Melina tiene ocho años y está en tercer grado. Esta mañana se levantó temprano, se peinó con muchas hebillas y se puso ropa linda. Cuando sus maestros tocaron la puerta de su casa en Villa Domínico --Avellaneda--, la madre abrió rápido y ella, con su barbijo de florcitas, salió corriendo a recibir el cuadernillo con las actividades escolares de esta semana. Ella y su familia estuvieron aislados hasta hace muy poco porque su mamá contrajo coronavirus, sin embargo los maestros siguieron yendo a verla. Página/12 acompañó a los docentes de la escuela primaria N° 27 de Villa Domínico en una de sus recorridas semanales en las que, además de entregarles a las familias de sus alumnos bolsones alimentarios, también les llevan actividades y realizan acompañamiento pedagógico a los que no tienen conexión. Para fortalecer esa tarea, que desde el comienzo de la pandemia vienen realizando los docentes bonaerenses, la semana pasada el gobernador Axel Kicillof lanzó el Programa de Acompañamiento a las Trayectorias y la Revinculación (ATR) que fortalecerá el vínculo con chicos más vulnerables. 

“Desde que empezó la pandemia la escuela estuvo siempre con nosotros: mandándo mensajes, preguntándo si necesitábamos algo, si entendíamos la tarea para ayudar a nuestros nenes. Y después, más allá de lo que nos pasó y de que tuvimos que estar aislados, la seño y los directivos no dejaron de venir a nuestra puerta, nos dejaban los bolsones de comida, nos preguntaban cómo estábamos y nos daban la tarea”, dice Soledad, la mamá de Melina, y le es imposible contener las lágrimas. Explica que ellos no tienen computadora, pero que pudieron sostener el vínculo a través de un grupo de Whatsapp que armó la escuela y de las visitas semanales que hacen los docentes. "La profe nos manda un PDF con actividades, las trascribimos en el cuaderno y después las pasan a buscar", detalló.

El programa ATR que el jueves pasado presentó Kicillof, estará a cargo de estudiantes avanzados de los institutos superiores de formación docente de gestión estatal y privada y tendrá el objetivo de fortalecer la continuidad pedagógica de los estudiantes de primaria y secundaria de todas las escuelas públicas y privadas mediante visitas domiciliarias. Sin embargo, la tarea de acercarse a los domicilios de los niños que no tienen conexión, los maestros y maestras de la escuela 27 lo hacen desde el comienzo del aislamiento. 

Mariela Janeiro, directora de la institución, detalla en subraya en diálogo con Página/12 que el ATR “será un dispositivo muy útil, valioso y estratégico en esta circunstancia. Va a sumarse a lo que venimos haciendo desde el principio del aislamiento las escuelas públicas de la Provincia de acercarnos a las casas de los chicos que necesitan un mayor acompañamiento”. Además, Mariela agrega que “también dará la posibilidad a los futuros docentes de tener un trabajo que sumará un poco más de dinero a su economía. Van a poder trabajar uno a uno con los alumnos e ir a profundizar el derecho a la educación que es lo primero que defendemos”.

El programa, que tendrá cómo objetivo llegar a un total de 279.000 estudiantes que requieren de un mayor acompañamiento pedagógico, se sumará a uno anterior destinado a docentes suplentes, que hace meses se lleva a cabo en la provincia: el Programa de Incorporación Especial de Docentes y Auxiliares (PIEDAS). “El Piedas le dio la posibilidad a muchos docentes que no habían podido tomar cargos este año --porque se suspendieron los actos públicos por la pandemia-- de poder ser designados en instituciones que los requeríamos en función de garantizar la continuidad pedagógica y realizar otras tareas”, explica la directora.

