Tras leer Orgullo y prejuicio en incontables oportunidades, pensó la estadounidense Barbara Heller -directora de arte de films y tevé- qué bueno sería crear “una conexión visual y táctil” con este clásico de clásicos, obra de su adorada Jane Austen. Y así fue cómo la autoproclamada Janeite tuvo la idea de hacer una edición especial de la novela inoxidable que incluyese cartas extraíbles, “de puño y letra” de Elizabeth Bennet, sus hermanas Jane y Lydia, Charles Bingley y, cómo no, el señor Darcy, entre otros personajes inolvidables. Son 19 las misivas escritas a mano, intrincadamente dobladas a la vieja usanza, que pueden hallarse en el interior del flamante tomo que acaba de lanzarse en Estados Unidos, a través de la editorial Chronicle Books. 

Apropiadamente ubicadas, dicho sea de paso, atendiendo al color de la tinta, a los tipos de papel… Atendiendo además, y muy especialmente, a la grafía que -como es harto sabido- mucho dice sobre quien da curso a las letras: si es extrovertido o tímido, creativo o racional, entre un sinfín de cualidades a las que debió prestar atención el equipo de especialistas que fichó doña Heller para la tarea: calígrafos o, como ella prefiere denominarlos, escribas, “dispuestos no solo a escribir como lo hacían en Gran Bretaña en el siglo XIX sino a impregnar de carácter los caracteres, dándoles un sentido en vez de limitarse al mero garabato preciosista”. De hecho, invitó la mujer a que artistas de las letras como Anna Pinto y Chavelli Tsui, por citar algunas integrantes del team, incurriesen en la tachadura o la errata, de justificarlo la ocasión.

Elizabeth Bennet

Para ejemplos, el señor Bingley, cuya letra “descuidada” -según anotó la propia Austen- reflejaba su modo apresurado de tomar decisiones. La de su pomposa hermana Caroline, ofrece Heller, requería “excesivas florituras, trazos grandes y llamativos”; mientras la dulce y modesta Jane Bennet, considera, “escribía en forma recta, uniformemente espaciada”. Para la heroína Elizabeth, como no podía ser de otra manera, la inspiración partió del estilo de la mismísima Jane, tomando incluso algunos hábitos epistolares de la autora, como firmar con iniciales. Con Darcy, mientras tanto, intentaron replicar los modos del príncipe Edward Augustus, duque de Kent y Strathearn, padre de la reina Victoria, de letra “elegante, que denota confianza y formación”… “Quería que las cartas fueran tan históricamente precisas como podría serlo una misiva ficticia”, explica Heller, que consultó también con historiadores postales para conocer los pormenores de, por caso, el franqueo en esos días. Ningún detalle librado al azar en esta encantadora iniciativa, lanzada semanas atrás, a la que seguiría una propuesta similar con Mujercitas, según adelanta una Barbara entusiasmadísima. 

Darcy