"¿Qué narrativas sostenemos con nuestra mirada? ¿Cómo queremos que nos vean / no nos vean? ¿Es posible atravesar las capas superficiales entre tantos espejismos?", se pregunta la cantante, compositora y productora María Pien en el texto que acompaña su reciente EP, Una película, en el que profundiza en una exploración sonora, filosófica y poética más allá de los límites de la canción.

Grabado y producido en su estudio La Alfombra Mágica, Una película es su quinta publicación como solista y sigue una línea estética que empezó a transitar en sus dos trabajos anteriores, el EP Tres poemas (2017) y el disco Afuera el sol estalla (2018). Esto es, la experimentación sonora-ambiental y la instrumentación eléctrica y amplificada.

"Me parece importante hacernos preguntas: cuáles son nuestros límites y cuáles son nuestras fronteras; qué estamos eligiendo realmente o qué estamos haciendo por defecto o porque se supone que es así", explica María sobre el movimiento interno que atravesó estos años.

Dar la nota (de voz)

La canción que da nombre al EP, Una película, fue justamente el disparador para la construcción de este disco poco tradicional. La compuso en la segunda mitad de 2019, pero la recuperó y grabó en este contexto de aislamiento social. "Esta canción me resonó mucho en este momento; sentí que estaba en la misma sintonía con esta gran caída de fichas que significó para muchas personas el gran parate obligado, el cambio de rutinas en la cotidianeidad", contextualiza María, quien se mudó en diciembre a Ingeniero Maschwitz en busca de un entorno más calmo.

En rigor, en el disco hay solo dos canciones: la otra es la ambiental y mántrica Para ver, que se deja absorber por el sonido de la lluvia y los grillos de Maschwitz. El resto de los tracks son notas de voz que visibilizan el detrás de escena del proceso creativo y dos breves fragmentos testimoniales del psiquiatra y escritor chileno Claudio Naranjo y la maestra espiritual mexicana "Abuela" Margarita, que refuerzan el concepto del disco y funcionan como prólogo y cierre.

"Me gusta la relación entre la palabra hablada, la música y los sonidos", dice María, y recomienda conocer a la activista, ecologista y politóloga Flavia Broffoni, quien también fue una inspiración para la idea de este EP.

"Vengo indagando también en la producción y en la autograbación", cuenta. "Me empecé a grabar sin tener un objetivo de sacar un EP, de una manera más espontánea. A comienzos de abril, que llovió varios días, grabé varias tomas de sonidos ambiente, paisajes sonoros de nuestra casa. Es una zona boscosa y hay muchas especies de pájaros diferentes. Empecé a construir otra canción, que empecé a grabar arriba de un paisaje sonoro que ya tenía, probando a ver qué pasaba con eso, y terminó siendo Para ver, que es como un lado B de Una película."

El nuevo hogar de María pien en Ingeniero Maschwitz: refugio y banco de sonidos | Foto: Cecilia Salas

¿Qué representan las dos Notas de voz, ése registro primigenio de la canción Una película?

--Quería compartir el momento en el cual estaba armando las melodías. Mientras grababa, me di cuenta de que esas notas de voz me re gustaban, porque tenían algo fresco y espontáneo. El armado final no está muy lejos de esa materia prima. Entonces me parecía interesante compartir la costura de la canción, como la parte de atrás del bordado, en la que se ven los nuditos. En esas grabaciones que no están muy pulidas hay una frescura muy linda que en el estudio se enfría un poco. Me gustaba dejar la pregunta abierta: qué es lo que está para mostrar y lo que no está para mostrar; y por qué nos gusta tanto aquello que está pulido, afinado y refinado.

¿Por qué te interesó reflexionar sobre la mirada, sobre lo visible y lo no-visible?

--Hacemos todo el tiempo una edición de lo que consideramos apto para que nos vean o para que nos quieran. Porque si se ve lo otro, no nos van a querer tanto. Me gusta jugar con ese borde. Siento que me escucha gente que se interesa por las canciones, y era una especie de guiño también para ellas. Era una posibilidad de jugar con el límite y dejar preguntas abiertas. La propuesta del artista nos tiene que dejar con más preguntas que respuestas. La pregunta motoriza, pone algo en movimiento. La pregunta que más me motiva, en general, es el para qué. El por qué, en mi caso, se resuelve con el placer más que con el deseo. El para qué va cambiando con el tiempo.

¿Y encontraste en este EP un para qué?

--Para compartir mi proceso, en este caso. Para compartir mis intereses musicales y filosóficos. Y para compartir un camino que fui abriendo y que se puede escuchar en el disco de Ruiseñora o en Afuera el sol estalla. Tiene que ver también con una búsqueda eléctrica, con la guitarra amplificada y distorsionada.

Queda canto por explorar

Para María, Ruiseñora es un proyecto que se encuentra en "el pedestal" de su actualidad musical. "Llevo la magia en los ovarios, llevo la savia en los ovarios, llevo la rabia en los ovarios", cantan en La ruiseñora, la canción que abre Viaje al centro de la selva eléctrica (Goza Records, 2019), debut de la poderosa banda de rock-folk que comparte con sus amigas Lucila Pivetta (bajo), Natalia Spiner (guitarra) y Melanie Williams (batería).

"Es un proyecto importante para mí, que tengo con mis amigas, en el que me expreso y participo componiendo, tocando y cantando", dice María sobre el espíritu colectivo del grupo. "Vamos a seguir sacando discos y tocando", resalta. De hecho, una semana antes del decreto que estableció la cuarentena, se juntó en su casa de Maschwitz con Lucila y Natalia para seguir creando músicas nuevas.

"En un fin de semana hicimos cinco canciones. Teníamos el plan de grabar un disco nuevo y la cuarentena lo frenó. Pero eso se va a reactivar porque las canciones están", adelanta. "Tenemos el deseo de componer más entre todas, porque las canciones del disco son mías y de Lu. Es muy divertido componer con ellas y estamos muy alineadas creativamente. Nos quedamos manijas de seguir en ésa", se entusiasma.

¿Sentiste la necesidad en estos años de abrirte y jugar con otras cosas más allá del formato canción?

--Sí, igual el amor por la canción no se me agotó. No dejan de ser canciones las que hago y me sigue encantando el formato canción. Muchas veces uno siente que las etiquetas donde los demás nos quieren poner vienen de afuera. En un momento entré en crisis con eso, pero después me di cuenta de que yo nunca le prometí a nadie que iba a hacer nada. No tengo que hacer las cosas de una cierta forma. La reciente ola feminista de los últimos cinco años también me interpeló mucho en relación a ser una persona que se identifica como mujer, a cómo me muestro en un escenario, a las expectativas de los demás con respecto a lo que hago, a qué cosas me invitan o qué situaciones me genero para compartir mi música. Nuestra identidad también es mutante, no es fija…

¿Y qué pasó en ese proceso?

--Me empecé a dar cuenta de que podía hacer lo que quisiera, que no me casé con ninguna forma, estilo o ninguna expectativa de nadie. Y si en algún momento creí que tenía que hacer las cosas de cierta manera para ser querida, con el tiempo me fui dando cuenta de que no era así y de que podía explorar todos los intereses artísticos y musicales que se me fueran apareciendo.