El nombre de José Fraguas aparece desde hace años en distintas publicaciones, a veces como autor, otras como editor, otras veces en una dedicatoria, como en un cuento de Eduardo Muslip, “La playa”, el último texto de Examen de residencia, un libro del año 2000. Con Muslip, José Fraguas compiló y prologó Decirlo todo: escritura y negatividad en Carlos Correas. Fraguas y Muslip tuvieron una relación personal con Hebe Uhart, la autora de Señorita, Viajera crónica y Un día cualquiera, a quien Fraguas frecuentó durante los últimos diez años de vida de la escritora. Carlos Correas, Hebe Uhart, Eduardo Muslip y José Fraguas comparten una misma condición: fueron docentes en el Ciclo Básico Común de la Universidad de Buenos Aires. Fraguas continúa dictando clases en el CBC (Semiología), y es Investigador Docente en la Universidad Nacional de General Sarmiento. En la UNGS viene desarrollando investigaciones en torno a la obra de Carlos Correas, a quien conoció personalmente cuando él mismo cursó el CBC y tuvo al mítico intelectual argentino como profesor de Filosofía. En 2016 Fraguas publicó el ensayo Orugas y mariposas: Secreto y denuncia en los existencialistas argentinos, un trabajo que aborda tanto la obra de Correas como la de Oscar Masotta, Carlos Astrada y Luis Juan Guerrero. Además, Fraguas es editor: desde 2003 está al frente de Cencerro, editorial independiente que cuenta, entre otros textos, con Sed de Gabriela Bejerman, La vida perdurable, de Eduardo Muslip y La vida de porcelana de Marilyn Monroe, de Teté García Bravo. Publicó el libro de relatos Señora Grande (Casanova, 2010), donde ya se puede leer algo de la atmósfera propia de Las grutas, su primera y deliciosa novela.

La frescura de la prosa lleva al relato desde la infancia, cuando el niño encarna personajes femeninos montando pequeñas escenas de llanto desconsolado durante el almuerzo, con su padre como espectador, hasta los primeros amores, ya en la escuela, abriéndose al mundo de la amistad, el deseo y las fantasías que seguirían acompañándolo. En el colegio secundario, entre sus amigos, Nando y Nicky adquieren un brillo singular: entre los tres, a medida que descubren la vida, la nombran en sus particularidades: “lo cierto es que sin proponérnoslo los tres comenzamos a tener y hacer cosas parecidas, y a hablar con un lenguaje propio lleno de referencias y alusiones que nos hacían cada vez más unidos”. Crean una forma de vida, un estilo propio: “Impulsados por la onda retro que habíamos adoptado, además de nombrar a las materias con su antigua denominación (Labores en lugar de Actividades Prácticas; Ejercicio Físico en lugar de Gimnasia), preferíamos que las hojas que usábamos para escribir estuvieran amarillas. Nicky que siempre estaba un paso más allá nos dijo que debíamos teñirlas sumergiéndolas en café”. Este “club” de amigos se organiza para visitar los canales de televisión, siguen a las divas. El universo de las telenovelas es para ellos una fuente de conocimiento. Entre ellos se enamoran y se celan, pero al mismo tiempo tienen relaciones heterosexuales que resultan ridículas: “yo hasta llegué a salir, obligado por la situación, con una chica”, escribe Fraguas. Y agrega: “me comunicaron que había dicho que gustaba de mí y me sugirieron que quedaba muy mal que la desairara”. A Nicky le pasa algo similar: “enamoró a una chica que luego comenzamos a llamar la sanguijuela porque pretendía estar besándose permanentemente”. Así como se acercan a las chicas, se esconden de ellas. “La sanguijuela” los sigue una tarde hasta la puerta de un garage, toca el timbre y la madre de uno de ellos dice que no están. “Veo sombras”, replica la chica.

Con el tiempo comienzan a hablar de “culturalidad” para referirse a la cultura gay: “el término cultural nos resultaba muy práctico cuando hablábamos por teléfono. Las conversaciones casi nunca eran privadas porque el aparato estaba en medio del comedor de nuestras respectivas casas. También llamábamos a los chicos a los que les seguíamos el rastro con un nombre femenino. Todo debía sonar bastante sospechoso de todos modos porque siempre elegíamos nombres de señoras grandes: Delia, Antonia, Esther”, escribe. Luego de ver una y mil veces Camila, la película de María Luisa Bemberg, se acercan a los curas de las parroquias más cercanas. Nando llega a invitar a cenar “al padre Juan” a su casa: “guardó la servilleta que usó el sacerdote aquella noche en la caja de los recuerdos como una reliquia”. 

La novela avanza sobre los acontecimientos con un tono encantador, sencillo, directo. Al secundario le sucede el servicio militar, y a este la vida académica, la literatura, la performance, el teatro (Fraguas es autor de varias piezas teatrales y audiovisuales). En cada uno de los ámbitos que se abordan se despliega una educación sentimental llena de matices, sutilezas, detalles preciosos. En el Ejército se desenmascara una “proto-culturalidad” dominante que convierte a lo que amenazaba con volverse un infierno en un lugar, al menos, soportable. La Facultad también tiene su rigidez, aunque se presente como un espacio de libertad: “los profesores y mis compañeros utilizaban un tono afectado que no me salía y parecían realmente preocupados por problemas teóricos como la cuestión del narrador o el de la representación que a mí me tenían sin cuidado”. En ese momento -escribe Fraguas- estaba de moda dar mil vueltas en un análisis literario para terminar siempre diciendo que los textos tenían múltiples sentidos y que, en definitiva, cada sentido se lo daba, en cada caso, una nueva lectura. De manera tal que todo el entramado teórico iba a parar a un festejado sinsentido cacareado a diestra y siniestra, quitándole a la literatura toda la mística poética en la que, sin embargo, había que seguir creyendo. 

Las grutas es una novela que se detiene en cada experiencia, en cada inflexión del espíritu, con la transparencia de la vida tranquila atravesada por el ansia de las pasiones alegres y al mismo tiempo dominada por la fascinación ante el fenómeno del amor. ¿Cuánto cuesta el amor? ¿Cuánto nos cuesta amar y ser amados? Fraguas explica esta misteriosa ecuación con un relato tan bello como atrapante.