Es muy tarde para mate, si fuera tinto le digo que sí (risas). Bueno, ustedes dirán.

Acá mismo, precisamente en este lugar yo estaba. Allá donde ve aquella empalizada, estaban los puentes cerealeros antes del Mal. Yo estaba igual que hoy, así como me ven ahora. Un par de canas menos, eso sí (risas). Y bueno, estábamos haciendo las maniobras habituales. "Haciendo", dijo el mosquito (risas). Yo le daba indicaciones a los cargueros que estaban de arribada y a los que se iban, cosas de todos los días.

Allá, mire justo donde está la torre de lo que era Celulosa Argentina. Si quiere le presto los binoculares (silencio). Ah, claro, tiene el zoom. Bueno, si se fija ahora que el río está bajo, van a ver ahí unos fierros que sobresalen.

Esos son el buque claro, el de la empresa Conti Lines, que se hundió al momento del Anuncio, se ve que algún perejil se distrajo con la Cadena Nacional (silencio).

No, no trascendió el naufragio porque hubo tantas noticias que un barco más un barco menos, no hacía la diferencia. ¡Pero el ruido que hizo, madonna mía! Como un terremoto fue. Yo estaba justamente haciendo la guardia, y me lo vi todo al hundimiento. Fue justo mientras estaba hablando nuestro presidente, que todos los aparatos como por arte de magia empezaron a transmitir la cadena nacional y se ve que hubo un despistado, y bueno, el buque se fue a pique. Se lo tragó el Paraná.

Y bueno, después del Anuncio, estuvimos reorganizando, porque hubo tripulaciones extranjeras que no quisieron colaborar. Otras que sí, y se hicieron esos viajes que usted dice. Primero para eliminar los cereales que estaban contaminados y mientras tanto acá, en los puertos, hacíamos la limpieza.

Ah, yo no sé qué fue de esa gente extranjera. ¿Qué puedo saber yo? Habrán vuelto a sus países. Por acá no los vi (risas).

A los meses fue que empiezan a venir los rusos, y se iban repletos de manzanas, de vinos, de tomates. Se hizo acá el destacamento. Buena gente, los rusos, buena gente. Un poco duros de tratar, y de seguirle el tranco con la botella, eso sí (risas).

Una anécdota sencilla le puedo contar: uno se ha pasado la vida mirando el río pasar, y no le voy a mentir; aprovechábamos esas horas de servicio para tirar una línea de vez en cuando, una cañita. A veces cuando remontaba la sardina tirábamos algún medio mundo y todo (silencio). No es que nos distrajéramos de nuestro trabajo, no se piense. Cuando yo era joven el pescado se pescaba solo, nosotros nomás tirábamos el anzuelo para ayudarlo. Pero desde principios de siglo con todo el asunto de la soja y eso, se ve que eso los afectaba de verdad porque era una miseria el río por esos años.

Y usted sabe que de un tiempo a esta parte, es de no creer el pique que hay. ¡Mucho más que cuando yo era joven!

No le exagero, si digo que sin carnada salen unos bichos así de grandes. Uno de mis compañeros... ¿sabe lo que hace?, se pone en el río quietito, nomás se queda, como una estatua, no me va a creer, pero se lo juro que abre las manos y los pescados se le quedan pegados.

No, yo no lo hago así, primero porque no me gusta meterme al agua, sabe. Yo soy pescador de caña, más bien. Espere un cachito que voy a traer el balde aquel y va a ver usted, lo que son nuestras taruchas (silencio).

Bueno, ya se van estos pendejos y me dejan tranquilo por fin (silencio). ¡Ay! Ah, me había quedado con el cable, disculpe, disculpe (risas) ¿Se rompió? ¿Ah seguía grabando? Mirá, enfocá estas taruchas, ahí se ven, mire lo que son: vuelta y vuelta en pan rayado y después me contás.