En el siglo XIX los diarios fueron “tribuna de doctrina”, pero en el siglo XX fueron más allá. Junto con la radio, se abrieron como una ventana al mundo. Y a la tarea de informar se impuso la de entretener. Esa dupla ha marcado la vocación profesional de Larrea. El primer programa de Rapidísimo fue el lunes 3 de febrero de 1969, por El Mundo, de 9.30 a 10. Larrea, a modo de manifiesto fundacional, pautó temas de cuatro artistas: dos de tango, una de folklore argentino y un jazzero estadounidense. Sonaron Horacio Salgán, Ramona Galarza, Osvaldo Pugliese y Count Basie, mientras acompañaba la música con breves comentarios sobre la vida cotidiana. Estaba poniendo a jugar el oído absoluto que venía amasando desde pibe.

Cincuenta años después, Ramona Galarza agradeció sorprendida aquel recuerdo. “Larrea es un defensor de la música argentina en todos sus géneros. Siempre me invita y me difunde. Es uno de los pocos conductores que mantiene vivo nuestro arte, no solo cuando tenemos éxito”.

Como estaba solo al aire se inventó un personaje al que apodó “Rapi” y le calzó un monopatín que recorría el programa. Al mes, le dieron media hora más. Después logró las dos horas que ambicionaba de entrada. Rapidísimo crecía.

Mi idea esencial era transferir emociones a través de músicas maravillosas. Ahora me doy cuenta de que “Rapi” era yo. ¡Por algo aquel monopatín fue el regalo de Reyes más amado! Estuve dos años en El Mundo. Me sorprendí cuando me enteré que medía bien. Pasaba tangos, y era un momento en que no había absolutamente ningún profesional de renombre popular que se interesara por difundirlo.

¿Qué había pasado con el género musical que veinte años antes se escuchaba en todos lados, cuando se formaban colas para entrar a las radios y ver las orquestas en vivo? Norberto Chab, periodista tanguero que acompaña a Héctor en el programa Gardel por Larrea, que se emite los domingos por la mañana en Nacional (AM 870) desde mayo de 2020, da cátedra:

En los años cincuenta los cantores asociados a las grandes orquestas intentan su carrera solista y se vuelcan más al melodrama. Dejan de presentarse para miles de personas en los bailes o en clubes de barrio y pasan a cantar en espacios cerrados en donde había que pagar una entrada para verlos. Es más un espectáculo teatral. El tango se vuelve bastante elitista y pierde popularidad. La industria del disco empieza a generar su propio movimiento y desplaza a la música local. Se comienzan a tomar decisiones a nivel global en relación a qué es lo que vende. A fines de los cincuenta aparece el bolero con mucha fuerza y en los sesenta El Club del Clan. Empieza a sonar otro tipo de música. Los sellos discográficos invierten plata en las emisoras para que se escuchen ciertas canciones. En 1963 deja de presentarse el número vivo en los cines y en las radios.

Con Alberto Carrizo. Archivo familiar José Alba & Héctor Larrea

La relación entre mercado y radio siempre ha sido un vínculo de ida y vuelta, a veces tenso, otras más amable. “Una vez me llamó el director de una discográfica porque había dicho que un disco era malo. Me explicó su visión: ‘Los discos son unos objetos redondos que son buenos si se venden y malos si no se venden. El que usted dice que es malo se vende mucho’. Le contesté: ‘Es su negocio y lo respeto’. Por suerte no toda la gente opina como él”.

“Creo que el tango le debe mucho a Larrea”, retoma Chab. “Cuando arrancó con Rapidísimo había programas de tango pero eran marginales. Una generación de oyentes no lo conocía. Esa música no los representaba, estaban más con el rock”. Eso es Larrea: un puente musical entre las generaciones argentinas.

En El Mundo Larrea tuvo la posibilidad de leer comerciales durante los radioteatros cuando faltaba Julio César Barton, el relator de ciclos inolvidables como Palmolive en el aire o Radioteatro Lever, dirigido por Armando Discépolo.

