El exorcismo no es un asunto del pasado. Se ve en series y películas que renuevan escenarios y coordenadas temporales para contar historias de mujeres o niños endemoniados. Pero no es un asunto exclusivo de la ficción. La demanda de exorcismos aumentó en los últimos años y con ella la necesidad de formar agentes “especializados” y recuperar una antigua función dentro del mundo eclesiástico.

Las miradas desde adentro y desde afuera del catolicismo son variadas y no siempre coincidentes e incluso se trata de una práctica asociada a otros cultos religiosos. Verónica Giménez Béliveau, doctora en Sociología en la EHESS de París y de la UBA e investigadora del Conicet estudió este fenómeno en Argentina y en Francia a través de un cuidadoso trabajo de campo, entrevistas en profundidad y relevamiento documental. En el contexto de la actual pandemia la práctica adquiere formas y significados ampliados.

--El tema de la posesión y los exorcismos es recurrente en el cine de terror de amplia difusión: ¿qué elementos de las series y películas aparecen en su investigación sobre los exorcismos?

--Las películas de terror o las series proporcionan imágenes que están muy presentes en nuestra cultura, desde chicos hemos visto eso. Si ustedes hablan, por ejemplo, con niños o adolescentes urbanos, siempre va a haber alguno que proponga jugar al juego de la copa o comente una película sobre la tabla ouija. Y eso es retomado por los exorcistas cuando dicen que esos juegos de adolescentes con el “otro mundo”, en realidad son puertas que se abren al mal. Quiere decir que hay un diálogo entre estas maneras de concebir el mal, ligadas a la posesión y al demonio, y toda la industria cultural. Eso se ve bien en la película El Rito, por ejemplo, ahí uno puede reconocer lo que dicen los exorcistas en el trabajo de campo.

--En sus trabajos identifica un aumento de la demanda de la práctica de exorcismos, ¿en qué consiste?

--Sí, hay un aumento de la demanda. Una demanda amplia que en realidad da cuenta de malestares diversos. Algunos de estos malestares son interpretados por los sacerdotes como “maleficios productos de la brujería” y ahí lo que aparece, dentro de esta interpretación, es una multiplicidad de agentes no humanos que están dando vueltas por ahí, causando el mal. Pero, básicamente, los exorcistas hablan de los demonios, en plural: toda una serie de entidades malignas que se asocian con seres humanos, es decir, los agentes humanos del mal.

--¿Cómo llega una persona a recurrir a un exorcista?

--Primero la persona entiende que tiene determinados síntomas ¿cuáles son los síntomas que me relataron los exorcistas?: no poder hacer las cosas normalmente, despertarse a la noche, no poder dormir, padecer pesadillas, tener perturbaciones en la casa, puertas que se cierran, corrientes de aire, no poder concentrarse en su trabajo, hasta manifestaciones físicas como por ejemplo la presencia de rasguños en la piel. Una de mis entrevistadas, por ejemplo, me decía: “yo siento que a la noche algo me oprime y quiere tener sexo conmigo”. Otras personas consideran que padecen un encadenamiento de desgracias: primero tuvieron un problema con el auto, después se les rompió un caño en la casa, luego los echaron del trabajo. Y en algún momento aparece alguien del entorno que les dice “esto me parece que no es del todo natural... ¿por qué no vas a ver a alguien?”. Son personas que, en general, están relacionadas con grupos eclesiales católicos y que se atribuyen la capacidad de interpretar y de considerar que lo que sucede está relacionado o tiene que ver con la “acción del demonio”, con determinadas maldiciones. A este grupo algunos autores lo denominan posesionistas.

--¿Cómo se identifican las maldiciones?

--Estas maldiciones son portadas por objetos que pueden estar fabricados con desechos corporales (uñas, pelos, sangre), pueden ser hilos o muñecos hechos con arcilla. En general los sacerdotes relatan que se van encontrando esos objetos en la casa. Esto es interesante porque ¿cómo podría saber el sacerdote que hay un muñeco en ese lugar? Y ahí los asistentes cumplen una función muy importante. En general hoy, los exorcistas no trabajan solos, sino organizados en pastorales donde suele haber agentes de salud, psiquiatras, psicólogos. Hay muchos laicos muy formados en algo que para mí es central en todo este proceso que es la escucha. Son personas que están formadas para escuchar y preguntar “¿qué problema tenés, por qué viniste?”. Y dispuestos a una escucha abierta, sobre problemas de los más variados. También, a veces, en esos grupos hay personas que “ven”, en general son mujeres. No les gusta que se las llame videntes, pero están ahí en función de ese “don” de identificar, por ejemplo, que el problema está en tal ambiente de la casa. Una vez identificado esto, se hace algún tipo de ritual y las ritualidades son siempre oraciones... Frente a los objetos que transmiten el mal, lo que hacen los exorcistas es trabajar con objetos que transmiten el bien, que son los sacramentales: agua bendita, símbolos sagrados poderosos como la cruz, estampitas bendecidas, medallas de San Benito...

