De Público

¿Cuántos han votado con ilusión por Joe Biden, y cuántos lo han hecho solo para desalojar a Donald Trump de la Casa Blanca? Cada cuatro años los norteamericanos de izquierda se enfrentan al mismo dilema ante las elecciones presidenciales de su país. Permitir que gobierne el candidato de la derecha republicana, o votar, como mal menor, a un demócrata, algo más progresista que su adversario en cuestiones sociales y de derechos civiles, pero que comparte casi toda la política económica y exterior de su rival.

EEUU es uno de los países del mundo con un sistema bipartidista más perfecto, al menos en los peldaños más altos de su administración. Un dato interesante. El mejor resultado de un tercer candidato a las presidenciales, ni republicano ni demócrata, en la historia contemporánea de los EEUU, no fue de un candidato socialista o laborista, sino del multimillonario texano de ultraderecha Ross Perot, que en 1992 logró el 18% de los votos. Repasamos aquí siete intentos de las izquierdas norteamericanas por tratar de romper la maldición de la política norteamericana y llegar la Casa Blanca.

1912, Eugene V.Debs, el socialista que quiso ser presidente

Ferroviario, fundador en 1901 del Partido Socialista de los EEUU y en 1905 del combativo sindicato IWW, siglas en inglés de Trabajadores Industriales del Mundo, se presentó en varias ocasiones a la presidencia de los EEUU. En las elecciones de 1912 logró casi un millón de los votos que equivalían al 6% del total.

Cartel electoral de Debs en 1920 con el uniforme carcelario.


En 1918 el partido socialista norteamericano tenía más de 1.200 cargos públicos entre concejales, alcaldes y representantes estatales. Su oposición a la participación de los EEUU en la Primera Guerra Mundial le atraería un buen número de simpatizantes, pero también de problemas. Los socialistas serían acusados de traidores a la patria y la represión del gobierno del demócrata Woodrow Wilson se cebaría con ellos. En 1920 Debs volvería a presentarse a las elecciones presidenciales, pero desde la cárcel de Atlanta, donde estaba preso condenado por el delito de sedición. La campaña tenía por lo tanto mucho más el objetivo de denunciar la condición de preso político del líder socialista que intenciones reales de ganar la carrera presidencial. A pesar de las trabas con las que Debs se encontraría para hacer campaña, el Partido Socialista logró mantener su casi millón de votos, si bien el porcentaje esta vez bajaría al 3,4%.

1924, Robert M. La Follette, el republicano "rojo"

En las elecciones presidenciales de 1924 el candidato del Partido Progresista Robert M. La Follette se alzó con un 16% del voto y la victoria en el estado de Wisconsin. Es probablemente el mejor resultado jamás alcanzado por un candidato de izquierdas en la historia de los EEUU. La Follette a diferencia de Debs, que por cierto apoyaría su elección, no era un obrero ni un outsider del sistema político, sino un político tradicional que con los años había experimentado una insólita evolución hacia la izquierda.

Cartel electoral de 1924.


Procedente del Partido Republicano, y casado con una líder del movimiento sufragista, Belle Case La Follette, fue un político profesional durante casi toda su vida: congresista, gobernador de su estado, Wisconsin, y senador. Ambicioso y tendente a ir por libre, durante un tiempo representó el ala más progresista del republicanismo, partidaria de limitar el poder de las grandes empresas y de implantar un sistema fiscal progresivo. En torno a la Primera Guerra Mundial su oposición a la participación de los EEUU en el conflicto, sus abiertas simpatías por la revolución rusa y los movimiento anti-imperialistas, le fueron haciendo cada vez un personaje más singular e incómodo para el establishment republicano.

La victoria de los laboristas británicos en las elecciones de 1924 animó en los EEUU a los distintos movimientos socialistas, sindicales y progresistas a formar una candidatura conjunta para las presidenciales de ese año. Para esa cita electoral, La Follette se pondría al frente del nuevo Partido Progresista, en realidad un paraguas político bajo el que estaba el Partido Socialista, la Federación Americana del Trabajo, grupos de cristianos progresistas y organizaciones de granjeros. Su programa contenía puntos como la nacionalización de los ferrocarriles y las compañías eléctricas, crédito barato para los granjeros, la prohibición del trabajo infantil, más poder para los sindicatos, o la obligatoriedad de convocar un referéndum para decidir la participación de los EEEU en una guerra. Fracasado su intento de llegar a la Casa Blanca, La Follette seguiría como senador hasta su muerte, al año siguiente de su fallida candidatura presidencial.