Para mí Barton era la voz del país. En ese momento se emitían dos radioteatros. Uno salía a las once de la mañana y otro a las cinco de la tarde. Empecé a imitarlo… Seguí en la lectura muy entusiasmado cuando de repente veo a los operadores agarrarse la cabeza. Estaba leyendo el de la mañana y eran las cinco de la tarde. Si era el director artístico de ese momento me echaba a mí mismo. A don Armando Discépolo lo vi dirigir y ensayar. Admiré su modo de pedirles las cosas a los artistas, su forma de explicarles lo que esperaba de ellos, y vi también la mala sangre que se hacía cuando las cosas no salían como él quería.

En los premios Martín Fierro de 1968, en la categoría “Revelación”, estaban ternados la actriz Soledad Silveyra, el Topo Gigio y Héctor Larrea. El ganador fue el Topo Gigio. Tuvo que esperar un año más para recibir su primer Martín Fierro, en el rubro “Mejor programa musical”. Entre los músicos se empezaba a correr la voz que había un locutor que difundía temas sin ningún compromiso comercial. Por eso lo empezaron a respetar.

Un año después, Alfredo Zitarrosa se presentó en la recepción de la radio. Ya era un emblema de la música popular uruguaya: “Pasaba sus discos. Un día me avisan que había un señor en la puerta que quería hablar conmigo. Era Zitarrosa: ‘Me han dicho que pasa mis discos y quiero agradecerle’, soltó. Se quedó las dos horas de programa, Lo engalanó. Terminamos comiendo juntos en el Palacio de la Papa Frita”. (Zucchi, Marina. “Héctor Larrea cumple 80: su vida en primera persona y en una docena de recuerdos”, 2018).

Héctor estaba contento, pero sintió que debía dar un volantazo. “Me fui de El Mundo porque sentí la necesidad de expandirme, ampliar el espacio y formar un elenco. ¿Qué se necesita para eso? Plata, presupuesto. Y la radio decía que no tenía un peso. Decidí fundar una sociedad. Establecimos el sistema de coproducción. Nos fue muy bien”.

Con su amigo Sandro. Álbum Familiar Roberto Sánchez

La sociedad se llamó Rapel S.A. y la creó junto a Héctor Ferlini, que era ejecutivo de cuentas de McCann-Erickson –una empresa de publicidad muy importante de la época, como homenajea la serie Mad Men– y decidió renunciar. Sumaron a dos vendedores con mucho oficio: Severino y Piano . El contador era José Alba, cuñado de Larrea.

“Larrea estaba convencido de que su trabajo iba a funcionar. Con Rapel S.A. nos fue tan bien que comenzamos a producir otros programas. Entre ellos, Todo al 9, conducido por Berugo Carámbula, que popularizó la famosa frase ‘Alcoyana, Alcoyana’”, cuenta Alba, aún a cargo de la contabilidad de Larrea. Agrega: “En Rapidísimo llegamos a tener 5.123 segundos de tanda publicitaria. Eso es mucho. En Seis para triunfar inventamos los anuncios de bloque para meter la publicidad y teníamos diez o doce anunciantes en lista de espera constantemente”. Rapel S.A. funcionaba en el piso 14 de Maipú 471, en unas oficinas que supo usar Jorge Fontana. Casualidades del destino, ¡otra vez!

Continúa José Alba: “Nuestro primer domicilio legal fue Esmeralda 853. Nos reuníamos habitualmente a almorzar o a tomar algo en La Bola Loca, un bowling de Maipú al 800. Después se adquirió una oficina en el quinto piso de Paraguay 880. En 1983 compramos el piso 14 de Maipú 471, con una superficie de 220 metros cuadrados, que fue remodelado. En uno de los ambientes se armó un estudio, donde se grababan los comerciales locutados por Héctor u otro profesional que se contrataba especialmente. También se grababan algunas de las partes cómicas de Rapidísimo: las de Mario Sánchez, Mario Sapag y Carlos Russo, entre otras. Junto al estudio estaban los controles, que eran operados por Jorge Maza –asistente de Héctor–, y la impresionante discoteca personal. Ocupaba dos paredes con álbumes de discos de pasta y vinilos. Los estantes iban de piso a techo. Desde el fondo de la oficina, vidriado, se alcanzaba a ver el Río de la Plata".

