Si nos propusiéramos realizar una historia universal y mediática del closet, se asomaría  primerísimo Oscar Wilde desde el podio del dolor del  siglo XIX, acribillado por los diarios que registraron con saña el día a día del juicio donde terminó condenado por “sodomita”. Lo veríamos insistiendo en caracterizar “ese amor que no se atreve a decir su nombre” mientras la prensa escracha una identidad (el homosexual) hasta ese momento borrosa. Los registros de la aduana británica registran que el día del veredicto, se vendieron 6000 tickets más que lo habitual, todos caballeros que se tomaron el buque para evitar el calabozo. En esa prehistoria también está el momento en que un moribundo Rock Hudson, en 1985, anuncia al universo que tiene sida y el universo decodifica el mensaje como una confesión de homosexualidad. La película Outrages, ofrece algunas gemas para ampliar las secuencias de los armarios abiertos.

En la Argentina de los años 90 Carlos Jáuregui presentando novio en tapa de la revista Siete Días junto con Ilse Fuskova dando cátedra sobre lesbianismo en el programa de Mirtha Legrand, se apropiaban del desclosetamiento mediático volviéndolo una salida de emergencia colectiva, al estilo Harvey Milk. Entre estas dos puntas: por un lado la extorsión y el oprobio, y por otro, divulgación y  liberación, la escena se ha ido poblando de confesiones con final feliz como la de Ellen de Generes y Ricky Martin. Tantas, que  como música de fondo se oye cada vez más fuerte “a quién le importa”.


LA ERA POST CLOSET

Resulta que hace unas semanas en el Cantando se produjo una situación tan tierna como desconcertante , probablemente un nuevo eslabón en la cadena histórica del closet. Mejor dicho: del postcloset. La protagonizaron Dan Breitman y Flor Anca, una de las parejas por lejos más interesantes y talentosas del show. Remanso dentro de la lógica de un programa que apoya su gracia y su tensión en tres zonas clave de la sociedad: la zona que representa la movida tropical convocada por primera vez a un show como este, el plantel lgbt por primera vez haciendo  y un jurado de estrellas integrado desde un principio, Pepe Cibrián incluido, por adultos mayores o personas de riesgo, según el eufemismo que se quiera utilizar mientras la aplanadora marca Latorre no se le ocurra hacer referencia a los temblequeos o insulte directamente con la (digamoslo) complicidad de uno y otro gays de la troupe. Claro que para ella también hay más de lo mismo, la niña Caniggia se ha ocupado de darle para que tenga con la misma moneda del viejismo. En el ADN del show, por más apertura que parezca, no se borra el recurso bullying, que este año recayó con todo en la figura de Esmeralda Mitre y que Nacha Guevara supo atajar con destreza. La televisión local en los últimos años ha sabido alimentar el show con carne de loca. La figura del gay amenazado, con una verdad a la vista que puede saltar en cualquier momento ha sido parte de ese closet de cristal que supo ser la televisión. Si hace diez años eran los chistes machistas abiertamente mata puto, la aparición de todo un elenco gay vino acompañado de una pedagogía de la homofobia, parafraseando a Segato. Pablito Ruíz, no casualmente homenajeado por Anca/Brietman en una versión de la tampoco casual "Todos me miran" de Gloria Trevi, sabe de qué estamos hablando. Hubo más: la saga de acusaciones cruzadas entre Graciela Alfano y Anibal Pachano con foco en el vih de uno, y en la edad avanzada de la señora y el calvario millonario de Ricardo Fort empeñado en ocultar lo inocultable, con escena final de trifulca con Flavio Mendoza en una verdadera guerra de titanas. 

