“No me escondo. No pido perdón. No tengo pudor. Soy la deseante”, escribe, recita y canta Luciana Peker al ritmo de la cumbia de Tita Print, con letra inspirada en la poesía “Soy la deseante”, con la que da cierre a su último libro Sexteame. Amor y sexo en la era de las mujeres deseantes (Paidós), al que resume como “la defensa del deseo y la alegría”. Con más de veinte años de trayectoria periodística especializada en género, la autora de Putita golosa. Por un feminismo del goce y La revolución de las hijas vuelve otra vez sobre la necesidad de reivindicar a las mujeres como sujetos activos de derechos y deseos, a contramano del destino que el sistema moldeó para ellas. “La necesidad de escribir sobre sexo y amor surge de las entrañas, porque veo de manera muy clara que la revancha hacia las mujeres, por parte de algunos varones, viene por ese lado”, asegura Peker, quien comenzó la escritura antes del estallido de la pandemia, aunque eso no le impidió incorporar también un análisis de la coyuntura.

Precisamente, el título elegido que hace alusión directa al sexting, o sexo virtual (recomendado oficialmente como una práctica segura en medio de la cuarentena), se lanza como disparador para repensar los vínculos en tiempos de distancia corporal, más allá de la virtualidad. “Sexteame significa 'Vení y escribime'. Es la idea de una mujer avanzando y haciendo una propuesta activa pensando en otro o en otra. Además, es una palabra que tiene un lindo juego de palabras entre el sexo y el 'te amé'”, comparte la escritora y periodista que reflexiona sobre estos temas en el programa de radio Lo intempestivo (lunes a viernes, de 11 a 13, por Nacional Rock 93.7) junto con Darío Sztajnszrajber, con quien también se presentará desde el escenario del Konex, vía streaming, para hablar de deseo, monogamia y orgasmo en Deconstruir el amor en cuarentena, este domingo 13 a las 18. “Hoy que es más difícil el encuentro personal, el sexteo ganó un lugar impresionante. Y lo que más me gusta es que propone un juego de palabras, porque en momentos de tanta angustia como éstos hay que apostar al juego”.

-Sobre la realidad actual advertís que hay un “corralito sexual”. ¿Qué consecuencias va a traer esta situación en los vínculos?

-Hay que entender que una cuarentena tan larga, donde en los papeles, aunque no pase en la realidad, sólo pueden tener sexo quienes viven bajo el mismo techo, es un impacto social y sexual muy fuerte. La cuarentena desnuda la fragilidad del mundo y hay una situación que ya es apocalíptica. Estamos en el límite de un sistema de modos de producción y también de producción amorosa. Hay que hacer una apuesta para reencontrarnos sexual y amorosamente, porque no creo que se pueda seguir con este sistema, aunque tampoco esto quiere decir que tengamos que volver a la familia conservadora y clásica. En las redes sociales y en las calles, en la Argentina y en el mundo, está ganando terreno una derecha muy rancia, porque frente a la sensación de que no hay futuro, sólo aparece como una opción la idea del pasado. Y a mí no me parece que eso sea una opción, como tampoco lo es el presente. Por eso hay que construir un futuro, donde me interesa que haya un modelo donde tengamos amparo, goce, cuidado y esperanza, y no sexo descartable.

-A propósito, en el libro das cuenta de que el descarte y lo que llamás “sexo carilina” es habitual en las relaciones sexoafectivas actuales. ¿Cuáles son los motivos que imposibilitan el encuentro afectivo genuino?

-Hay una ruptura en la posibilidad de encontrarse, y esto no quiere decir que no haya muchas personas que tienen una pareja convencional, u otras que han encontrado formas amorosas nuevas. Pero hay todo un mundo de personas que están solas o con relaciones sexuales ocasionales, donde el problema no sería la fugacidad sino que realmente hay mucho destrato, crueldad y una enorme barrera que impide generar vínculos. Esto es algo que me cuentan las lectoras, que me escriben por Instagram o a mi correo, y que llaman a la radio. Los mensajes son clarísimos. No hay ni una sola mujer que te diga “Yo avancé a un varón y me fue bien”. La sensación de angustia sobre lo que sucede es muy generalizada. Creo que esto tiene muchos factores, pero sin lugar a dudas, y para sintetizar, tiene que ver con que los varones heterosexuales no se están bancando el avance de las mujeres deseantes. Ahí hay una crisis muy grande en la emocionalidad y en la sexualidad, que genera aislamiento, dolor y una nueva culpabilización de las mujeres por sentir que si avanzan eso las aleja de la posibilidad de gozar o de encontrar con quién disfrutar.