El ritmo del crecimiento de Larrea estaba en sintonía con el nombre de su programa. Ya desde el tercer año, cuando Rapidísimo pasó a Continental. En 1970 la radio estaba por ser vendida. “‘No tenemos plata, Larrea’, me dijeron --cuenta Héctor--. Les retruqué que ponía el programa, ellos el aire e íbamos 50 y 50 en las ganancias. Aceptaron. Y nos fue bárbaro. Estuvimos dos años más. Ganamos el premio Ondas de España otorgado por la Cadena SER. Viajé a Barcelona a buscarlo y me reemplazó un muchacho que recién empezaba: Juan Alberto Badía”. El diario Crónica tituló en la sección de Espectáculos: “Europa premia a Larrea”. De regreso lo estaba esperando el propio Badía con un equipo de exteriores en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza para transmitir el retorno de su colega.

Juan Alberto Badía era de una generación posterior a la de Larrea pero compartieron las mismas pasiones, la música y la radio. No fueron amigos pero tenían una relación de respeto mutuo. En 2004 se reencontraron en el aire de Nacional y ocurrió un diálogo, coloquial, del que Larrea recuerda graciosas comparaciones con los Beatles y el tango.

—Vos sabés bien lo que pienso de vos…

—Sí, pero quiero decir que cuando a mí nadie me conocía me dejaste conducir Rapidísimo en tu ausencia.

—Tenía confianza ciega en lo que vos hacías, Juan. Soy como el tango: me dieron varias veces el acta de defunción y hace varias décadas que estoy en esto.

—Querido Héctor, vos sos como los Beatles, siempre vas a estar aunque no estés.

En el estudio. Archivo RNA.

“Un ser encantador Badía. Los directivos no querían mandar el móvil al aeropuerto y Juan fue igual. En Continental se sabía que me iba a ir porque no nos poníamos de acuerdo en lo económico”, dice Larrea. Coronado con el premio Ondas, se sentía como un boxeador que volvía con el título mundial. Era un campeón, lo esperaban los medios y los amigos en Ezeiza, pero en el auto, camino a su casa, volvió hablar con Héctor Ferlini y fue un baldazo de realidad. Su socio le confirmó que no tenía radio para el año próximo porque Continental quería cambiar el target de su audiencia. Aspiraban a algo más “ABC 1” y Larrea hacía un programa popular. Nocaut. No iba a tirar la toalla. Empezaron a buscar otras radios y aparecieron tres opciones: Mitre y Belgrano ofrecían la mañana y Rivadavia, la tarde. “Todos me aconsejaban que no perdiera la mañana pero estaba seguro de que tenía que ir a Rivadavia. Era metedora, muy popular. Los oyentes se iban a sentir identificados con mi estilo”. (Marchi, S. Cinta testigo...)

Rivadavia comenzó a transmitir en 1928 con el nombre de "L.O.K. Radio Muebles Díaz", porque así se llamaba la mueblería propietaria de la emisora. Al año siguiente, el Gobierno nacional, durante la presidencia de Hipólito Yrigoyen, se hizo cargo de la radio y adoptó el nombre de LS5 Estación Rivadavia. Seis años después pasó a ser, simplemente, LS5 Rivadavia, a raíz de una disposición general del Gobierno. En 1933 arrancó La oral deportiva, programa ícono dedicado al fútbol y conducido por Edmundo Campagnale y Eduardo “Lalo” Pelliciari. Diariamente se emitía con mucho éxito el radioteatro Sandokán, el Tigre de la Malasia, basado en el libro del escritor italiano Emilio Salgari.

En 1958 se inició el servicio informativo El rotativo del aire y estableció un nuevo sistema de cobertura periodística propia y permanente, con corresponsales externos y locales. El mismo año murió Edmundo Campagnale y lo reemplazó un joven periodista: José María Muñoz. También en 1958 Rivadavia fue la primera en transmitir 24 horas con contenido en vivo. Sumó Una voz en el camino, de 0 a 6, especialmente pensado para los oyentes que trabajan en la trasnoche, como los camioneros. El éter también podía transmitir y acompañar al pueblo de madrugada y el logo fue en ese sentido: un gallo y una lechuza, como símbolos del día y la noche. A toda hora: Rivadavia ahí, para los argentinos. No es casual que esos chistes aprendidos por varias generaciones en el colegio empezaran con “Radio Rivadavia informa la hora…”. Decir “Rivadavia” era decir la radio argentina.

