"Soy un dibujante un poco raro cuando encaro la historieta", dispara Fede Ferro. Se refiere a sus abstracciones, pero vale para todo lo que hace: Panxa Editora, el festival Dibujadxs, los mini-libros de la editorial que lleva junto a su pareja, Daniela Ruggieri, y también las intervenciones urbanas que realiza como artista visual. Con un pie en la gráfica y otro en un lugar que, como buena abstracción, resulta difícil de definir, Ferro produce obra casi como mecanismo de supervivencia.

En 2020 se iba a realizar la última edición de Dibujadxs. "Iba a ser el cierre de ciclo, un día de feria que cerraba con fiesta", recuerda Ferro sobre la decisión del colectivo que integra con su compañera y los autores Luis Roldán, el Gory, el Bruno y Scuzzo. "Queríamos una fiesta para que no fuera solemne y triste, sino con amigos, con el ambiente que siempre tiene el evento y evitando el mensaje aburrido de 'ya no existimos más'", plantea.

La última edición quedó "suspendida hasta nuevo aviso", y unos cuantos prenden velitas para que el receso pandémico lleve a los organizadores a la decisión de continuarla. "Por el momento sólo hicimos algunos vivos de Instagram en apoyo al lugar (el Teatro El Mandril), que como otros espacios de la cultura sufre la situación."

Vida, muerte y resurrección del cómic

La historieta independiente y autogestiva sabe de incertidumbres. "Siempre fue de supervivencia precaria", observa el dibujante, quien sabe que muchos dependen de los eventos para que su material circule. "Algunos fueron a lo online y crearon tiendas virtuales, pero como sucede en otros ámbitos editoriales, los títulos se retrasan o no salen", traza el panorama.

El resto es situación estructural pura y dura: los costos dolarizados y la falta de puntos de venta para recuperar la plata invertida. "Lo que se puede decir en favor del ámbito autogestivo es que siempre soportó una precariedad de base, por lo que tenés un entrenamiento en precariedad. Habrá que ver cómo se desenvuelve la situación el año que viene para terminar de entender el impacto real de todo esto."

En cuanto a la editorial, PanxaComics cerró su ciclo editorial en 2019 con una "charla-funeral" y el lanzamiento del décimo número de su Panxarama. "Nos parecía que había tocado su techo", explica, y cuenta que el proyecto se reformuló en taller de producción. "El grupo sigue cooperando y el espacio de la imprenta existe, ahora multiplicado en varios proyectos", plantea. El suyo es Anomalía Editorial, ideado para concentrar los proyectos experimentales de la pareja. Entre los muchos planes paralizados está su primera novela gráfica, que espera paciente la reactivación de ¿2021?

El barrio invadido

La más visible de sus movidas personales es Ruido, que describe como "un proyecto de señalética disfuncional que lleva también el nombre de Segunda Invasión Abstracta". La primera data de 2018, y era una serie de stickers más pequeños que los actuales, que buscaban generar confusión.

Aunque el núcleo de su producción historietística es abstracto y está en los límites de la disciplina, la producción en cuarentena se le reveló como continuadora de esa primera intervención. Así que se lanzó a "invadir" el barrio porteño de San Cristóbal. "Es un proyecto más ligado a las artes visuales que a mi perfil como autor de historietas, pero no deja de estar relacionado con la gráfica: son stickers. También hay un recuento, un mapa, un catálogo, un registro del trabajo y están los originales, así que eso va a terminar en algún momento en un archivo o publicación, aunque sea digital."

"La intervención urbana me parece muy rica porque rompe con los criterios de exhibición y circulación tradicionales. En el paisaje urbano la jerarquización de los estímulos es más aleatoria que si uno va a una galería o compra un libro, en los que ya tiene todo organizado. Así que el cómo son recibidos, repudiados o replicados es más aleatorio, hasta más democrático, diría." Por eso, la idea de Ruido tiene que ver con "el contraste estético entre estas abstracciones de geometrías intrincadas y el paisaje urbano". Y propone pensar esa idea junto a la de "señalética disfuncional".

"Los signos visuales que organizan el mapa urbano tienen una función concreta, y tienen que ser muy claros, pero en Ruido tenemos una serie de imágenes abstractas que no responden al criterio de claridad y que señalan cosas aleatorias que no son importantes. Entonces son una señalética que no cumple su función y eso a su vez genera un mapa provisorio, porque como son stickers están sujetos a la temperatura, el clima y las intervenciones, como que les peguen cosas encima o los arranquen: es un mapa provisorio absurdo".

Aunque no es historieta, Ferro entiende que las ideas de serie y secuencia, tan propias de ese lenguaje, siguen presentes en Ruido. "Creo que el concepto de serie piensa una totalidad y secuencialidad. Hay mucho de lo gráfico y lo secuencial en esa idea de la intervención."

Experimentación benigna

Detrás de todo su trabajo abstracto hay un sustento visceral: sus exploraciones gráficas derivan en buena medida de los cuatro episodios de epilepsia que sufrió. Y aunque esa búsqueda puede intuirse en toda su obra como manifestación inconsciente, la única exploración explícita de ello es un libro inédito. "En el marco de Anomalía Editorial trabajé una serie de historietas de abstracciones, y en el proceso me pareció interesante vincularlo a esta temática que no había tocado nunca", cuenta.

Ferro jamás tocó lo autobiográfico hasta que hizo de esa experimentación una puesta en acto de sus vivencias epilépticas. Del diagnóstico oficial ("epilepsia benigna") y del testimonio de sus padres y conocidos que presenciaron alguna de sus cuatro crisis, se lanzó a "trabajar el contraste entre un testimonio muy concreto, directo, claro y consiso y estas páginas de historieta abstracta".

La novela gráfica resultante es un estallido de ideas: incluye calados, transparencias y otros gestos que refuerzan su carácter experimental. En 2021, si no implosiona el mundo, habrá una cantidad limitada de ejemplares y una presentación oficial, se esperanza el autor.

Entonces, sí, Ferro es "un poco raro" en su encare de la historieta. "Creo que como lenguaje es súper amplio y permite abstracciones y experimentaciones de todo tipo. En los años del surgimiento de la gramática relacionada con el lenguaje secuencial hay un montón de producciones hiper experimentales, que eran comunes porque todavía se estaba buscando esa gramática. Así que de movida hay un reservorio de experiencias gráficas que formaron parte desde el principio del lenguaje". Un lenguaje que Ferro lleva al límite de sus posibilidades.