Se pelean dos pares de hermanos en la misma semana. Aparecen comentarios en twitter como si se tratara de una coincidencia risueña y se la acompaña de mucha desconfianza. Son problemas de herederos, es un problema de ser garca hasta con tu hermanx, hay quienes incluso lo compara con un culebrón de la tarde y con los Pimpinela, y la pregunta: ¿acaso es posible que exista alguien bueno en esa familia? Sontodolomismo.

Lo que resulta por lo pronto evidente es que no estamos acostumbradxs a pensar en los vínculos intrafamiliares. Paradoja de una tierra que se supone fértil en psicoanálisis, lo que en general se escucha son quejas sobre la familia propia, pero reflexión sobre qué está pasando -en estos tiempos en que pasa de todo-, en términos de vínculos familiares entre adultos, muy poco, o nada. Mi sensación es que algo comenzó a cambiar, intermitente pero sostenidamente, anunciando la emergencia de lo nuevo. Nuevo quizás para el argentino medio, excedido en representaciones de mesa familiar dominguera en la que no hay diferencia que no se pueda saldar para la hora del postre. Pero sin dudas nuevo también para muchos individuos que por primera vez se atreven a salir del guion familiar para armar algo propio. Propio y público.

Esta semana, pareciera que, catalizándose mutuamente, se concentró esta novedad en dos casos que ganaron resonancia. Pero los primeros indicios de algo novedoso que salía de los esquemas que los twiteros o tribuneros pudieran aprehender rápidamente fue con el surgimiento de Historias Desobedientes hace unos pocos años. Hijxs, pero sobre todo hijas, de genocidas y represores, que decidían hacerse un lugar entre los ciudadanos comprometidos con la Verdad, la Memoria y la Justicia, apropiarse a su modo de un pedacito de bandera que siempre había sido ajena y, en el mismo movimiento, estar dispuestxs a perder sus vínculos con sus padres y hermanos de sangre y encontrarse armando familia en otro lado. Reconociendo a su vez que lo que habían tenido hasta ese momento no era exactamente familia sino un conjunto de mandatos y silencios, y que el dolor atravesaba tanto el quedarse como el romper con eso, pero, claro, romper siempre promete rearmar, y es lo que muchos de los testimonios desobedientes mostraron, que al final había que romper porque les permitía acercarse a la vida que deseaban.

Historias Desobedientes. Un nombre que expresa que somos lo que el pasado hizo de nosotros y que somos también porque traicionamos en el presente. Un gesto político que no surge muy seguido. Es político porque ha politizado a la familia, o más precisamente porque nos señaló que la obediencia a la familia también es política. La politizaron esas personas que decidieron dar ese paso, personal y públicamente, y el contexto de estas decisiones, a mi modo de ver, y quizás mi modo sea demasiado argentino, pero creo sirve para empezar, fue esa combinación del ascenso de la derecha y los grupos más concentrados del poder en el Estado, como hacía mucho tiempo no sucedía, y del feminismo, como sea que entendamos esta palabra, ganando espacios en la batalla por el sentido común. Paso a analizar cómo creo que cada uno de estos elementos del contexto impulsó u afectó la emergencia del fenómeno.

El ascenso de la derecha al poder habilitó a Mauricio y a Etchevehere a hacer con la Argentina lo que ya habían hecho con sus empresas y sus campos, y también habilitó a los genocidas ya juzgados a creer que iban a tener alguna revancha, incluso soñaron con un 2x1, y vimos entonces surgir a les desobedientes, entre las marchas contra el dos por uno de 2017 y por el Ni una menos, cuando vieron que se volvía necesario que salgan a la luz más verdades de las conocidas hasta el momento sobre sus padres, y hasta les pidieron a los monstruos que hablaran de una vez, que dijeran lo que habían hecho, y también quisieron que se cambiara el Código Penal para poder declarar contra ellos. En el caso de Dolores, el gobierno de Macri parece haber sido un momento de recrudecimiento de la violencia económica que ya sufría por parte de Luis Miguel Etchevehere en “su cargo de Ministro de Agroindustria de la Nación, y aprovechándose de los beneficios, ventajas y capacidad de influencia sobre personas, organismos y medios de comunicación que ese lugar privilegiado de poder y dinero le otorgaba”. Mariano Macri, por su parte, parece estar planteando otra cosa, a modo de un balance de lo que ya fue: “Mariano siente que el mismo abuso y maltrato que él recibió de Mauricio a nivel familiar el pueblo argentino lo sufrió a nivel político. La misma desilusión, la misma estafa.” Conocer íntimamente a un Etchevehere o un Etchecolatz parece haber impulsado, en el contexto del gobierno de Macri, a las mujeres a despojarse de miedos antiguos e ir a la búsqueda de la verdad. Pero lo de Mariano con Macri es diferente.

