Miles de simpatizantes de Mauricio Macri salieron ayer a la calle, mucho más en la Ciudad de Buenos Aires que en el interior, para apoyarlo. Lo hicieron con la consigna de la “defensa de la democracia” y en contra de lo que descalifican como manifestaciones “políticas” de las últimas semanas, a las que denunciaron como “destituyentes”. La mejor síntesis del espíritu con el que se manifestaron la hizo el propio Presidente. “Qué emocionante es lo que acaba de pasar en todo el país”, dijo en un video que difundió tras la movilización y remarcó que quienes marcharon lo hicieron “de corazón, sin que haya habido colectivos, ni choripán”.

Minutos antes de las 18, hora de la cita gestada desde las redes sociales bajo el nombre de #1A, un centenar de señoras bien maquilladas, con banderas argentinas, corea “Venezuela, Venezuela” en Plaza de la República.

–¡Viva la Argentina, carajo! -les responde un vendedor de mates y su compañera revolea medio limón.

–Tranquilas, vamos a llamar a las fuerzas del orden -anuncia la mujer que maneja el megáfono.

Un grandote tostado amaga con pegarles pero da marcha atrás. Las mujeres, con risas nerviosas, huyen al sector sur de la plaza. Un hombre de unos 70 años, bandera argentina en los hombros, se acerca a los vendedores y les muestra un viejo carnet de periodista. “FAR, Montoneros y el ERP siguen existiendo”, les explica con tono de maestro. Un flaco con rastas lo mira como a un ovni.

El Obelisco fue el punto de concentración. De allí los manifestantes marcharon a Plaza de Mayo. A diferencia los cacerolazos para denostar al gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, en los que muchos porteños elegían las esquinas emblemáticas de sus barrios para manifestarse, esta vez la mayoría eligió ir directamente al centro. La Policía de la Ciudad calculó que fueron 25 mil personas.

La cuadras de Diagonal Roque Sáenz Peña que van del Obelisco a la Plaza de Mayo comenzaron a poblarse pasadas las seis de la tarde. Todos ingresaron por allí, desde la zona norte. Por la Diagonal Sur casi no entró nadie. Apenas se podía ver un redoblante y un bombo con una cartulina pegada que decía “Democracia”.

–Tenemos que luchar no sólo por nosotros sino por todos los pueblos de América Latina –arenga ahora la mujer del megáfono, que le presta a un joven.

–Tienen que luchar por la democracia, para que no vuelva el populismo a la Argentina –dice el venezolano. Lo aplauden. “No queremos estar acá, sólo que tenemos mejores oportunidades”, explica. Las señoras, que no explicitaron su visión de los migrantes, corean Argentina-Argentina y aplauden a un micro amarillo sin techo con turistas que saludan.

–¡Basta de peronistas! Lo único que saben es hacer  huelga y voltear gobiernos –grita un muchacho que heredó el megáfono.

–Vagos, laburen –lo aprueban.

Una morocha curtida, pucho en boca, grita “Si-se-puede, si-se-puede”. Las damas la miran de reojo, con desconfianza, y optan por ignorarla. Más lejos se escucha “No-tenemos-miedo”.

–El bombo conmigo no va –advierte una señora a su compañera. De chorizos, ni hablar. Lo único que se vende, a cien pesos, son banderas de Macri y Vidal.

Escenas del estilo se repitieron en el interior, sobre todo en los principales centros urbanos. Hubo manifestaciones en ciudades como La Plata, Córdoba, Mar del Plata, Santa Fe y Rosario. Allí el punto de encuentro fue el Monumento a la Bandera y como en todo el país la convocatoria dividió aguas entre los referentes políticos de Cambiemos que –en muchos casos– no estaban de acuerdo con impulsar la movilización.

El Gobierno, que disimuló su rol en la convocatoria a la manifestación, buscó luego capitalizarla. Lo hizo Macri en el video que cerró con un “sí se puede” y en el que celebró “que tantos creamos que tenemos un futuro por construir, que juntos vamos a generar las oportunidades de progreso para nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos, en base a la verdad en base a poner cada día lo mejor de cada uno de nosotros”.

