Les enfermeres se plantan frente a las decisiones del gobierno de Horacio Rodríguez Larreta que les relega, desde 2018, al escalafón administrativo. Reclaman por las condiciones de precarización. Y ante la pandemia, sostienen: “Solo con enfermeras capacitadas, el sistema de salud puede hacer frente a la emergencia”. Cuatro historias de vida de quienes deben enfrentar al coronavirus cada día. Y además debieron enfrentar la represión policial cuando fueron a peticionar por sus derechos, el lunes 22, en la Legislatura de la Ciudad.


Norma Romero: “No voy a dejar de luchar”

“Mi cabeza va a sanar, los hematomas se van a ir, pero la lucha no la voy a abandonar” dice Norma Romero a Página/12. Han pasado pocos días desde la feroz golpiza con que la policía trató de impedir que las enfermeras entregaran su petitorio. Y ella, licenciada en la Universidad Maimónides, con 53 años y veinte de trabajo en la Maternidad Sardá, ya inició acciones legales y se prepara para el abrazo solidario que el martes se llevará a cabo en su hospital, en solidaridad con esa situación.

“Porque el gobierno de Rodríguez Larreta mandó la policía como respuesta al reclamo, hoy se padecen muchas injusticias en mi profesión, pero creo en lo que hago, y si volviera a nacer la volvería a elegir”. Habla de la consciencia social, cuenta que se integró a la Asociación de Licenciadas en Enfermería (ALE) hace dos años “porque necesitaba el respaldo de las compañeras”. Y recuerda la angustia durante su internación por covid.

--¿Cuándo decidió ser enfermera?

--A los 19 años, era una salida laborar, yo era una madre joven y venía de una ciudad pequeña y humilde, de Cruz del Eje, Córdoba. Somos criadas de hermana mayor y de padre. Mi hermana mayor es licenciada en enfermería y me pasó la posta. En ese momento en instituciones privadas ganábamos bien. Y mi hermana que es mi madre, nos inculcó, como mi papi, el trabajo. En provincia todo era trabajo rural: algodón, tomate, olivares, rudo, pero nosotras éramos niñas. Por eso nos vinimos.

--¿Cómo hizo sus estudios?

--Primero en la escuela Grierson y después la universidad, ya tenía tres hijos y dos trabajos. He salido a las 5 de la mañana y he vuelto a las 11 de la noche, para poder tener una economía más estable. Trabajaba en el hospital público y hacia pasantía en los privados: Los Arcos, Otamendi, en el Francés cuando era ‘el Francés’. Ahora tengo cinco hijos. Dos hijas son enfermeras y me da orgullo. ¡Es lindo mi trabajo!

--¿Por qué fue a la marcha del lunes?

--Venimos luchado desde 2018 cuando Horacio Rodríguez Larreta, nos deja fuera de la carrera profesional con la Ley 6035 que incluye al personal profesional, pero no enfermería ¡imagínate! Toda una vida dedicada a la salud para que me tengan en un escalafón general. Ahora se hizo visible la situación por los golpes, por la sangre, pero no puede ser así.

--¿Cómo influyó la pandemia en su trabajo diario?

--Se siente cansancio. Yo venía sin vacaciones y cayo pandemia. Pero no faltamos. Tenemos pacientes con covid y tenemos miedo, al principio no teníamos equipos de protección, ahora medianamente entregan. Pero hay colegas perseguidos por reclamar equipo, es ingrato. Pero no voy a dejar de luchar. Por sueldos dignos, para no tener tres trabajos, para que se nos reconozca. Siento una opresión en el pecho porque cuando nos pegaron quedé atrapada en la puerta, me pateaban las pantorrillas, me golpeaban la cabeza, hasta que uno me empujó y salí despedida. Ahí siento el golpe en el estómago y el palazo en la cabeza. Le digo: ‘no me pegues’, y me perdí... pensaba en la represión, en el Nunca Más, pero estoy agradecida porque permitió que se sepa, y que sepan el ministro Quirós, Santilli y Larreta, que somos nosotras la primera línea ¡y mira el premio!

--¿Cuál fue su momento más difícil durante estos meses?

--Tuve covid y estuve aislada. Es muy triste tener covid porque los que están tomando tu presión, aspirando secreciones, o ayudando a comer, somos nosotras, y vamos a estar hasta el último momento. Yo he escuchado el ultimo lamento de mis pacientes, y no quiero ni pensar lo que sufren mis colegas en las provincias. Es una profesión muy linda y muy mal paga. Igual la vuelvo a elegir. Los hematomas van a desaparecer, la cabeza se va a curar, pero la lucha no voy a abandonarla.


Fernanda Altamirano: “El sistema de salud se desangra”

Fernanda Altamirano tiene 41 años y estudió enfermería en la UBA. Trabaja en la Terapia del Hospital Eva Perón de San Martín, el ex Castex. Tiene dos hijos, Camilo de 6, y Ambar, de 16. Sus primeras participaciones en protestas fueron en 2001 “en las asambleas, era joven, y vivía en Capital, ahí conocí a mi primer marido –cuenta-- y ese fue mi primer contacto con la idea de poder transformar nuestras realidades”.

