El documental Hermanas de los árboles, dirigido por Lucas Peñafort y Camilia Menéndez fue rodado en 2018 en Rajastán, India, y retrata la iniciativa que se lleva a cabo en la aldea de Piplantri en la cual se plantan 111 árboles para celebrar el nacimiento de cada niña como una forma de generar conciencia contra el infanticidio femenino y la situación de las mujeres en India. Además, esa acción mejora notablemente el entorno desértico del pueblo y eleva los niveles de las napas de agua a través de las raíces de los árboles. Por eso, se reafirma en los principios de salvar los árboles, el agua y las niñas. Hermanas de los árboles se estrena el jueves 5 de noviembre en Cine.ar.

Las mujeres en Piplantri son un verdadero ejemplo de empoderamiento en una sociedad que privilegia el nacimiento de varones y entiende a la hija mujer como un problema económico. Esto motiva el infanticidio de la mujer apenas nace o, en algunos casos, el aborto. Por ello, India actualmente es uno de los pocos países del mundo donde la relación es de siete mujeres por cada diez varones. Cuando una familia está esperando hijo, miembros de la organización de Piplantri se acercan a hablar con la embarazada. Durante una visita a la casa de la familia, tratan de convencerlos de que no es necesario que se deshagan de la bebé. Para eso, se le ofrece que desde la familia se haga un depósito de 10 mil rupias y lo mismo se hará desde el gobierno. Cuando la niña sea mayor de edad recibirá ese dinero que podrá destinar según sea su voluntad. En contraprestación, la familia debe comprometerse a brindarle una educación y a no entregarla en matrimonio antes que cumpla los 18 años. A su vez, los 111 árboles que se plantan en nombre de cada una de ellas no sólo recuperan el nivel del agua, sino que también suponen un capital.

Hermanas de los árboles retrata íntimamente la vida de las mujeres de Piplantri, los cambios positivos y también los desafíos que enfrentan. Las mujeres valientes como Kala, dieron el ejemplo de empoderamiento al mostrar que es posible trabajar fuera de la casa y obtener ingresos propios. O Bhavari, una mujer fuerte y alegre que en sus casi 40 años no pudo terminar la escuela primaria, pero está criando a su hija Nikita apoyando su educación y su sueño de convertirse en doctora algún día. O Leela, una joven madre que está plantando árboles en nombre de su niña recién nacida y con este simple gesto, abriendo una gama de posibilidades para su futuro.

"El proyecto de la película nació a partir de la idea de hacer un viaje a India. Nosotros estábamos buscando una historia que nos moviera. Dimos con esta historia a través de una amiga que había viajado antes y que nos contó acerca del proyecto", cuenta Peñafort. "Fue muy interesante porque los pobladores de Piplantri no conocían nada sobre nosotros ni nosotros sobre ellos. Fue simplemente ponernos en contacto por mail y luego ya nos recibieron. Tuvo que ver con la cosmovisión hindú: 'Si ustedes han venido hasta acá es porque el destino los ha traído'. Entonces, ellos se abrieron totalmente a que nosotros pudiéramos retratar su mundo", agrega el codirector.

-¿Cómo fue el trabajo con el idioma?

Camila Menéndez: -El idioma mewari es un dialecto del marwari, un idioma que se habla en Rajastán. Entonces, era bastante complicado porque los habitantes de Piplantri no hablaban inglés y había poca gente que hablara los dos idiomas. En India hay mucha gente que habla inglés pero la realidad es que en esas zonas rurales no había muchas personas que lo hablaran. Tuvimos que conseguir un traductor que tenía dos horas de distancia para llegar. Entonces, muchas de las cosas las filmamos sin traductor. Aprendimos algunas palabras en mewari y con eso fuimos filmando. Como la película tiene un registro muy observacional, pudimos hacer eso. Para otras escenas que necesitábamos diálogos o entrevistas lo hicimos con un traductor.

-¿Cuáles fueron las particularidades del rodaje en un territorio tan diferente a la Argentina?

Lucas Peñafort: -Lo desafiante de este rodaje, además de la barrera del idioma, es que se basó en la observación y en el aprendizaje constante nuestro de los habitantes. Nosotros nos volvimos como niños, de alguna manera, y cualquier pequeña cosa nos sorprendía. Entonces, fuimos construyendo de acuerdo a cómo ellos iban mostrando las particularidades de su cultura: desde prender un fuego hasta una tela que se estaba secando con el viento eran objetos que resultaban interesantes para retratar y construir ese mundo. Como sistema de producción siempre optamos por equipos reducidos. En este caso, fuimos tres, nosotros dos y la productora María Victoria Chales. Que haya sido mayor número de mujeres nos permitió entrar a un universo femenino que, quizás a mí, como realizador hombre, me estaría vedado. Eso también nos permitió una mayor flexibilidad para cambiar de rumbo, para corregir o, por ejemplo, para lograr una mayor intimidad.

-¿Por qué la sociedad de la India privilegia el nacimiento de varones y entiende a la hija mujer como un problema económico?

C. M.: -Por cuando una mujer y un varón se casan en India, la familia de la mujer tiene que pagar una dote a la familia del varón que más o menos es un año de sueldo. Además, cuando se casa la pareja, la mujer siempre se va a vivir a la casa de los suegros con el varón. En regiones como la que estuvimos filmando hay una gran ausencia del Estado. Entonces, los que sostienen a los padres económicamente son los hijos varones con sus mujeres, que viven con ellos. Imaginate que para una familia de bajos recursos, a lo mejor de trabajadores, tener tres hijas mujeres implica tener que pagar tres dotes, y que las tres hijas se vayan y ninguna los sostenga en la vejez. Lo ven como una desgracia. Esa costumbre de la dote está muy arraigada y es algo que ellos no piensan en cambiar, al menos por ahora.

-¿Este es un documental que busca generar conciencia?

C.M.: -Sí, creo que la base del proyecto de Piplantri es generar conciencia. Es un proyecto que empezó con ese ánimo en un lugar donde el feminismo no existe como nosotras lo entendemos desde acá; es decir, a generar conciencia de que tener una hija es tan maravilloso como tener un hijo, a cambiar una mentalidad que no está en el estadio en el que estamos nosotros ahora.

-El modelo Piplantri permite que las mujeres adultas del pueblo hayan podido desarrollar un proyecto autogestivo, entre otros aspectos, ¿no?

L.P.: -Sí, el proyecto es totalmente autogestivo. De hecho, ocurrió que Shyam Sunder Paliwal, uno de los impulsores del proyecto, al fallecer su hija, eso le pegó muy fuerte y se inspiró en una tradición en Rajastán, donde se planta un árbol por una persona fallecida. El dijo: "¿Por qué no plantar árboles para celebrar a las niñas en un contexto en el cual se las está matando?". Entonces, decidió invertir esto. Y en los términos de la propia cultura se logró un círculo virtuoso en lugar de un círculo vicioso como estaba ocurriendo en la degradación del medio ambiente y en cuanto a la actividad económica de las mujeres. Ellas tienen una organización totalmente horizontal y un deseo de superación que a nosotros nos motivó mucho.