“Hemos crecido como pueblo y, más allá de las diferencias, siempre estaremos unidos para defender lo que supimos conseguir”, escribió Gabriela Michetti en Twitter, donde también se manifestaron Elisa Carrió, María Eugenia Vidal y el propio Macri. Los tres coincidieron en ilustrar sus publicaciones con fotos del sector de Plaza de Mayo donde se juntó la gente: el de la esquina de la Catedral y la vieja sede de la jefatura de Gobierno de la ciudad.

Al llegar allí las señoras ven más gente de la esperada, se emocionan, aplauden, se envalentonan y cantan desde la tripas: “No-vuelven-más / No-vuelven-más”.

–Esto es como un 25 de Mayo: la liberación de la mediocridad que nosotros arrastramos –explica Alda.

–¿Quién conforma el nosotros?

–Los que creemos en el cambio, los que estamos cansados de que corten calles.

–Ahora colapsó –admite su compañera, Adriana, cuando el cronista le muestra la avenida cortada– pero es sábado –minimiza.

–¿Cómo vio las últimas marchas?

–¡Nada que ver! ¿Docentes cortando calles? Un maestro tiene que ser un señor.

–¿Y el repudio al terrorismo de Estado?

–¡Tampoco! Acá la cuentan cambiada. ¿Viste quién estaba en el balcón?

–Pasé por Moreno y vi capuchas y palos –apunta Alda.

–¿De qué medio sos? –indaga Adriana.

–PáginaI12.

–Ahhhhhh –se retuerce.

–¿Se siente bien?

–Ya te lo dije todo –huye.

–Esto es por la democracia, porque no van a volver los chorros –arranca una jubilada que también se llama Adriana.

–¿Ve la democracia en peligro?

–Sí, piensan que la plaza es de ellos y no, es de todos. El 24 no pude venir. Tengo un familiar desaparecido pero sabía qué me iba a encontrar: que iban a reivindicar la guerrilla –explica. Sobre los sindicalistas dirá que “son todos chorros, se les va a terminar” y los diferencia de los trabajadores.

–¿Está bien que reclamen? ¿Empeoró su situación?

–La pobreza venía de antes. Todo sigue igual.

–Esto es un acto de civilidad, no tanto de apoyo a Macri sino por el cansancio del patoterismo. Los peronistas se sienten dueños de la Argentina –dirá Gustavo, que fue en bicicleta, se presenta como “emprendedor” y a quien le “encanta Vidal”.

–¿Le gusta cómo lleva la negociación con los docentes?

–Eso es más político que otra cosa. Mi mujer es maestra y no faltó ni un día. Tienen que pelearla pero en las aulas –sugiere, y vuelve al peronismo: “Si Massa llega que sea como peronismo light”, explicita lo tolerable.

–Yo trabajaba acá a media cuadra –intercede una señora que escucha el diálogo–. Los montoneros repartían volantes de cómo hacer bombas –dice.

–¿Cuál sería la relación con el presente, señora?

–Bueno, acá estuvo Bonafini, la izquierda… ¡Tenemos memoria! –levanta la voz.

–Esto se pone denso, amigo –murmura una voz cercana. De fondo se escucha “nadie–nos–pagó, nadie–nos-pagó”.

El cronista busca una alguna voz joven, clara minoría. “Estoy porque me parece que tratan de voltear a un gobierno elegido por el pueblo”, explica Santiago. Como indicio menciona la frase de Pablo Micheli que anunció marchas hasta que caiga “el modelo económico”.

–¿Interpretás las marchas recientes como intentos de voltear a Macri?

–Son palos en la rueda –elige las palabras–. Todos estamos mal, pero hay que bancar –propone.

–Tengo 77 años y quiero ver terminar un mandato de un gobierno no peronista –confiesa Saúl. Su esposa asiente con la cabeza.

La multitud que camina por plaza y gran parte de Diagonal Norte corea “si este no es el pueblo, el pueblo dónde está”. A falta de líderes la aparición de un dron genera emoción, un aplauso y cientos de manos que se elevan para saludar al aparatito que los registrará sin culpa cortando las calles.