Pero basta de bajones. La  escena a la que hacemos referencia es más o menos así: Dan Breitman que viene de dedicarle una canción a otro participante, de pronto  oficia como anfitrión del cupo lésbico y le da el pase a su compañera. Se queja de que Flor Anca está recibiendo muchos mensajes de hombres…. ¿Qué pasa con las chicas que no mandan nada? Porque a Flor le gustan las chicas, declara, y aclara. Flor Anca no se ofende ni se inquieta, todo lo contrario, asiente, redobla el reclamo y cuando le preguntan si le gusta alguien del jurado señala a Karina, la princesita. Le canta “Besame mucho” a modo de serenata. La princesita, que antes había hecho referencia a que no encuentra marido, escucha entre sorprendida y halagada. “No te conseguimos marido, pero te conseguimos una esposa”, aporta a la frescura de la escena Ángel de Brito. ¿Promesa de un cierre millenial a la triste historia del closet? 

¿Cómo se gestó esa escena de tu “no salida de ningún closet? ¿La producción pide temas? ¿Hay un guión para esas previas del Cantando?

Cero guionado. No nos dicen nunca de qué tenemos que hablar. Así como nadie después me dijo nada malo ni nada bueno sobre lo que dije. Se puede hablar de lo que uno quiere. Y la verdad es que me parecería muy mal que no me dejaran decir quién soy.

Entonces, ¿no sabías que tu compañero iba a decir “ella es lesbiana”?

¡Sí, sabía! Yo le había pedido que lo dijera. En los ensayos muchas veces suelo comentar: “Chicos, me escriben todos tipos, ni una mujer… ¿Cómo puede ser? ¿Nadie sabe que soy lesbiana? Es evidente que hay un mensaje que no estoy emitiendo. Y ese día, antes de salir a cantar, le dije a Dan: si da, porque obviamente como todo es espontáneo, se tiene que dar la oportunidad, pidamos que me escriban mujeres.

¿Y recibiste mensajes, finalmente?

Muchos agradecimientos por la naturalidad con la que lo dije y también pedidos de consejo, sobre todo de mujeres bisexuales. Y yo a todo el mundo le digo: vivilo tranquila, que no sea un tema. Yo siempre me lo tomé como algo muy natural. Por supuesto que sé que hay gente que le parece lo peor del mundo y lo más antinatural que existe. Problemas de ellos, yo desde siempre me dije: encontraré mi clan.

¡Claro! En el mundo de los artistas… que son todxs…

La verdad es que encontré ese clan en la danza… Por ahí antes no me enteraba tanto de lesbianas entre las bailarinas, tal vez, creo, hay más bisexuales. Con esto no significa que niegue la existencia de sufrimiento en muchos casos, que depende mucho de dónde vivas, con quién estés… Pero me refiero a esto: la gente homofóbica piensa que una se levanta todos los días y dice “Oh, dios mío, soy homosexual, ¿cómo haré para vivir?”. Y no es así, no para mi. ¡Ya está chicos! Relajen. ¡Estamos en 2020!

¿Y además de esos mensajes? ¿Alguno que te haya asombrado?

¡Muchos! Estoy asombrada de la cantidad de lesbianas que hay en este país, en este mundo. Pero me escribieron o señoras muy mayores o niñas a las que les digo: “vaya y termine la secundaria, señorita, por favor”. Casi todas son declaraciones de amor. El chongo es más de escribirte: “uy que buena que estás, hermosa, te parto… “ La mujer es muy de flashear…

¿Por ejemplo?

Me dicen cosas como “estamos destinadas a encontrarnos… deseo que algún día la vida nos cruce…” Yo leí eso quedé lacia. Los que más me sorprendieron fueron los chongos. Esperaba agresiones, pero no. Sólo hubo uno muy agresivo que lo escraché y en Youtube un par de comentarios, que no los recuerdo. En serio. Dicen algo como “pobre La Princesita que es hétero y que tuvo que fingir, que es algo antinatural…”

¿Te enamoraste alguna vez de una mujer hétero?

¡Siempre! Primero y principal no conozco muchas lesbianas, no se nada de la noche y la movida lésbica. No soy de salir a bailar, me duermo. De hecho, el amor de mi vida era una chica hétero cuando nos conocimos.

Hay toda una tradición donde esa mezcla termina siempre mal. ¿Para vos no fue un problema?

Las veces que me gustó alguna mujer, la encaré: “Hola señora, gusto de usted”. Por supuesto que tampoco es cuestión de acosar a la gente. Lo decís, y si es no, es no. Pero también es verdad que la mujer, en general, es re abierta, si le pasa algo con vos, va con todo. No es como el hombre, que le cuesta tanto. Creo que nosotras somos más bisexuales.