1948, Henry Wallace, el hombre que no pudo gobernar

Vicepresidente con Franklin D. Roosevelt, quizá el presidente más progresista que han tenido los EEUU en su historia contemporánea, Henry Wallace debería haber sido su sucesor en la Casa Blanca. Sin embargo, considerado un político demasiado a la izquierda, fue desplazado del Partido Demócrata por Harry Truman. Sus concepciones políticas eran totalmente antagónicas. Frente a la apuesta de Truman por el enfrentamiento con la URSS, Wallace defendía el mantenimiento de la colaboración con los soviéticos.

Una simpatizante de Wallace con un banderín de su campaña electoral.


Marginado del Partido Demócrata y opuesto a la política de Truman, que daba marcha atrás a las reformas más progresistas de la administración Roosevelt, en 1948 refundó el Partido Progresista para concurrir como candidato a las presidenciales. Wallace se postularía como el continuador del legado del New Deal. En su programa estaban, entre otras medidas, el establecimiento de un sistema público de salud y el final de las leyes que permitían la segregación racial. La presencia afroamericana sería muy destacada en sus mítines y en toda su campaña.

Material de campaña de Wallace.


Distintos grupos de izquierda trabajarían para llevar a Wallace a la Casa Blanca. El más organizado y numeroso era el Partido Comunista de los EEUU. Sin embargo, en plena Guerra Fría, su apoyo tenía muchos más aspectos negativos que positivos de cara a ganarse la opinión pública. El golpe de Estado de ese mismo año en Checoslovaquia y la evolución de los países del Este hacia regímenes de partido único, no ayudaba precisamente a Wallace a hacer creíble su mensaje de colaboración y entendimiento con la URSS. Los medios atacarían por este flanco, presentando a Wallace como un títere de Stalin. Muchos socialistas y demócratas progresistas, temerosos de que efectivamente fuera un “submarino” comunista, finalmente le darían la espalda en las urnas. Obtendría algo más de un millón de sufragios: el 2,4% de los votos.

1972, George McGovern, el fracaso del demócrata más progresista

Tras la Caza de Brujas la izquierda norteamericana quedaría reducida a cenizas. Solo a mediados de los años 60, de la mano de una nueva generación de activistas, la izquierda se regeneraría apareciendo movimientos tan importantes como el de los derechos civiles y el pacifista. Inicialmente el Partido Demócrata despreciaría a esta “nueva izquierda”. Sin embargo, tras la derrota en 1968 del demócrata Hubert Humphrey contra el republicano Richard Nixon, el partido decidiría mirar lo que estaba pasando en la sociedad.

De cara a las elecciones del 72 los demócratas darían un giro radical e inesperado. En las primarias del partido se presentaba un candidato claramente de izquierdas, senador por Dakota del Sur, contrario en muchos asuntos a la línea oficial de su partido. Su programa pretendía reconectar al Partido Demócrata con la juventud y la “nueva izquierda”: salida de los EEUU de la Guerra de Vietnam, justicia fiscal, servicios públicos, lucha contra el racismo y la pobreza, reducción del presupuesto militar y despenalización de la marihuana. McGovern partía con escasas posibilidades. No era el candidato del aparato del partido, tenía menos presupuesto para su campaña, y tampoco era el favorito de los medios de comunicación. Sin embargo lograría ganar gracias al entusiasmo que su mensaje despertaría en las bases demócratas.

Sus simpatizantes harían campaña puerta a puerta para defender su nominación y conseguirían los fondos para sostenerla. Su victoria en las primarias demócratas sería toda una revolución. Sin embargo, una cosa era ganar en el partido y otra en el país. McGovern perdería de manera estrepitosa frente a Nixon. Luego se descubriría con el escándalo Watergate que el republicano había espiado la campaña de su rival. Daba igual, la derrota de McGovern sería instrumentalizada desde entonces por los demócratas conservadores para lanzar una advertencia cada vez que la izquierda del partido ha logrado presentar un candidato a las primarias: la mayoría de los electores quieren un partido moderado y centrista.

1988, Jesse Jackson, el soul de la izquierda anti Reagan

En 1984 el reverendo Jesse Jackson se presentó a las primarias demócratas como candidato de la izquierda del partido. Aspiraba a representar el malestar con las políticas del presidente republicano Ronald Reagan. Jackson se postulaba como la cabeza de una coalición “Arco Iris” que englobaría a la clase trabajadora y a las minorías perjudicadas por el reaganismo. Entre sus propuestas estaban la recuperación de las políticas económicas del New Deal y de los impuestos a los ricos suprimidos por Reagan, el reconocimiento de los derechos de las mujeres, las minorías raciales y las personas LGTB, la protección del medio ambiente, el boicot a la Sudáfrica del Apartheid, el reconocimiento de Palestina y la mejora de las relaciones diplomáticas con la URSS. Jackson no ganaría pero daría la sorpresa. Entre sus apoyos estaba el alcalde de Burlington, Vermont. Un desconocido Bernie Sanders.