A comienzos de los setenta, Larrea era oyente fiel de las mañanas de Rivadavia. Sobre todo del Fontana Show. “No me perdía ni un programa. Podría ser el presidente del club de fans de ese ciclo emblemático. Vos salías a la calle y veías móviles del ciclo por todas partes”, exagera. En realidad, el Fontana show tenía tres autos Fairlane prestados por Alberto J. Armando, dueño de la concesionaria Ford más grande de la Argentina, convertidos en móviles. Recorrían la ciudad en busca de noticias. La información estaba a cargo de Silvio Huberman, Roberto De Marco, Domingo Di Núbila, Juan José Lujambio y Faustino García, y, como siempre, la simpatía brotaba de las risas contagiosas de las locutoras Rina Morán y Beba Vignola.

“Rivadavia era atorranta, gritona y popular. No precisamente ABC 1. Además de Cacho estaban Antonio Carrizo, “El Gordo” José María Muñoz, La oral deportiva. Quería estar ahí. Acepté la tarde”, dice Larrea.

El 11 de marzo de 1973, tras largos años de democracia restringida, con la proscripción de la fuerza popular mayoritaria, el peronismo, se celebraron las elecciones presidenciales que llevaron a Héctor Cámpora al gobierno y posibilitaron el retorno de Juan Domingo Perón a la Argentina. Ese domingo de elecciones, Rivadavia, fiel a su estilo, preparó una transmisión especial durante todo el día con las figuras de la emisora. Esa tarde, de 15 a 18, arrancó (informalmente) Rapidísimo en LS5 Radio Rivadavia.

La vida y el canto, de Carrizo, iba desde el mediodía hasta las 15. Con su tono firme y directo hizo lo que se denomina “el pase” en la radio: un conductor le entrega el aire a otro:

Iba a arrancar el lunes pero el director me pidió, con razón, que fuera el domingo, que armaron una programación especial por las elecciones. Me recibió al aire Antonio Carrizo. Tengo la foto en papel, pero ese momento sobre todo lo tengo guardado en mi corazón para toda la vida.

En la publicidad se lo veía sonriente y con un cartel: “La cita es el 12 a las 15 en la esquina de Rivadavia y Rapidísimo. Allí estaré con esa sonrisa. Traiga la suya”. Carlos Infante, de larga trayectoria en la gestión de radios y televisión, fue el director artístico desde 1973 hasta 1993: “Rapidísimo a la tarde tenía un ritmo diferente a lo que vino después. Muchas secciones eran grabadas. No trabajaba tanto con la actualidad”, aclara.

Quizás por la exigencia clásica de la primera mañana, a fines de ese año Cacho decidió levantar el Fontana show. Los directivos de Rivadavia estaban preocupados por semejante pérdida y le ofrecieron a Larrea hacerse cargo de ese espacio. “¡Ni loco aceptaba! Intuía que la gente iba a comparar y en la comparación perdía por goleada. Estaba desesperado por ir a la mañana, pero de ninguna manera quería reemplazar a Fontana”. (Marchi, S. Cinta testigo...)

El riesgo, y se lo dejaron bien claro los directivos, fue que si el programa reemplazante funcionaba, Larrea debía olvidarse de la mañana. El envío que pusieron se llamaba Rivadavia con todo y lo conducía Leopoldo Costa, locutor de planta conocido por ser la voz de La cabalgata deportiva Gillette. “Estaba bien el programa, tal vez un poco desarticulado, pero después de Cacho no era sencillo nada para nadie. Duró todo el año 1974 mientras seguía a la tarde, con buena audiencia. Me volvieron a hacer la propuesta de pasar a la mañana. Ahí sí, sentí que era el momento”.