Miró la hora. Era tarde, muy tarde. Era el momento de marcharse de la reunión en la que estuvo con gente conocida y pandémicamente distantes. También estaba saturada de tanta conversación ajena volando sobre la mesa.

La pandemia vino a agravar su situación. Sin trabajo y con pocas monedas en sus bolsillos y con precios que suben para no llegar. Su finitud, es la eternidad del tiempo de hierro en el que habita.

Juana, la desconversada. La realidad pandémica la desconversó. Los vínculos sociales en tiempos de huida se derrumbaron: sin trabajo, a punto de ser desalojada, sin dinero presente y sólo futuro de bolsillos escasos.

Las palabras de Juana han sido confiscadas por la injusticia social y ambiental. Gran parte de las herramientas y dispositivos sociales de inserción se han pulverizado. La han pulverizado. ¿De qué conversar cuando las vocales no se juntan en palabras y donde las consonantes ya no son consonancia de nada? La materialidad de la realidad enmudece a Juana, porque las palabras son materia. Si hay escasez, las palabras son fagocitadas.

Ella siempre supo el qué hacer. Supo también del sapere aude kantiano y leyó a Freud en el malestar y a Lacan y antes, mucho antes a Hegel. ¿Y ahora?  Juana ha quedado desconversada. ¿Cómo participar de conversaciones sociales si ha quedado fuera de todo espacio de integración? Sin trabajo, sin ingresos, sin contacto, aislada y distanciada. Y, encima saturada por el trabajo doméstico gratuito de su casa, ella que necesita hoy más que nunca de un sueldo. Lo que trajo la pandemia en particular, es el aislamiento y el distanciamiento connotativamente para las mujeres, también más violencia de género.

En la neomodernidad la expansión de la conversación de las personas tuvo su vinculación con el desarrollo de la materialidad de la palabra. La palabra es materia. Por ende, la metabolización social de los distintos niveles y relaciones de producción en sentido lato, actualmente se encuentran en un franco proceso de deterioro conversacional. La pandemia enmudeció la conversación de los vulnerables. La gran conquista popular de la conversación comunitaria está trunca. Juana lo sabe y lo sabe bien, porque es víctima. La tecnología no es conversación, es contacto sin trascendencia.

Marshall Bergman nos ha indicado y con razón, que la modernidad se caracteriza por las contradicciones. La desconversación es la más contundente contradicción porque ha vulneralizado aún más a las 6 mil millones de personas pobres en el mundo pandémico. Este oxímoron se presenta porque se supone que la palabra debería construir conversación y hoy en muchos lugares está muda entre otras cosas por la angustia, la soledad y la cultura pandémica de la Covid 19. Esta contradicción no la vamos a solucionar con el Estado odontológico, como señalaba, en otro contexto, el sociólogo Zymunt Bauman. Metafóricamente no es con el dolor bucal que las personas excluídas y desconversadas van a recuperar la conversación. El Estado odontológico es consuetudinariamente injusto, tristemente violento y aburridamente reiterado a lo largo de la historia.

Tampoco la contradicción será superada por alguien iluminado. Freud, cuando realizó el trabajo sobre el estudio psicológico del presidente estadounidense Woodrow Wilson, señalaba críticamente que éste se consideraba elegido por Dios. Como vemos, en el mapa de la Covid 19 no hay personas elegidas. Sí las hay, privilegiadas y muchísimas excluídas, como las 300 mil personas desocupadas en el país en lo que va del año.

Juana llega a su casa luego de la reunión desconversada donde estuvo presentemente ausente. Antes de acostarse vio algo nuevo no bueno: en el capitalismo ya no sólo hay lucha de clases, ya no sólo están los desclasados sino que también están los desconversados.

No va hacer el Estado odontológico neoliberal de mercado, falazmente republicano y sustantivamente violento de injusticia social, el que amparará a Juana. En el planeta pandémico donde un millón de personas se suicidan anualmente por depresión nerviosa, de los cuales 300 mil es por violencia laboral, sólo el bonapartista Estado de Bienestar Social de Gestión de Fragilidades es el que amparará a todas las personas. 

Volver a conversar es empezar a transformar.

 

(*) Cientista social