"Hay que irse ahora. Ni antes ni después. Ahora". Así canta la épica voz podrida del Pato Larralde en "Humo eléctrico", canción distópica que abre un álbum ya clásico del heavy metal argentino, hoy de escucha urgente: El último árbol sobre la tierra (2012), de la banda Sauron (https://sauron.bandcamp.com/album/el-ltimo-rbol-sobre-la-tierra). Quizás con esa música en sus oídos, y sin duda en diálogo con sus letras, el investigador académico del heavy metal Juan Ignacio Pisano escribió El último Falcon sobre la tierra.  

Es su primera novela y acaba de salir finalista del Premio Novela Medifé Filba (jurado: Eugenia Almeida, Luis Chitarroni y Beatriz Sarlo; crucemos los dedos o pongámolos en forma de cuernitos, el mudra que mejor funcione). Había sido publicada en 2019 y en Rosario por Baltasara Editora. La publicación fue el premio a la obra cuando resultó ganadora de la convocatoria de novela que lanzó dicha editorial en 2018. Sin embargo, parece haber sido escrita ayer o pasado mañana, en estos días que masifican hacia los sectores medios de la sociedad la rutina de pura subsistencia animal que el sistema capitalista le viene imponiendo con mano de hierro policial a la ciudadanía marginada, desde hace ya muchos años. El futuro post-apocalíptico que la novela dibuja, en trazos de una precisión imaginaria y una tensión narrativa tales que al leerla se vislumbra la película (con el Pato Larralde en el papel del barbudo abuelo ciego, ex piloto de Turismo Carretera, y la música de Sauron o de Los Antiguos en la banda de sonido) es ya, es hoy.

Ya desde el sintagma o frase del título se mapea un mundo, se bosquejan unos linajes culturales y se plantea una posición. "El último..." es un comienzo de letra de tango ("El último organito", "El último café"); el Falcon (verde), un siniestro ícono tan distintivo de la última dictadura militar que borró de la memoria colectiva otros vehiculos usados por los represores. Pisano no le cambia el modelo sino el signo, lo transmuta de verde muerte a fogoso rojo, le recorta la marca Ford que resuena a línea de montaje o cosas peores, y lo va llevando día a día, capítulo a capítulo, hacia el centro de la trama. La acción transcurre a lo largo de nueve capítulos en nueve días casi idénticos que parecen un fragmento de la eternidad en el primer círculo del infierno (donde sólo los inocentes padecen) pero que también son como los nueve meses de gestación de un final abierto, que se va tejiendo por entre la cerrazón de diversas discapacidades e imposibilidades. 

Los tres protagonistas arman una familia ensamblada formada por cuatro generaciones donde brillan las ausencias. Al "abuelo" le sigue un vacío. La narradora protagonista del libro es su nieta, ex futbolista, ex docente, tía al cuidado de una sobrina autista, de él (que no se explica cómo se quedó ciego, pero se habla de "ojos lastimados"), de la casa, de una perra de presencia intermitente y de un intento de huerta siempre sumida en la humedad post-diluviana, donde una plantita de tomate representa la esperanza. Hay por supuesto otras plantas: los "cogollos" que le sirven de alivio a falta de una cultura popular o de espacios de encuentro comunitario, que están completamente ausentes. 

La única ley es la de los "wachines" esbirros de los caudillos, quienes compiten con "los azules" en el ejercicio de la violencia y el abuso de poder. Algunos son favorecidos por estos "azules", quienes vigilan los camiones estatales que reparten comida cada tres días y eso es todo. El presente, "el presente desdichado de las cosas", contempla con nostalgia un pasado más humano, y con terror un futuro que amenaza con la muerte por hambre o por crueldad: "La esperanza, hoy, no se mide por el tamaño de aquello que la despierta sino por el modo en que rechaza la llegada de algún peligro inminente". La energía (baterías) circula merced a un mercado negro sustentado en el intercambio de favores: la narradora es escriba obligada de una de las facciones, por intermedio de un mudo sin edad llamado Perú. La ciudad queda allá arriba y los expulsó hace mucho.

La prosa que narra o más bien construye este mundo es de frases secas, acordes con la escasez reinante, como si la voz se estuviera quedando sin aire; hay fugaces instancias de vuelo poético y breves, parcos diálogos de un coloquialismo verosímil. No hay más, porque la sociedad ha estallado de odio y vergüenza: "Cinco, diez metros adelante va Patricio. Éramos compañeros en la escuela. Fue novio de Amalia, la que fue mi mejor amiga hasta que se enteró de que me gustaban las mujeres y su mamá no la dejó verme más. Patricio camina mirando el piso. Tiene la barba crecida y desprolija, rubia, un poco canosa. Lleva de la mano a una nena que tal vez sea su hija. Ema la mira con curiosidad, pero la nena se aparta. No hablan. Nadie habla". El ritmo es hechizante como el metal. 

En esta prosa, y en el universo distópico realista que configura, late el espíritu ideológicamente crítico y de resistencia del heavy metal argentino, género musical popular acuñado en el conurbano bonaerense, donde hoy se ha ensañado la guadaña pandémica que el libro parece prefigurar: "Siento que nos vamos a morir todos pronto o que este mundo de mierda nos va a expulsar más lejos de lo que ya estamos en esta marginación general; desechos que la Ciudad Alta no quiere ver desde esa altura que les impidió inundarse como nos inundamos todos los demás, que éramos los más pero ahora ya no entramos en ninguna cuenta, con la mierda flotando alrededor y que de a poco, muy de a poco, fuimos desplazándonos hacia los bordes, cada vez más lejanos y abandonados; sobrevivientes que perduramos comiendo lo que nos dan, mientras nos arrastramos hacia el siguiente margen, la otra orilla, y contrabandeamos energía".

Licenciado en Letras por la Universidad Nacional de Buenos Aires, Juan Ignacio Pisano (Buenos Aires, 1981) pertenece, junto con otros integrantes de las facultades de Filosofía y Letras y Ciencias Sociales de la UBA, al Grupo de Investigación Interdisciplinaria sobre el Heavy Metal Argentino (GIIHMA), fundado en 2013 y cuyo espacio abierto de comunicación https://www.facebook.com/giihmargentino/ tiene 5.600 seguidorxs. 

El GIIHMA lleva publicados dos libros de ensayos de varios autores (entre ellos, Pisano) que fueron compilados por Emiliano Scaricaciottoli. El primero, Se nos ve de negro vestidos. Siete enfoques sobre el heavy metal argentino (La parte maldita, 2016) se editó hace poco en inglés por el sello editorial Intellect en Inglaterra y Estados Unidos, como Heavy Metal Music in Argentina. In Black we are seen. El segundo libro fue Parricidas (2018). Hace pocos días, del 4 al 6 de septiembre, y con el apoyo de diversas instituciones académicas, el GIIHMA organizó y llevó a cabo las primeras jornadas de debate: "Por una nueva cultura pesada en el metal argentino y latinoamericano". 

Con miles de seguidores, se dieron en vivo por Facebook y You Tube, y están colgadas en la página de Facebook arriba citada: un esfuerzo serio de visibilizar y hacer oír "el metal", que en Latinoamérica la pelea desde hace décadas por fuera del mainstream y con excelencia, y cuyas nuevas generaciones reivindican causas como la igualdad entre géneros, las disidencias sexuales y la lucha por el medio ambiente, como puede apreciarse en los videos musicales que animan cada una de las tres jornadas.