--¿Por qué decidió ser enfermera?

--Fue con la llegada de mi primera hija, cuando vine a vivir a provincia. Porque me crie en Parque Chas. Y decidí ser enfermera para independizarme y cuidar mejor de mi familia y de mí. Me gusta lo social y pensé que lo más importante para la gente es la educación y la salud. Me tire a enfermería y me enamoró. Hice la carrera en la Facultad de Medicina por la formación, y me puedo desenvolver gracias a eso, en cualquier área.

--¿En qué modificó la pandemia su forma de trabajo?

--Hay mucho miedo, ves compañeros enfermar y morir, es desesperante, tener que cerrar las bolsas con sus cuerpos. No lo puedo manejar, y no podemos quedarnos calladas. Hay compañeras que se fueron cuando podían haber tenido licencia por grupo de riesgo, pero se fueron, contagiadas y fallecidas por covid. Y gran cantidad con síntomas leves, están internadas. Por eso me pareció importante la marcha, para que se entienda. No somos paramédicos, no somos la costilla del médico, somos equipo. Los trabajadores médicos padecemos todos lo mismo, pero enfermería está 24 horas con el paciente, y nos dejan para lo último.

--¿Cómo recuerda el episodio de la Legislatura?

--Fuimos a entregar el petitorio y como nadie salía estuvimos cantando para que alguien salga. Sale una persona con un policía y cuando entran nos metimos, fue un forcejeo. ‘Por favor es solo entregar la carta, nos tiene que recibir’, digo. Más empujones y viene la policía. Ahí me acordé de la protesta de la policía y dije: ‘Déjenos reclamar como ustedes’. Empezaron los gritos y ellos eran como estatuas hasta que uno sacó su palo y me da. Me toco la cabeza y veo sangre. Levanto a las manos y grito: ‘El sistema de salud se desangra y ustedes quieren más sangre ¡acá tienen!’, y empecé a sacudirles sangre. Mis compañeras quedaron heladas. Después reciben la carta, pero no se quien entró.

--¿Se imaginaba que podría pasar esto?

--No. Tampoco me esperaba el golpe. Veníamos re bien con la marcha, todas mujeres y creo que una Fuerza de Seguridad está capacitada para frenar sin reprimir. Salen los anticuarentena y no pasa nada, sale el sistema de salud y reprimen. Cuando realmente somos como soldados, cada día pienso: ‘Vamos que es una guardia más’. Quiero que cambie, que se vea una intención.

--¿Cree que esto puede mejorar la situación?

--Enfermería es una profesión hermosa y se la necesita capacitada. Y si hay que seguir la lucha seguiremos. Ojalá que sirva para que la gente entienda que los estamos cuidando. La lucha fortalece. Hoy tenemos equipos de protección, pero siempre falta algo, trabajamos con lo que tenemos y sin descanso. Y se nos mueren compañeros, eso marco la diferencia. Pero muchos sentimos orgullo, hacemos valer al trabajador de salud, aunque necesitamos de los organismos estatales, para seguir.


María Lazarte: “La calidad de la salud”

María Lazarte es mamá de Santino, de 4 años, y es licenciada en enfermería, egresó de la Universidad Nacional de Lanus “que trabaja fuertemente para elevar la capacidad nuestra de formación”, cuenta. María vive en Glew y viajando a diario, hizo una residencia en cuidados críticos en el Argerich. Y ahora en el Elizalde se especializa en pacientes pediátricos. Pero antes trabajaba en publicidad, era diseñadora gráfica. “Mi vocación viene por cuidar a la madre de un amigo, ahí me di cuenta que esto era lo mío. Estar en el lugar del otro, hacer un acto valido hacia otra persona”, cuenta.

-- ¿Cuál fue la motivación que tuvo para ir a la marcha?

--Tengo 5.500 horas de formación en tres años de y no me lo reconocen, no lo remuneran. Nos capacitamos permanentemente para dar lo mejor, se hace un esfuerzo grande, pero no lo pagan. Por eso fui, y estregamos el petitorio a los legisladores que son nuestros empleados, y nos pegan. Es injusto y vergonzoso, policías hombres que te pegan por querer entregar un petitorio.

--¿Cómo vivió el momento de la represión?

--Fui con compañeros residentes porque la marcha se autoconvocó, aunque hubo agrupaciones, éramos enfermeros y de diferentes hospitales y me estaba yendo porque estaba desde las 8 de la mañana y era pacífico, ya terminaba, y me avisan que se había armado porque habían mandado la policía. Y cambió todo, porque reclamábamos con alegría, pero vienen policías y hay palos, y compañeras lastimadas, fue surrealista.

--¿Cómo vive en su hospital la situación de emergencia?

