Hace poco me preguntaba cuándo había empezado mi relación con la fotografía. Llegué a la conclusión de que en mi primer recuerdo con la cámara en mano terminó llorando, mi papá gritando y la cámara familiar rota en vacaciones.

Desde ahí, mi cerebro pega un salto y veo los negativos obtenidos con mi primer cámara propia secándose como ropa al sol, pero en un laboratorio oscuro y con olor a químicos.

Para mí, la fotografía es algo triste y oscuro o por lo menos algo que incluye tristeza y oscuridad. Técnicamente, la magia de la fotografía se basa en el concepto de cámara obscura para fijar una imagen sobre una superficie sensible que luego debe revelarse, también en un cuarto oscuro. La tristeza radica en que al disparar se congela un momento que ya no existe, o un momento que nunca existió, una fantasía.

No recuerdo cuándo fue la primera vez que vi las imágenes de Josef Koudelka pero instantáneamente sentí que había algo de magia negra en su trabajo. Koudelka nació en Moravia pero siempre fue un exiliado y en gran parte de su obra fotografía a comunidades romaníes o “gitanos", los exiliados por naturaleza. En los ocho años que vivió con ellos, tuvo que ganarse su confianza para poder acceder a la mayor intimidad posible, que es la que podemos ver en sus imágenes. Gente comiendo, gente durmiendo, gente jugando, gente de fiesta y gente siendo velada.

“El gitano, en la Checoslovaquia de los años sesenta, era ‘el otro’ por excelencia, el rechazado, el no aceptado, el sospechoso, el no asimilado, el supuesto mentiroso, el ladrón… todo al mismo tiempo.”

Esta fotografía de un ¿perro? en la nieve es de mis preferidas de Koudelka. Tiene la cantidad justa de paz y misterio, me hace pensar en una fuerza horrible y maligna al acecho, lista para atacar. Lo llamaré neoliberalismo.

Hasta hace un tiempo ser fotografiade era un privilegio y la gente luchaba y pagaba por poder pararse frente a una cámara para ser retratada o grabada. Hoy casi cualquiera tiene la capacidad y los instrumentos para auto retratarse o transmitirse, y la mayoría de las imágenes que nos llegan muestran un constante yo-yo intervenido para gustar y ser megusteado.

Koudelka me tentó, me dieron ganas de ser nómada y dar vuelta la cámara para mostrar lo que veo al frente mío, las injusticias y las penas, que cada día son más y más grandes, sobre todo en nuestro continente. Dejar la gran ciudad para internarme en rutas y pueblos desiertos y desconocidos. Andar y conocer, retratar lamentos y quizás algún día ayudar a hacer justicia.

Dagurke nació en la ciudad de Córdoba en el año 1993. Conoció la fotografía de adolescente, experimentó varias técnicas y fórmulas pero se encontró al descubrir la cámara del celular como un arma en su bolsillo. Desde entonces dispara aleatoriamente mientras camina por Latinoamérica. Es autor del libro de fotos Gauchito Gil (2020) y los fanzine Dagurke (2018) y Barrio fino (2015).