Traer a la memoria a Gustavo "Cuchi" Leguizamón no resulta una tarea difícil en Salta. Todo el tiempo emergen anécdotas del pianista y compositor nacido el 29 de septiembre de 1917. A dos décadas de su partida física, sucedida el 27 de septiembre de 2000, esos recuerdos florecen a cada instante.

Esta es la razón por la que la familia Leguizamón lanzó ayer un archivo virtual para recoger cada recuerdo del músico popular. Su hijo mayor, Juan Leguizamón, dialogó con Salta/12 sobre ello y sobre cómo era vivir con una personalidad tan imponente.

“Inmediatamente se me vienen muchas cosas” sobre el Cuchi, contó Juan: “Siempre me pasa que cuando me preguntan de él, intuyo en la gente una cierta idea convencional de que haber sido su hijo fue una especie de sufrimiento abandónico”, y, en contrapunto, le gusta responder que fue todo lo contrario.  

“Siempre disfrutamos mucho del papá que tuvimos" y "hemos aprendido y disfrutado de su compañía heredando quizás algo que no elegimos”, dice entre risas Juan. Esa herencia responde al gran afecto de amigos y conocidos del compositor. Para él, le resultan positivos y encantadores esos gestos porque le recuerdan la estatura de su padre.  

A dos décadas de su fallecimiento, Juan, hermano mayor de cuatro, José María, Delfín y Luis Gonzalo, se hace la pregunta constante de la vigencia que aún guarda su padre en la sociedad argentina. Hay de todo. Desde personas que se acercan a decirle que lo escucharon de niño hasta jóvenes que van descubriendo las más de 800 obras que dejó el músico. “Lo admiran y lo quieren y eso es difícil de explicar para mí”, razona Juan.

“Sé que su música ha sido muy valorada porque transmite una emoción positiva de las cosas, pero hasta no sé si eso es lo que lleva a que la gente le guarde un gran afecto, pienso que no es sólo eso”, infiere. Y encuentra su explicación en la personalidad del músico, que además fue rugbier, abogado, profesor de filosofía e historia y hasta incursionó en la vida política siendo diputado provincial. El Cuchi las hizo todas.

Para Juan, el afecto responde a que su padre fue una persona querible y entrañable. “Fue cercano a sus afectos cotidianos y con quien era posible identificarse. Eso ayudó a que lo quieran”.

En esa línea, hay una insistencia por parte de artistas que afirman que al Cuchi se lo conoce, a pesar de la memoria social. Para Juan, esto se debe a que a veces es considerado como músico de culto, "entonces hay músicos que lo quieren y lo admiran y piensan que debiera ser más masivo”.

Recibiendo el premio Persona de 1989 junto a Raúl Aráoz Anzoátegui y Luis Preti 

Y por eso, Juan Leguizamón sostiene que el Cuchi “no es tan masivo como popular” y cree que su padre siempre se inclinó por ser parte de la cultura popular, siendo este uno de los motivos que lo llevó a ingresar una única vez a un estudio de grabación durante sus inicios.

En una publicación de 2017 la revista Rock Salta recuerda unas palabras que el mismo compositor dijo en un reportaje de 1976: “Lo que le interesa a las editoriales es que el público nunca llegue a distinguir una guitarra afinada. Por eso mis enemigos son los propietarios de la cultura popular que en manos de los comerciantes amordazan a este país formidable. Pero igual vamos a seguir peleando hasta que entreguemos los huesos”.

Para su primogénito, no es de sorprenderse que el Cuchi hiciera esas afirmaciones porque detrás de todo ello está el cariño de mucha gente que “no es erudita ni del palo de la música”. Y piensa que su padre “fue un músico popular y no de masas y él buscó eso”.

Entre las obras más recordadas del músico están la Zamba del Pañuelo, la Zamba del Panza Verde, con Jaime Dávalos; el Carnavalito del Duende, la Zamba de Argamonte, con Manuel J. Castilla; la Zamba para la Viuda, con Miguel Ángel Pérez; Bajo el azote del Sol, con Nella Castro.