Alejandro Cal Herbertz es uno de los docentes que trabaja en el marco del programa. En diálogo con este diario cuenta que “fui suplente en varias instituciones y, por la pandemia, este año no pude tomar horas. Tengo una hija chiquita y adherirme al Piedas me ayudó muchísimo en lo económico. Además, siento que puedo ayudar en este gran aparato que funciona en las escuelas para la entrega de alimentos y, sobre todo, para el acompañamiento de los chicos”.

La tarea de los docentes bonaerenses

Son cerca de las dos de la tarde y el piso de la planta baja de la escuela está repleto de bolsas de alimentos. En la vereda ya se armó una fila con los padres que van a buscarlas. Esta imagen, según cuentan las docentes que están repartiendo comida y cuadernillos, se repite todas las semanas. En la puerta de la escuela también hay varias cajas de cartón que tienen carteles de los cursos y los padres pasan a dejar las hojas con dibujos y escritos de sus hijos. Después una maestra los retira, los desinfecta y se los lleva a su casa para corregirlos.

Lorena Masseroni es maestra de primer grado y su tarea este año fue extremadamente difícil: hacer que los chicos aprendan a leer y escribir a la distancia. Cuenta que para lograrlo, antes de trabajar con los alumnos, primero tuvo que trabajar con los padres: “ellos son quienes ahora están en contacto con los chicos, entonces hablamos, les expliqué cómo podían armar un ambiente alfabetizador, pegando cartelitos con las letras y números en las paredes, y así fuimos preparando juntos el material didáctico para lograrlo. Fue una tarea enorme que nunca me imaginé”, explica. Ella y otra maestra de primero tienen dos alumnos sin conexión, entonces juntan plata y les compran fotocopias que después les llevan a sus casas.

La vicedirectora de la escuela, Nora Martínez, pone su auto y, junto a los maestros y a los docentes del Piedas, ayuda a llevar alimento y la tarea a los chicos que no la pueden ir a buscar. Después de uno de los recorridos, hace unas semanas, Nora contrajo coronavirus. Ahora, ya recuperada, vuelve a la casa de sus alumnos: “siempre estamos tratando de que la escuela se acerque a las casas. No sólo mediante las pantallas sino también de forma presencial. Lo hago porque es nuestra responsabilidad que los chicos tengan una extensión de la escuela en sus casas en estos momentos tan complicados. Al principio de la cuarentena teníamos nueve chicos desvinculados pero ahora llegamos a cero”, afirma orgullosa.

Luego de repartir los bolsones en la escuela, los maestros se suben al auto de una docente de segundo grado, Daniela Fazzolari, y van a la casa de los que no puedieron ir. Una de ellas es Melina, pero también van a la casa de  Valentina y Santino, dos mellizos de ocho años que están al cuidado de su abuela. Todo es emoción cuando abren la puerta. A su vecino, que también es alumno de la 27, anoche lo hisoparon y están esperando los resultados. Los maestros le dejan los bolsones y las actividades de la semana. “Se siente largo. Hacemos la tarea en mi casa y hablamos con la seño por el celu de mi papá que me lo presta para mandarle mensajitos”, dice Santino. “Queremos volver a ver a nuestros compañeros porque los extrañamos, pero mi abuela dice que nos tenemos que cuidar”, agrega Valentina.

La directora explica que le da mucha impotencia cuando escucha en la televisión o en la radio que algún periodista dice que los maestros no quieren trabajar. “Estamos trabajando muchísimo. A mi nadie me enseñó a conducir una escuela en la virtualidad. Además de las clases virtuales, montar estos operativos semanales llevan una coordinación y esfuerzo enorme. Luego agrega que “si bien la esencia de la escuela es la presencialidad, contamos con un montón de otros medios posibles para poder acercarnos a las casas. No es necesario exponer a los chicos, ni a los docentes a una escuela presencial en este momento. Somos un montón de personas al servicio de garantizar el derecho a la educación de estos niños y ahora, con el nuevo programa ATR, seremos muchos más". "Si hasta esta altura pudo ser efectivo lo vamos a seguir logrando”, concluye.

Informe: Melisa Molina