El otro elemento que mencioné es el feminismo ¿Usted no me va a decir que Mariano Macri es feminista? No, claro que no. Sí creo que se han habilitado espacios en la tribuna pública para que él pueda presentarse de modos que no estaban antes habilitados para los varones y eso es gracias al feminismo, del mismo modo que el MeToo hizo lugar para que un varón relate que fue acosado sexualmente por otro varón sin que lo silencie la vergüenza, o el miedo a que alguien crea que es gay (un horror todavía para muchos varones hetero). Es sólo eso, lugar para que sea dicho, presentarse ante otros y no ser silenciado nuevamente, y eso, ni más ni menos, viene del impulso feminista. Después, en cada caso, habrá que ver si se utiliza con fines específicos y cuáles.

El caso de Mariano Macri, como decía, es diferente ya que su libro es en realidad el libro de Santiago O´Donnell, “un hijo de”, que quiere contar la historia de “un hermano de” pero también la de otro “hijo de” como él. Porque Mariano habla para restituir la memoria de Franco. Reordenar lo que desordenó Mauricio. Restablecer el nombre de un Franco al que presenta como “un gran hombre, alguien que se jugó la vida por el desarrollo de Argentina y América Latina generando empleo y crecimiento con transparencia y visión estratégica, asumiendo grandes riesgos” (sic y jaja). 

Parece que realmente lo cree y que va a sonar convincente. Habrá que esperar la recepción del libro. Por ahora sabemos que O´Donnell y Macri, Santiago y Mariano, se encontraron a partir de que al segundo lo felicitaran por justificar el golpe a Evo Morales en un grupo de Whatsapp. Se juntaron y decidieron publicar un libro. 

Otra vez un libro para Mauricio, él, que nunca se dedicó a la palabra ni le dedicó demasiadas a nadie, algo entiende o sospecha de lo que hacen los libros con él, porque se refirió esta semana a que hay quienes quieren cometer el parricidio de sacarlo de donde está. Siempre fue medio pelotudo, sí, pero no del todo, eso se lo discutiríamos a Franco, bastante vivo ha sido para llegar adonde está. Se equivoca, claro, si pretende que alguien lo vea como un padre, pero ¿no se colaba en su limitado discurso la percepción de que se viene algún intento de fratricidio político y uno de sus frentes es el de Mariano y Santiago? Mariano quiere derribar a quien ve como un “ídolo con pies de barro” (sic y jaja parte 2), ya lo dijo, pero no sabemos para instalar qué cosa o a quién. De su relato se desprende la idea de que hay algo que Mauricio ensució que puede lustrarse y ser emplazado como deseable, otra vez, en el pedestal de los buenos apellidos de la derecha argentina. Es pregunta, por ahora, pregunta para ellos y para nosotros. Pero vemos, otra vez, que la derecha prefiere contar con la obediencia de los hijos. Es propio de ser conservador. Un hijo que conserva lo que le ha sido dado, eso es la derecha, y si no es de derecha ese hijo en su propia conciencia, es igualmente ahí donde prolifera la derecha, cuando los hijos no son más que hijos.

Esta definición busca ser productiva para pensarnos en la vida en la derecha, y se la dejamos al lector para que la aproveche si así lo desea: puede por un lado ayudar a entender que ese es finalmente el mérito de los hijos y nietos que trabajan en los medios masivos de televisión, a la derecha de Mauro Viale y de Mirtha Legrand, como también me sirve a mí para rescatar a Dolores Etchevehere, indicar que está de nuestro lado, recibirla, querer que sea nuestra, de un nosotros que todavía se está formando.

Dolores parece haberse dado cuenta que no hay nada que restablecer, sino que está todo por hacerse. A más de uno le parecerá que lo que hace es insuficiente, demagógico o que finalmente la beneficiará sólo a ella; de hecho, se vio en las redes más gente en la fila para criticarla que en la fila para brindar apoyo. Quizás haya que decir más fuerte: Yo te creo, Dolores. Te creo y te veo. Quizás cuando se entiende el lugar de las mujeres en la familia y en el negocio familiar se entiende también que eso no suele suceder, eso de que te vean y te crean, y se entiende cómo, una vez que te diste cuenta que no va a suceder adentro, el afuera se abre como un jardín de las delicias, un jardín que puede o no brotar de las tierras que permanecen indivisas porque los guardianes del apellido no las quieren inventariar pero Dolores lo va a hacer, estoy segura, no cuentan más con ella, con su cabeza gacha, para que le digan lo que va a pasar aunque ella no quiera. Dolores de pie. Su gesto y los que vengan con él nos llenarán de jardines que todavía no pudimos imaginar. Gracias, Dolores, por lo que estás haciendo. Que la fortuna acompañe tamaña virtud.

*Magister en sociología de la cultura y análisis cultural (IDAES-UNSAM).