--De acuerdo a los testimonios que relevó, ¿cómo es que actúa o entra el demonio?

--Se supone que puede entrar de diferentes maneras. Primero porque la persona hizo un pacto, que es la manera más clásica. Está muy presente la idea de hacer un pacto con San La Muerte. Entonces ahí también aparece vinculado todo el tema de lo carcelario y de ambientes en donde hay un mal, que es a la vez un mal social y que se expresa como un mal cósmico. Por otro lado, las personas no necesariamente deciden hacer un pacto, sino que, sin quererlo, “abren puertas” por las que entra el mal, por ejemplo el juego de la copa o el juego de la tabla ouija, como señalaba recién. También puede actuar a partir de personas del entorno, familiares o vecinos, quienes por envidia (la envidia resulta un concepto clave) causan maldiciones: mirar mal, desear el mal (como el famoso mal de ojo) o recurrir a un especialista para que haga un “trabajo”. Incluso para el Catecismo de la Iglesia católica, el mal puede estar en el cuerpo de la persona, pegado a los lugares, eventualmente circular en animales y también puede estar en el árbol genealógico. Y para esto hay exorcismos específicos: los intergeneracionales.

--¿Qué características tienen estos exorcismos intergeneracionales?

--Lo que plantean es que las generaciones pasadas pueden haber hecho algo del orden del pacto, de la entrega o de la consagración al mal. Si esa consagración al mal de los antepasados no pasa por un proceso de perdón, entonces lo que sucede es que se transmite de generación en generación. Y finalmente un niño hoy puede tener un problema, porque su bisabuelo hizo un pacto que nunca fue perdonado y procesado ritualmente en la familia. Entonces lo que vemos, son distintas manifestaciones de sanación del árbol genealógico con muchas similitudes, por otra parte, con terapias como las constelaciones familiares. ¿En qué consisten? en que las personas tienen que identificar cuál fue el problema y ahí aparece lo de buscar hacia atrás. Pero no es un rastreo orientado por el conocimiento histórico, sino por la búsqueda de saber dónde estuvo el quiebre en la familia, dónde se produjo el mal. Entonces una vez que se identifica, se ora sobre él, se pide perdón por él y esto produce un efecto reparador y sanador. Y así se corta el pacto.

A veces se trabaja con un instrumento específico que se llama genograma (con el cual también trabajan algunas ramas de la Psicología). En el genograma se identifica el nombre del antepasado y si hubo “pecado físico” o enfermedades. Entonces preguntan, por ejemplo, por enfermedades, por pactos, si hubo suicidios, depresión o incluso abusos. Es una concepción de la salud muy vinculada a la esfera de lo espiritual. Por eso es que los exorcistas hablan de discernimiento y de diagnóstico. Es decir, usan una palabra o la otra, tomando un vocablo de larga tradición eclesiástica utilizado también para otras situaciones, como por ejemplo para decidir la vocación, y una palabra tomada directamente de la situación médica.

--Teniendo en cuenta esta concepción de salud a la que se refiere, ¿el exorcismo podría pensarse como la “última” pelea entre la ciencia y la religión por definir quién ostenta el saber sobre este tema?

--Yo entré a investigar con esa idea, pero dentro del proceso ritual hay un diálogo muy notorio con la ciencia médica moderna y hay una idea muy fuerte de que la medicina se tiene que ocupar de esto. Pero hay asuntos a los que no se llega porque la ciencia no los atiende. Entonces pareciera que los exorcistas trabajan en ese lugar chiquitito que les dejó la ciencia. Son universos de sentido distintos, pero que dialogan mucho. Para mí lo que sucede es que todos estos procesos de sanación y liberación dan cuenta de que el discurso biomédico es lo dominante. No pueden construirse por fuera o en contra de ese discurso, porque no funcionarían. Entonces trabajan en los márgenes del discurso biomédico y, al mismo tiempo, muy en diálogo con él.

--¿Quiere decir que los exorcistas cuentan con una batería de dispositivos rituales y procedimientos de distinto tipo para combatir el “mal”?

--En general, el grueso de la gente es atendida y luego es invitada a que se integre a un esquema ritual en la comunidad, que vuelva a una vida cristiana, que si le falta algún sacramento lo tome (que se case, se confiese, comulgue). Estos grupos trabajan, por un lado, con una parte ritual pública destinada a todo el mundo, y por otro lado con una atención más privada, a demanda. En las llamadas “misas de sanación” o “liberación”, a los ruegos por la salud física se suman las peticiones por la salud espiritual. En estas misas se habla de la presencia del mal, del “maligno enemigo” y, luego, se ora para que las personas se liberen de heridas, pactos o acechanzas malignas. Se le pide a Jesús que libere y luego en la misma oración se constata que Jesús liberó. El sacerdote puede decir: “Jesús, ven a sanar este problema de reuma” y, luego, “Jesús me muestra que está sanando problemas de reuma y me muestra una rodilla sanada, gloria a Dios”.

