buena química entre Katherine Langford (Hannah) y Dylan Minnette (Clay), el dúo que es centro de una historia que va abriéndose a personajes no-tan-secundarios en el trágico desenlace. Y se ejerce un curioso cambio de roles, ya que en el arranque es Clay quien parece el típico pibe retraído y Hannah la chica fuerte que parece tener las cosas más claras. Lo inestable de todas esas relaciones, el cóctel que se irá gestando a lo largo de la serie para llevar a Hannah a la muerte, es lo que irá surgiendo de esas anacrónicas cintas, tan ajenas a la cotidianeidad de omnipresentes celulares –que tienen su rol en la tragedia– que Clay debe birlarle un viejo walkman a su amigo Tony para saber qué es lo que le ha legado su amiga desde el más allá.

En la mañana de Miami en que este diario tiene pactado un encuentro con Minnette, el diario USA Today se encarga de poner espesor con una noticia de primera plana que habla de una adolescente afroamericana que, harta de los maltratos de su madre y el rechazo de sus pares, se ahorcó en un baño y lo transmitió por un streaming de Facebook. Cuando se le muestra el titular, el joven pero ya veterano actor –allá lejos y hace tiempo fue el hijo de Jack Shephard en Lost– suspira y coincide: “Ya ve, esta serie lidia con cosas muy reales, muy presentes entre la gente, cosas que suceden todos los días en todo el mundo.”

–En ese contexto, ¿qué clase de cosas cree que puede provocar 13 Reasons Why en la audiencia?

–Aun haciendo algo que tiene que ver con el entretenimiento, somos muy conscientes de con qué estamos lidiando, y lo hacemos con las mejores intenciones de estar representándolo con fidelidad. Porque realmente queremos crear consciencia. Que la gente que sufre necesidades como Hannah tenga la posibilidad de ver que hay muchos caminos abiertos que pueden tomar, y que hay muchas personas que están dispuestas a ayudar, que hay otras opciones que el suicidio. El show muestra el modo en que algunas personas hieren a Hannah, porque cualquier cosa que decimos puede tener un efecto de vida o muerte en alguien. Y creo que es fantástico que muestre eso, el modo en que podemos cambiar en nuestra manera de tratar a otros. Lo último que uno quiere es que una vida termine por algo que hayamos dicho o hecho. Hay muchos significados ocultos, muchas cosas para observar, que pueden tener un efecto en el modo en que nos relacionamos con los demás. Que algunas personas puedan verla juntos, o al mismo tiempo, y eso provoque conversaciones que excedan al show, que hagan que la gente medite en cómo lleva su vida. O que simplemente hablen: me parece que ya es bueno que la gente solo hable. Que haya una conciencia de que estas cosas suceden mucho más a menudo de lo que la gente cree o sabe. 

–Parece exagerado decir que algo que uno dijo puede provocar una muerte, pero en la serie hay toda una serie de pequeñas cosas que producen grandes efectos.

–Claro, y eso es algo que está en las cintas de Hannah: “Vos no podías tener idea de lo que estabas produciendo, del efecto que eso producía en mí, ¿cómo podías saberlo?”. Es así, y de hecho alguien en un episodio dice exactamente la línea, “tenemos que tratarnos mejor”, y es una buena síntesis. Es tan simple como eso. 

–En los primeros episodios se tiene la sensación de que su personaje es el “pibe raro” de la clase y Hannah es fuerte. Hay una paradoja allí,  cualquiera podría pensar que es Clay el que está en riesgo de tomar una mala decisión.

–Es cierto, es muy interesante ver la introducción de los personajes, en los flashbacks, porque se ve a una Hannah muy firme y Clay es el pibe tranquilo, el que siempre quiere agradar. Clay empieza a abrirse en su relación con Hannah: ella muchas veces lo sacude, le dice “no podés hacer eso”, porque él comete muchos errores, como cualquiera. Pero Hannah es la que tiene un pasado oscuro y Clay no tiene ni idea, es interesante ver lo que sucede...

–Al cabo, es una ficción sobre transformaciones humanas.