UNA ARTISTA EN FLOR

Flor Anca tiene 31 años. Vivió con su familia hasta los 19 en William Morris, localidad del partido de Hurlingham. “No somos de plata para nada de nada de nada” es su definición de clase. “Mi mamá siempre me incentivó con lo artístico y era la que hablaba con la gente y me conseguía becas. Mi papá fue el que me dio seguridad. Fue el que me dijo si querés hacer esto, lo hacés bien, obligándome a hacerme cargo.”

Empezó a los 12 años a estudiar en la escuela de su barrio todas las danzas que pudo: árabe, español y clásico. A los 14 le dijo a sus padres que la secundaria le resultaba una pérdida de tiempo porque a ella ya sabía que iba a dedicarse a esto. Respetaron su decisión. “Mi viejo a los 14 años me acompaña a un ensayo que se hacía en el centro y ahí se aviva de la diferencia. Había otro mundo. Ahí me dijo: vos vas a venirte a estudiar aquí, es muy buena la escuela de allá, pero tenés que estudiar entre los mejores, si no nunca vas a poder sobresalir. El primer día entré al estudio muerta de vergüenza, lloré un montón.” Estudió danza contemporánea con Margarita Fernández y al año siguiente ya estaba yéndose de gira y estudiando becada en Nueva York. Luego se pudo a estudisar canto y se ve que aprendió. Ha participado en 15 musicales, lo que en Argentina es decir, en casi todos: desde La bella y la bestia y El mago de Oz hasta Sugar y, la más reciente, Kinkey Boots.  Cada tanto a lo largo de la conversación declara:  "yo siempre supo lo que era, lo que iba a ser". 

¿Como te diste cuenta?

¿De que era bailarina y cantante… o de que soy lesbiana?

Las dos, por orden cronológico, si querés.

Desde chiquita siempre supe todo, aunque no pudiera ponerle palabras, aunque no lo compartía, era algo que sabía para mi. Por ejemplo, siempre estaba bailando. Terminábamos de comer, me levantaba de la mesa y me ponía a bailar. Era algo más fuerte que yo. Me retaban mucho por eso. Mi mama, me espiaba cuando yo bailaba y se ponía a llorar.

¿Por qué lloraba tu mamá?

Creo que de emoción, porque ella habría querido ser bailarina y su madre la obligó a estudiar guitarra. Mi mamá es la persona más talentosa que conozco, todo lo que hace lo hace bien. Pero a mi me molestaba porque yo sentía que no estaba lista para que me miraran. Estaba siempre practicando para cuando llegara el momento.

¿Tenés alguna imagen que simboliza esa vocación tan temprana?

Hay una foto de una navidad en la que se me ve abriendo una tarjeta navideña, de esas que venían con música. La tomaron en el momento en que la abro, suena el din don dan y yo me pongo a bailar. Siento que esa foto es fundante, que me marcó. A los 6 o 7 años tenía una rutina rarísima. Ponía el reloj y en una hora tenía que prepararme. ¿Para qué? Preparaba la ropa, me peinaba, me bañaba. Ahora me doy cuenta de que jugaba a ser artista. Cuando llegaba la hora ponía la radio y mi juego solitario consistía en girar la perilla y lo que viniera lo tenía que interpretar, fuera el género musical que fuera.

¿Y la niña lesbiana cuándo aparece?

El momento en que me di cuenta de que eras lesbiana, lo recuerdo claramente. Tenía 9 años, estaba en la casa de mi abuela, acostada mirando una revista y de golpe me freno en una página, y me quedo no se cuánto, tal vez 10 minutos, mirando la foto de Araceli González. Recuerdo que me pregunté: ¿qué onda? ¿Por qué estoy mirando a esta mujer tanto? ¿Qué pasa? ¿Me gusta? No me provocaba algo sexual pero sí una sensación que para mi tenía que ver con lo que yo imaginaba que era el amor. Ahí me dije, claramente me gustan las mujeres. Porque no es que yo quiero ser como ella, es que me provoca algo. Son cosas que pensaba: ya sé, nadie lo va a entender pero yo lo voy a vivir.