--Antes de la pandemia había escasez de personal de enfermería, y menos especializadas, ahora eso se agudizó, hay más de licencia. La mayoría somos mujeres, sobrecargadas, en algunos casos al límite de las fuerzas, porque el trabajo es continuo, es intenso, se atiende a cada vez más pacientes y esta situación deteriora la calidad de la atención. Y decidí acompañar porque importa la solidaridad cuando ves lo que se padece, sabes que muchas enfermeras la tienen más clara que el médico y tienen que vender cremas para acrecentar su salario. Sumale la pandemia y súmale que después te pegan. No es justo.

--¿Qué es lo que más le impacta en esta situación?

--Entrar al hospital y tener un enfermero que te toma la temperatura y tenés un dialogo, te saluda y al otro día está internado y esta entubado y no sabes si va a vivir. O compañeras que están bien y a los dos días se contagia y va internada. Los contagios son muchísimos y eso repercute psicológicamente. Se suma que con un solo trabajo no llegas a fin de mes, y podes contagiarte y contagiar, son todos estímulos negativos.

--¿Cuentan con equipamiento adecuado?

- Depende del servicio. La máscara en mi caso la compré yo, me salió 2300 pesos, porque la que me daban era un desastre, ésta la uso hasta en la calle, porque tengo muchos viajes. Se suman varias cosas, tener que salir, te pueden robar, te podés contagiar, faltan equipos de protección, y cuando reclamas te pegan. Encima son hombres, eso es violencia de genero también.


Carolina Cáceres: “La tradición familiar”

Carolina Cáceres es licenciada en enfermería y profesora en la Universidad Tecnológica Nacional. Es diplomada en Género, política y participación, por la Universidad de General Sarmiento. En la Asociación de Licenciadas en Enfermería, es Secretaria de Prensa. Allí encontró un lugar para fortalecer la red solidaria que marca la profesión y que determinó una marca en su familia: su abuela era enfermera, su padre también. “Incluso mis padres se conocieron en la escuela de enfermería” cuenta. Ella fue mucho tiempo secretaria del Tornu, antes de comenzar a transitar los servicios, y de cruzar en moto la ciudad “para ir de un trabajo a otro”, como enfermera.

Hoy Carolina tiene dos hijos, de 11 y 12 años. Su marido es encargado de un edificio “también es esencial --explica--, así que tuvo que seguir trabajando, y como yo también soy esencial fue difícil por los nenes, con los abuelos no podíamos dejarlos, podían llevarles el virus, era un problema. El transporte es un problema, hay compañeras que no pueden vivir acá por los bajos salarios, viven en provincia, y tienen que tomar colectivo-tren-colectivo. Y encima nos pegan ¡causa indignación!”, exclama.

--¿Cómo fue su día en esa jornada del lunes?

--A las 9 estaba en el obelisco y de ahí al Congreso a juntarnos con el resto, con organizaciones de la mesa de salud del AMBA y marchamos a Plaza de Mayo. No pensábamos que podían pegarnos a las enfermeras en medio de la pandemia, pero es la política que vienen teniendo en CABA. En la Plaza hicimos un acto y una radio abierta hasta que se desató la represión. Pero fuimos porque estamos agotadas, realmente al límite. No hay un gremio que nos represente. El gobierno le sube el sueldo a la policía, y les da un bono distinto a médicos y enfermeras. Es un insulto.

--¿Cuál es el principal reclamo?

--Que nuestro esfuerzo y nuestro título y nuestro cuerpo, valen. La mayor parte de los profesionales de salud que se contagiaron son enfermeros. Eso también motivó el petitorio, pero estaban esperándonos y no eran policías con chaleco celeste, daba miedo verlos. Nos empujaban, nos golpeaban. Las compañeras lloraban, estaban asustadas, porque enfermería no es de salir a la calle. Uno escucha las explicaciones y se indigna más. Me esperaba escuchar una disculpa, mentirosa, pero disculpa, ni siquiera.

--¿Cuándo adoptó la tradición de su familia en enfermería?

--Mi abuela Eusebia, que era de Misiones, trabajo mucho tiempo acá en consultorios privados. Mi papá fue enfermero del Tournu, del Posadas y del Ferroviario. De joven en el Gutiérrez. Siempre trabajo al menos en dos lugares. Yo quería ser docente, ingrese a filosofía en el 2000 y abandone porque trabajaba y estudiaba, priorice el laburo. Cuando me casé ingresé al hospital como secretaria y empecé a perder el miedo a la enfermedad, al dolor y a la muerte, y mi viejito me invito con mucha fuerza a que estudiara esto.

--¿Fue una salida laboral?

--Empecé por lo laboral y me enamoré. Tiene mucha implicancia social y me voló la cabeza. No me gusta hablar de vocación sino de compromiso social. La vocación se liga al sacrificio y con eso nos vienen arruinando los sueldos y la vida, comparto la sensación, pero hay que concientizar en esa reflexión. Mi viejo fue delegado gremial mucho tiempo y me lo inculcó. No hay reconocimiento profesional si no es salarial, y es la consigna por la que vamos al paro del 1ro de octubre. El concepto hegemónico del médico ya fue, hay equipos interdisciplinarios, y las enfermeras no estamos fuera de ese equipo, somos parte.