“Me importa mucho el registro: que alguien en algún momento pueda decir ‘uy, mirá cómo pensaban estos tipos’”, cuenta Lorenzo Amengual en la introducción a su muestra Cábala criolla (treinta imágenes para interpretar los sueños, vencer el azar, alcanzar la fortuna, cantar y silbar), organizado en conjunto por el Centro Cultural Roberto Fontanarrosa, de Rosario, y el Museo de la Ilustración Gráfica. La muestra, que se puede “visitar” online en ambos espacios, retoma el material del libro Cábala criolla, una parte de su producción que el artista aprecia especialmente.

Cuando Página/12 lo entrevistó hace algún tiempo por sus Cartas a Goya, correspondencia ilustrada, el ilustrador cordobés mostraba al cronista la Cábala criolla con evidente entusiasmo. La técnica que utilizó entonces, cuenta, se ubica “en un territorio ambigüo entre el dibujo y el grabado”, aprovechado a partir de materiales que encontró durante su estancia en Alemania (cartulina enyesada, que permite realizar “falsas xilografías”), a comienzos de los ’90. Esa técnica le permitió imprimirle al dibujo también su aire particular, pues la Cábala que propone Amengual cruza el imaginario quinielero que conoce cualquier habitué de las casas de apuestas locales con el tango de los años ’30 y ’40 y los antecedentes napolitanos de la “smorfia”.

“Investigando para el libro descubrí que no eran nuestros esos números de la quiniela, que vinieron con los inmigrantes, que fueron creados en Nápoles dentro de un sistema adivinatorio que tienen allá para el lotto, que es la smorfia”, recuerda Amengual. Y como al cordobés le interesan especialmente los procesos de “la imagen que crea cultura popular”, siguió investigando. El término napolitano deriva de Morfeo, el mítico dios del sueño, pero también significa “mueca”, dos ejes que encantaron al artista. “La smorfia es una joya de la cultura popular napolitana. Viene de épocas ancestrales, de los fenicios. Se asocia con la numerología, con algunos aspectos de la cábala hebrea, pero además sufre una transformación al llegar al Río de la Plata, que le agrega oscuridad al origen, lo cual siempre es bueno”. En estas pampas, explica, se le agregaron diez figuras (el lotto sólo alcanza al número 90 para las apuestas) y aquí se le entretejieron los que faltaban para completar la centena. “Es fácil identificar dónde, casi todos están vinculados a la celebración de algún santo”, apunta. Interesante paradoja para una actividad que en general no estuvo muy bien vista por las autoridades eclesiásticas, que apuestan sus plenos a Dios.

Sobre su trabajo, Amengual advierte que “muchos dividen el dibujo entre arte e ilustración”, pero la considera una división falsa. “Lo que yo hago está relacionado con la ilustración, me gusta contar historias”, se planta. Pero ante sus trabajos, nadie dudaría en que allí hay arte genuino. “Una cosa importante del libro es que cada dibujo está acompañado por alguna estrofa, que en general es de algún tango y de tangos de la etapa clásica, del ‘30 o ‘40, donde si uno lee la relación entre imagen y la letra, es arbitraria: nomás si el tango nombra la figura, como el perro o el jardín”. 

La muestra online incluye videoclips con esos clásicos, algo que el libro no podía permitirse. Algunos son clásicos indiscutibles (“Naranjo en flor”, para el “01 – el agua”, o “Malena” para el “18 – La sangre”, pero también “Quinielero”, “Fierro chifle” y hasta el jingle milonguero “Venga de donde venga” (una vieja publicidad del analgésico Geniol). Los intérpretes varían y figuran desde estrellas de la edad de oro del tango, como Goyeneche, hasta figuras de la actualidad, como Adriana Varela, La Chicana o la Orquesta Típica Misteriosa Buenos Aires, y hasta de otros géneros, como Arbolito.

El material de la Cábala criolla se expuso presencialmente en el CCRF en Rosario el año pasado y había tenido otras dos exposiciones en Buenos Aires (2009 y 2015), además de su publicación como libro en 2014 de la mano de la Universidad Nacional de Quilmes. Que la cuarentena ahora ayude a su divulgación gracias a la exposición virtual no deja de ser algo para celebrar. Es una apuesta segura.