¿Guardás también una imagen de ese momento?

No porque no es algo que problematizara, no era algo puntual, estaba allí pero no era un tema. De hecho entendía el mensaje de que me tenían que gustar los chicos, y algunos me gustaron. A los 14 me gustaba una compañera de danzas y recién a los 17 concreté. Estuve con una chica más grande que yo, le había contado que nunca había estado con nadie y me dijo bueno, probemos. Y probé. Ah, ahora que pienso… Te puedo dar esta foto: 


Estoy de la mano con la nena era del barrio me gustaba. Pero no sé cómo explicarte. No fue un tema.

¿En tu casa tampoco?

Te cuento cómo se lo dije a mis padres. A los 19 me fui a vivir sola porque estaba trabajando en una obra de Pachano que terminaba tarde y el último tren salía para el oeste a las 23 35 de Retiro. Un día mi mamá me viene a visitar y charlando me tira: “¿Vos no serás lesbiana, no? Si mi hermano no dijo nunca que es hetero ¿por qué tengo que decirlo yo? Yo me decía, qué se yo, cuando tenga novia lo diré. Pero como ese día preguntó, le dije “ y sí, ma, soy lesbiana”.

Y tu mamá… como si nada

¡No! Se puso a llorar. “Es una enfermedad, que horror, pero ya se te va a pasar, cómo puede ser si vos sos mi princesita”. Sí, ma, soy tu princesita… y tu princesita es lesbiana, ¿qué tiene que ver esto con la tristeza? La vi en shock, vi cómo lloraba y en ese momento me acuerdo que pensé: Tengo dos opciones. O me pongo a llorar y le digo mamá perdoname. O le digo lo que pienso. Mamá, esto es así, no es una enfermedad y va a seguir siempre así. Vos tenés dos opciones: o me amás como decís que me amás y lo aceptás o como se llame lo que tengas que hacer, o no nos relacionaremos más. Se fue traumadísima. Y al otro día recibo un mensaje que decía: “Buen día, ¿cómo está mi princesa?. Y ahí vi que ya había entendido y que estaba todo bien.

La cuestión del closet sigue presente, sólo que vos lo dinamitás.

Lo único que agregó mi mamá fue: No le digas a tu papá porque tu papá se muere. Y la verdad es que no había pensado en decirle, así que le dije bueno, no le digo, qué se yo. Pero dos años después me había puesto de novia y pensé: tal vez ya es hora de contarle a papá. Un día viene a visitarme y justo me ve bajando de un auto. Ahí me pregunta: ¿quién te trajo? Me trajo una chica, porque estoy de novia. Ah.. me dice. ¿De novia con una chica? Si, papá. Y ahí se pone a llorar. Me sorprendió, porque me dijo: “Qué bueno, hija, que puedas ser libre y ser quien sos, y además alegra saber que no estás sola y no estás todo el tiempo ensayando y practicando danza. Yo decía esta chica no puede ser que este todo el día sola y trabajando.” Desde ese día con mi papá somos los mejores amigos… o mejor dicho “mejores amigas”. El le contó a mi hermano, y a mi abuela también.

¿Y la abuela?

Mi abuela me preguntó: nena, cómo es eso. Es como una amiga que la querés mucho, y la querés tanto tanto que le querés dar un beso. Fin, abuela, es eso. Relájate. Y todo bien. Después le conté a mi tío. No me creía. Algún amigo alguna vez también me preguntó cómo es, cómo me di cuenta. Qué se yo.

Volviendo al Cantando… Lo de cantarle a La Princesita ¿cómo salió?

Fue espontáneo. Me preguntaron si le cantaba algo y le canté. Pero no es un invento ni una puesta en escena, me gusta en serio. Bah, ahora que hice esa serenata pública ya es parte del show… Y eso quita toda chance de intentar algo en el plano de la realidad. ¿No?

Bueno, nunca se sabe, ya lo veremos.