En este tipo de ceremonias, las personas suelen llorar, toser, caerse, desmayarse. Hay toda una cuestión con los fluidos. Los fluidos expulsados del cuerpo son interpretados como fluidos liberadores. Las lágrimas son fluidos liberadores, cuando las personas lloran es símbolo de que el Espíritu Santo entró y está sanando. Cuando las personas vomitan, es símbolo de que están saliendo espíritus malignos. Esto se ve mucho, además, en ceremonias realizadas en los grupos carismáticos católicos, tanto en Francia como en Argentina.

--Todo lo que cuenta acerca de los distintos sujetos que intervienen se aleja bastante de esa imagen del exorcista actuando solo frente a alguien que está “endemoniado”, ¿hay una dimensión comunitaria en estas prácticas?

--Hay una comunidad de apoyo. Esa comunidad puede estar en el momento del exorcismo o no. Por ejemplo, en Francia trabajé con un exorcista que vivía en un lugar medianamente alejado y que, cuando tenía que hacer algún ritual, le avisaba a unas religiosas que trabajaban con él y ellas se ponían en oración. Un elemento muy usual en las películas, y que aparece también en el trabajo de campo, es la idea de que el mal va a tratar de tentar al sacerdote y en general va a hacerlo a través de la soberbia (“hablá conmigo y expulsame de este cuerpo”). El sacerdote puede pecar de soberbia si siente que es él y no “en nombre de Dios” quien expulsa al demonio.

--A todo esto, ¿qué dice la jerarquía eclesiástica?

--El ritual del exorcismo promulgado por Juan Pablo en 1999 destaca el tema de la autoridad, es decir, la práctica de este rito, en primer lugar, tiene que estar siempre avalada por un obispo. Consiste en una serie de letanías, seguidas de una serie de indicaciones, pero solo se puede hacer el exorcismo mayor cuando una persona está probadamente poseída. En la Iglesia del presente esta comprobación tiene que pasar sí o sí por un elemento que es el de la medicina, por ello deben trabajar con algún psiquiatra para que este profesional distinga la posesión demoníaca de una enfermedad mental. Ese es el nudo del exorcismo en la época contemporánea. Para los exorcistas, el punto central es distinguir a una persona enferma de una persona posesa. Hay exorcistas que dicen que ellos no realizan exorcismos si no hay un médico presente. Hay otros que no. Pero en los equipos en donde yo trabajé, fundamentalmente en Francia y en menor medida en Argentina, hay varios que tienen psiquiatras de manera permanente. Y si no, siempre está la intención de consultarlos. No siempre es fácil encontrar un psiquiatra que esté dispuesto a trabajar con un exorcista. Por lo tanto, además de ser psiquiatra, tiene que ser un católico convencido.

A la Iglesia lo que sí le importa mucho es regular este tipo de prácticas, a la Iglesia le interesa poner reglas y éstas están vinculadas con volver a la autoridad. Fíjense que para hacer los exorcismos mayores los obispos son los únicos que pueden decidirlo. Ya sea porque dan la autorización a un sacerdote de manera permanente o porque se la dan de manera ocasional (“ad casum”). Por lo tanto, encontramos que es una práctica que está muy centrada en la autoridad del obispo y es de las prácticas más reguladas actualmente en la Iglesia. Sin embargo, el episcopado argentino no habla mucho del tema. Si bien es una demanda que ellos tienen, no hay publicaciones ni pronunciamientos, no es lo que a ellos más les preocupa, están más pendientes de otras cosas.

--¿Pudo registrar algo de lo que pasa con la práctica del exorcismo en el contexto de la actual pandemia?

--Cuando hacía entrevistas, una cosa que me contaron es que efectivamente se habían hecho exorcismos telefónicos con personas que estaban lejos. Es decir, ya existía algún tipo de mediación tecnológica para la cuestión del exorcismo. En este momento, lo que existe seguro es toda una “virtualización ritual”. Es una virtualización de la escucha, es decir, que esto sigue existiendo. Los sacerdotes siguen atendiendo por WhatsApp y siguen teniendo demandas. A mí me comentaron que hubo algún tipo de intento de hacer exorcismo virtual, pero no funcionó, entonces no se siguió con este tema.

Lo que identifican es un crecimiento de problemas psicológicos y espirituales y por eso también hay una intensificación de trabajo ritual a través de medios virtuales. El trabajo del exorcista pasa más que nada por la escucha. Está lleno de “misas de sanación” realizadas de manera virtual. Hay algunos sacerdotes que, en este contexto, alcanzaron gran notoriedad porque ya tenían un canal de YouTube, una cuenta de Instagram, por lo que empezaron a aumentar sus seguidores y entonces ahora hacen “misas de sanación” multitudinarias. Sin embargo, la santidad de la eucaristía no pasa por la pantalla, como sí lo hace la bendición del agua y de la sal. Entonces en estas “misas de sanación” se dice: “hoy vamos a bendecir el agua y la sal”, vos ponés tu agua y tu sal, el cura la bendice y quedan bendecidos. Hay cosas que pasan por la pantalla y hay cosas que no.