-¿Por qué hay varones que no pueden vivir este avance de las mujeres como una liberación del mandato cultural de ser quienes siempre deben tomar la iniciativa?

-Ese es el gran problema. A los varones que son violentos, y tienen un machismo exacerbado, el feminismo no viene a hacerles un favor sino todo lo contrario. Pero sí creo que las mujeres deseantes vienen a liberar a los que tienen buenas intenciones y son capaces de cuestionarse y escuchar. Porque no creo que todos los hombres sean iguales. Y creo también que puede haber varones desorientados, y ese es un punto que hay que admitir después de haber hecho una ruptura de la estructura amorosa tan fuerte como la que hicimos. Pero no podemos negar que existe un fenómeno social de ruptura del encuentro, y hacia ese lugar hay que tejer puentes. Para eso tenemos que escucharnos, y ese es un camino que no han hecho los varones. Es muy difícil encontrar un varón que lea a periodistas o autoras mujeres que piensan de manera lúcida, vital y moderna sobre el sexo y el amor. Hay que tejer puentes, pero los varones tienen que dar el primer paso y mostrar una postura activa para escuchar y leer los planteos que se están dando.

-¿De qué manera influye la virtualidad, con las redes sociales y las aplicaciones de citas, en los nuevos vínculos amorosos?

-La virtualidad implica una sobreoferta en el mercado amoroso y eso genera la sensación de que hay demasiado para elegir, sobre todo para los varones heterosexuales, porque ellos siguen teniendo más ventajas en ese terreno. La cantidad de mujeres disponibles en las redes de levante, como Tinder o Happn, hace que los varones tengan un exceso de comodidad, y ahí aparece la posibilidad del descarte y de que nadie tenga brillo propio u originalidad. Sin dudas, esto incide en la depreciación de las personas, del encuentro y su valor singular. Pero tampoco demonizo a estas redes, porque hay muchas mujeres que están encerradas en un matrimonio, o en una pareja, y que no pueden conocer a nadie, y a través de esos medios pueden conocer un montón de gente. No creo que esté mal su uso, pero hay que entender que estas reglas virtuales no son neutras y contribuyeron a la depreciación del encuentro sexual y a replicar las actitudes despectivas de los varones.

-En el último tiempo se instaló el concepto del “poliamor”. ¿Es una reivindicación del amor libre o es otra forma de enmascarar esa práctica del descarte?

-Entre las rupturas que el feminismo y la diversidad sexual hacen de los usos del amor para el sometimiento, están el cuestionamiento a la monogamia, a la propiedad y al sistema tradicional de la familia y el amor. Pero también existen varones que usan estos argumentos del poliamor para imponerles a las mujeres relaciones en las que ellas van a estar en clara desventaja, o en las que van a tener que aceptar situaciones que no quieren ni desean con la excusa de que ahora sería feminista aceptarlas. Por eso me parece importante diferenciar las dos cosas. Una situación es que se cuestione legítimamente a los sistemas amorosos establecidos donde el deseo sólo está puesto en una persona, y otra es que se convaliden nuevas formas de crueldad o que se les imponga a las mujeres estándares que ellas no quieren o no pueden tener, como aceptar relaciones donde haya otras personas. Yo veo extendidamente ese uso donde se replica la crueldad y el descarte de los varones hacia las mujeres a través de la legitimidad del poliamor.

-En Sexteame decís: “Nos animamos a deconstruir el amor para tener esperanza en construirlo mejor”. ¿Qué implicó ese proceso de deconstrucción?

-Deconstruir el amor es nuestra mayor bandera, porque el amor que nos vendieron es uno en el que las mujeres somos víctimas de violencia. Por eso deconstruimos la idea del crimen pasional y de que nos mataban porque nos querían demasiado, y ahí hablamos de femicidio. Y también tiramos abajo la idea de vincular el amor a las tareas domésticas, y por eso uno de los lemas del feminismo es: “No es amor, es trabajo”. Cuando pedimos tiempo, dinero, salud y placer, tiramos abajo mitos del amor que nos impedían acceder a esos derechos. Y en esto no hay marcha atrás. No vamos a aceptar que nos digan: “Si quieren amor, dejen de denunciar violencia y dejen de pedir igualdad salarial”. Deconstruimos completamente el amor, y ahora el trabajo de la construcción es volver a pensarlo, y los varones tienen que escuchar. No tenemos por qué pagar el precio de quedarnos sin amor por romper los códigos que nos sometían.