“En la música en vivo uno está acostumbrado a que cada tema termina con un aplauso, y aunque uno no vive de los aplausos, para que el espectáculo transcurra y uno pueda sentirse contenido como artista, ese aplauso sí es necesario”, reflexiona Ariel Ardit, a poco de presentarse por segunda vez en un show vía streaming. Será este sábado  desde las 20 y se transmitirá en vivo y en directo desde la Sala Siranush (las entradas se consiguen en Ticketek). Allí el cantor se presentará junto a su orquesta típica. Será, en rigor, el segundo show que transmite virtualmente. El primero, hace algunas semanas, fue en formato de cuarteto y desde Bebop, pero la experiencia le permite dar un paso atrás y pensar su tango en tiempos de pandemia.

Para Ardit, figura insoslayable del reverdecer tanguero de fines de los ’90 y comienzos de este siglo, la clave para sobrellevar la situación está en pensarlo como una presentación televisiva a radial. Si el público no puede dar la devolución inmediata de sus sentimientos, habrá –propone- que confiar en las experiencias previas y las dos décadas armando repertorio para el escenario. “Ya siendo la segunda presentación uno igual tiene la idea de que hay gente festejando del otro lado, y además hay que hacerse a la idea de que esto es lo que viene, lo que impone la realidad, así que vamos a disfrutarlo igual”.

Ese trabajo de repertorio es una de las claves, considera el cantor. “Hay que pensar más en una sensación interna, y en ese sentido cuando uno arma un repertorio sabe que hay temas más explosivos que otros, o más reflexivos, o más románticos, así que vamos a quedarnos con la sensación de que la cosa funciona tal cual uno la pensó”, explica.

Otro elemento que propone este recital es una puesta en escena poco habitual: la orquesta estará en ronda y el cantor los mirará a ellos. “Así no cantamos a la nada, sino en una gran reunión a la que invitamos al público, lo hace mucho más ameno”, celebra.

“Con los músicos no nos veíamos desde el festejo de los 20 años en noviembre”, recuerda y celebra la energía con la que sus colaboradores llegaron a los ensayos. Curiosamente, no estaba en los planes reunirse este año. Como había anticipado en una entrevista con Página/12 a propósito de sus veinte años con el tango, en 2020 el cantor pensaba en adentrarse por otros caminos dentro de la música popular, probablemente alejados de su habitual imagen de cantor de corte más tradicional y con gola gardeliana. “Ya había anunciado que iba a buscar otras sonoridades, fuera de la orquesta típica, pero nos llegó esta situación mundial que hizo que se postergara todo ese trabajo”, lamenta. “Por el momento no avanzamos más que en la planificación, pero esa idea sigue ahí y es el próximo disco, con un nuevo repertorio”, anticipa.

“A mí la pandemia me impactó de distintas maneras, como artista fue el dolor de ver postergada hasta quién sabe cuándo mi herramienta de trabajo, que es el público y subir al escenario”, cuenta. “Después, como ciudadano del mundo, afecta anímicamente porque uno empieza a ver que el mundo es mucho más grande que el círculo que uno se construye con sus cosas y necesidades, y ves las cosas horribles que suceden, los emprendimientos que llegan a su fin, la incertidumbre, eso te hace pensar en qué es esencial de las cosas”, plantea. “El tiempo fue pasando y uno termina extrañando o añorando lo esencial del afecto: un abrazo”.

¿Por qué volcarse a la orquesta típica, con todas las dificultades logísticas que conlleva en este momento? Para Ardit la clave fue la posibilidad de emitirse desde Siranush, una sala con el tamaño y condiciones técnicas adecuadas para tantos músicos. “Intentaremos devolverle a la gente en cualquier lugar del mundo la sensación de estar en un gran salón de baile, en una gran milonga, un gran teatro, donde pueden asistir y ver una orquesta típica”, se esperanza. “También dentro del show haremos un guiño más teatral respecto de la virtualidad y la imposibilidad del abrazo, vamos a querer jugar con eso, mostrarlo”.

“Estoy muy contento y los los músicos también, porque después de tantos meses donde tocaban en sus casas o dando clases, ya en el primer ensayo se notó una efervescencia y unas ganas terribles de juntarse a hacer música. Ya sin pensar en cuántas entradas uno venda, en el público, la técnica, la luz y el sonido, sino en lo esencial: la música. Eso no hay pandemia ni crisis que pueda batir”.