A Carmina Pérez Bertolli siempre le gustó leer de todo. Cuando terminó la secundaria se mudó de su Tucumán natal a Buenos Aires a estudiar teatro y un día, su hermano le prestó “El gran diseño”, un libro de Stephen Hawking sobre el universo que le “voló la cabeza”. Eso cambió su destino: empezó a investigar sobre física y astronomía y tras un verano de reflexión, se anotó en la licenciatura de Ciencias Físicas de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Allí, comenzó a ver al espacio como algo fascinante por descubrir.

Hoy a sus 27 años es la flamante ganadora del premio “Luis Másperi 2020” que entrega la Asociación Física Argentina a la mejor tesis de grado en su materia por su su trabajo titulado “Estimación del flujo de muones en el laboratorio subterráneo Andes", dirigida por los investigadores Hernán Asorey y Christian Sarmiento-Cano. Según explica, su producción aporta a la mejora de los experimentos hipersensibles de búsqueda de “materia oscura” que alojará ese laboratorio ubicado a 1700 metros de profundidad en medio de una montaña.

“Mi trabajo fue estimar las señales que podrían entorpecer estos experimentos provenientes de otras partículas que no son las que el estudio busca, que son muy específicas. Es muy importante para mejorar la detección saber qué cosas pueden interferir. Es un cálculo que se va a ir mejorando, una cadena que vamos construyendo entre todos”, detalló en diálogo con el Suplemento Universidad sobre la tesis que le valió un premio que no tenía expectativas de recibir. Agradecida, felicita y resalta las “complejas” producciones de los otros postulantes.

El estudio del espacio es su pasión. “Si alguien me pregunta en qué creo, creo en la matemática”, asegura y cuenta que le fascina cómo algo tan “extenso” y con “tanta variedad” como el universo alberga vida y se puede “racionalizar con matemática”.

Carmina es becaria del CONICET y está terminando su doctorado en Astrofísica en el Instituto de Tecnologías en Detección y Astropartículas (ITEDA), que depende de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), la Comisión Nacional de Energía Atómica y el CONICET. Dice que la educación pública le aportó aún “más de lo que esperaba” desde las primeras materias que cursó cuando grandes científicos como el físico Juan Pablo Paz le enseñaron lo más básico de la carrera, hasta la “calidez” del ITEDA cuando le ofrecieron una computadora y un escritorio para que pueda escribir su tesis con éxito.

Algo que le llamó la atención durante sus años de estudio fueron las pocas mujeres cursando ciencias exactas. Hoy celebra que en la UBA haya espacios como Genex o Científicas Feministas donde se tratan situaciones de violencia de género y se reclama por el espacio de las mujeres en la comunidad científica. De hecho, le molestaron los comentarios objetivizantes sobre su imagen en detrimento de su logro profesional cuando se dio a conocer la noticia del premio en Twitter. “Exigimos que se nos respete, hagamos lo que hagamos, tengamos la imagen que tengamos”, apunta.

Tiene referentas, como las físicas Gabriela González, Ana María Llois y Luciana Bruno, que apoyan la lucha de las mujeres por la conquista de sus derechos en su área. Cree que a las niñas no se las incentiva a ser científicas y que sería bueno que crezcan sabiendo que, como ella, tienen un lugar en la ciencia.