Los premios que recogió el Cuchi fueron múltiples y entre ellos se destacan el Primer Premio del Festival Latinoamericano de Salta con La zamba soltera (1965); el Gran Premio SADAIC en el género música nativa (1973); el Primer Premio en la Cantata Cafayateña (1980) y el Primer Premio en el Festival de Cosquín de Córdoba (1986), con la zamba Bajo el azote del sol con letra de Antonio Nella Castro.

Las memorias andantes

Entre tanto cariño andante, la familia del pianista lanzó un perfil de Facebook denominado “Archivo Cuchi Leguizamón” para que las personas puedan relatar sus experiencias con el músico. Esta iniciativa fue puesta a consideración años anteriores a las gestiones de Cultura de la provincia, pero no fueron escuchadas.

“Es una manera de recurrir a la memoria que está en el aire, en la casa de las personas y en la gente de Salta, sobre todo”, señala Juan, para quien existe un archivo oficial escaso de su padre.

Hace unos meses un nuevo episodio se sumó a la lista de historias con el Cuchi. Juan recuerda que estaban comiendo empanadas con su compañera en algún lugar de la capital salteña y una mujer se les acercó. “Nos saludó y nos dijo que le debe al Cuchi su ímpetu y amor por el viajar”. Había sido su alumna del Colegio Nacional de Salta y guardó en su memoria que el profesor les decía que se aprende más viajando. 

Además, les contó que el Cuchi la visitó cuando estuvo internada por hepatitis. “Seguramente él conocía a sus padres, pero esa humanidad no lo hace que sólo sea un músico recordado”, se sigue respondiendo Juan. Historias como esas son las que les acercan a diario a toda la familia.

Al ser consultado si el Cuchi estaría sumergido hoy en las redes sociales, Juan se ríe y tira un rotundo “no”. “Ha sido un hombre de muchos vínculos y de relaciones sociales que sabía cultivar con mucha dedicación”, considera. Y dice que de tener alguna red social, seguiría siendo el bar El Farito, en pleno centro salteño, es el lugar que hoy muestra un monumento al músico. “La gente que lo quería buscar sabía que ahí lo iba a encontrar. Pasaban y lo saludaban”, dice Juan.

Juan no deja de lado que esa cercanía que generaba su padre era por su carácter carismático. “Se ganaba un lugar en la mesa de cualquiera”, aunque fuera gritón y charlatán. Según Juan, esos rasgos los tienen todos los Leguizamón y cuenta que a veces esto provocaba que la gente se asustara y hasta se retrayera. “Era medio una aplanadora".

La característica familiar expansiva era tal, dice Juan, que en la mesa de los Leguizamón, aunque estuvieran solo dos, ya resultaba "tumultoso". “Hubo muchos tipos de almuerzos, pero él tenía su impronta y personalidad".

También tenía personalidad la mujer que lo acompañó toda su vida, Emma Palermo. Juan recuerda a su madre, quien falleció en 2017, como una mujer “con ideas fuertes”, característica que le pareció de lo más conveniente atendiendo a quien tenía como esposo. “Han tenido su vida de idas y vueltas y siempre sacándose chispas en política o cualquier tipo de opinión. Muy fuertes los dos”, subraya Juan.

De izquierda a derecha: El Cuchi, Luis Gonzalo, el perro Azabache, Juan y Delfin Galo Leguizamón

La casa ubicada en la calle La Rioja de la Capital de Salta también supo reunir a personalidades como su entrañable amigo y poeta Manuel Castilla, Mercedes Sosa y Litto Nebbia. Juan disfrutó mucho esos encuentros. “Era un fiesta”, memora, entre tantos encuentros que había, podía pasar que llegara el poeta Miguel Ángel Pérez y recitara poesías.

Juan se muestra agradecido con las expresiones de afecto y reconocimiento a su padre. “Agradezco a la gente que lo sigue buscando y valorando, en estas fechas siempre me sorprendo y compruebo que el Cuchi sigue yendo más allá de muchas cosas”.