Campaña del reverendo Jackson en las primarias demócratas.


En 1988 el candidato revelación volvería a presentarse a las primarias demócratas. Esta vez con más apoyos y experiencia. A pesar de ponérselo difícil a los dirigentes conservadores demócratas, volvería a ser derrotado. Sus detractores le tacharon de excesivamente izquierdista para seducir al electorado demócrata más moderado. Sin embargo, con candidatos moderados los demócratas perderían todas las elecciones presidenciales hasta 1992, cuando Bill Clinton se impondría gracias a la división del voto de derechas entre el republicano George Bush y el independiente Ross Perot.

2000, Ralph Nader, el candidato de la resaca Clinton

En 2000 el desencanto progresista con los gobiernos de Clinton, marcados por las políticas liberales, la destrucción de empleos en los EEUU a cuenta del Tratado de Libre Comercio con México y Canadá, las intervenciones militares en el extranjero y las promesas fallidas, como el sistema nacional de salud, crearían el caldo de cultivo para una candidatura a la izquierda del Partido Demócrata.

Campaña de Nader en 2000.


Ralph Nader, un abogado conocido por sus victorias legales como defensor de los derechos del consumidor, se postularía como la alternativa de izquierda a unos demócratas que, denunciaba, estaban tan entregados como los republicanos al poder del dinero. En su carrera, como candidato del Partido Verde a la presidencia de los EEUU lo acompañaría la activista indígena Winona Laduke.

El cineasta Woody Allen diría de Nader que era “demasiado honesto y sabio como para tener alguna posibilidad de ser elegido”. Sin embargo, Nader no eran tan ingenuo como para que creer que podía ganar. Su verdadero objetivo era llegar al 5% de los votos, porcentaje que permite en los EEUU obtener fondos federales para la siguiente elección. Nader llevaba desde los años 90 defendiendo la idea de construir pacientemente una alternativa progresista a los demócratas. Si se lograban subvenciones públicas, el Partido Verde, con representación en algunos ayuntamientos y estados, podía ser esa plataforma.

Su campaña generaría una gran expectación, con mítines multitudinarios y miles de voluntarios haciendo campaña por Nader y Laduke. Se trataba de un fenómeno que desbordaba los márgenes del pequeño Partido Verde. La campaña de Nader se nutría del impulso del movimiento antiglobalización y del hastío con el bipartidismo. Sin embargo, las expectativas de llegar al 5% no se cumplieron. Nader lograría casi tres millones de votos, pero un insuficiente 2,4%. Además, su nombre quedaría manchado por los demócratas, que le acusarían de haber restado a Al Gore los votos decisivos para ganar a George W. Bush, presidente por un margen muy escaso. En 2004 volvería a probar suerte, pero sin el apoyo del Partido Verde. El resultado no llegaría al 0,5% de los votos.

2020, Bernie Sanders ¿mejor que Biden?

En 2016 Bernie Sanders fue el candidato revelación de las bases demócratas. Corredor de fondo desde la marginalidad hasta convertirse en una figura internacional, con su candidatura Sanders canalizó nuevamente hacia el Partido Demócrata las esperanzas de estudiantes, trabajadores, sindicalistas y activistas de Ocuppy Wall Street, Black Live Matters y otros movimientos sociales.

Vista la imposibilidad de romper el bipartidismo muchos activistas han considerado más realista emplear sus energías en trabajar dentro del Partido Demócrata, tratando de orientarlo hacia la izquierda. Tal es el caso de Democratic Socialist of America, un grupo que procede del antiguo Partido Socialista de los EEUU, y al que están vinculadas la congresista Alexandria Ocasio Cortez y otras figuras emergentes del ala más progresista del Partido Demócrata. En la actualidad cuenta con unos 80.000 afiliados, una media de edad de 33 años y varias decenas de cargos públicos.

Propaganda de DSA en apoyo a Bernie Sanders.

DSA fue uno de los grupos que apoyó a Sanders en las primarias de 2016. ¿Habría ganado entonces frente a Trump este anciano que no tiene reparos en declararse socialista? Muchos creen que la elección de Hillary Clinton fue un error y que Sanders podría haber derrotado al magnate con una campaña mucho más apasionada e ilusionante. En 2020 Sanders mejoró sus resultados en las primarias demócratas, quedándose a las puertas de ser nominado a la presidencia. La pregunta de si Sanders y su movimiento podrían haber logrado el mismo nivel de apoyo que Biden y ganar a la Trump desde la izquierda, y no desde una propuesta liberal y amable con el establishment, queda en el aire.

*De Público de España, especial para Página/12.