–Todos los personajes atraviesan algún tipo de transformación. Y es interesante, porque si cortás y dejás solo las escenas de Clay y Hannah juntos y hacés una película de eso, es la más triste historia de amor que podés contar. Es trágico. En 13 Reasons Why hay un muy buen trabajo de los creadores y guionistas: todos los personajes que aparecen en los casetes se desarrollan de un modo que terminás conociéndolos a todos, hasta teniendo cierta empatía con ellos aun cuando no deberías tenerla. Le han dado profundidad a los personajes, de algún modo podés entender su dolor por estar en esas cintas, y por qué están y dónde están con respecto a eso. Es algo que me atrajo al leer los guiones, fue “Wow, no esperaba que este personaje hiciera eso, que fuera a tener esta clase de escena”.

–Lucen reales.

–Son reales, personas que se sienten así. Ninguno de estos personajes es solo un apunte en la historia, un matiz de un programa adolescente, son personas verdaderas.

–Ese era el principal riesgo, ¿no? Ambientar una serie en una escuela siempre conlleva el peligro de caer en estereotipos. El típico pibe retraído, la típica chica conflictuada, el típico acosador...

–Claro, y eso es lo que me impulsó a hacerlo, y me siento muy orgulloso de estar involucrado. Pero sabía que iba a ser así por la gente que está involucrada en esto, gente como el director Tom McCarthy, y fue exactamente lo que sucedió. Cuando se trata de contar una historia que se sienta real y verdadera, y que tenga sentido, tenés que presentar personajes creíbles. Necesitás empatizar con gente como Hannah y Clay, que te hagan sentir algo cuando los estás mirando. Especialmente porque pasás mucho tiempo con estos personajes en el tiempo presente, después de que se conoce el contenido de las cintas. 

–Uno de los éxitos recientes de la TV es Stranger Things, donde no hay celulares ni Internet. Aquí hay una combinación de la obsesión por las redes sociales y algo tan perimido como el casete. ¿Por qué esta fascinación con cosas obsoletas? Es muy gracioso ver a Clay azorado con el radiograbador del padre... 

–Me encanta, me parece que es muy llamativo presentar estas cosas sin tiempo en el contexto de un show que, a diferencia de Stranger Things, transcurre ahora, en 2017, y tiene el objetivo de llegar a una audiencia más grande, y apela a esa clase de cosas, a las cintas de casete y la banda de sonido...

–¡Que es extraordinaria!

–Sí, ¿no? ¡Es buenísima! Son cosas que te hacen sentir cerca, que de pronto pongan un casete en el Mustang de Tony y suene Joy Division, y más tarde The Cure. Incluso situar ese Mustang, con ese sonido de motor, tan al viejo estilo, en un show que transcurre en el tiempo actual, es fantástico. 

–Durante mucho tiempo las series de TV fueron consideradas una suerte de “género menor” para el actor, apenas un escalón para tratar de llegar al cine. Pero en términos de producción hoy compiten de igual a igual. ¿Cómo ve esta nueva era de la televisión?  

–¡Es fantástico! En términos de las cosas que vemos, los shows de TV van a estar al tope, porque pasamos mucho tiempo con esas historias, esos personajes. No digo esto porque esté en un show de Netflix, creo realmente que es maravilloso que haya gente como la que está en la plataforma, que le da libertad a realizadores, guionistas, profesionales realmente muy talentosos para que hagan el mejor producto posible; le dan libertad y tienen una fe absoluta en el proyecto, en que esas personas harán el mejor trabajo posible. Y se eligen muchos más proyectos que hace diez años, con más libertad que hace diez años. Siendo parte de un show mi visión no es la de un outsider, pero también es cierto que hace un año ni me planteaba la posibilidad de estar en una serie de televisión; tener que comprometerme a ese nivel, demasiado tiempo de trabajo, lejos de casa... Pero es un momento realmente muy excitante para ser parte, y verlo desde adentro me permitió entender lo asombroso que es. Estar involucrado en el trabajo con la clase de gente que lo hace me convence de lo bueno que es formar parte de ello... y que esto solo puede mejorar.