Las redes sociales navegan entre la superficialidad y el impacto. En ese marco, la violencia se presenta como una categoría funcional para pensar los conflictos. Muchas veces el mensaje es lineal y simple: "hay que matarlos a todos", "que se pudran en la cárcel". En este discurso hay tres elementos: un “nosotros” bueno, un “ellos” malo, y una violencia como solución a los conflictos.

La emoción, violencia y simplicidad son claves en esos océanos discursivos. Según la investigadora, María Raquel Tarullo, los mensajes con apelación a la emoción, además de ser mejor recordados, generan contagio emocional y se difunden con mayor rapidez en las redes sociales.

Pero estos debates no son aislados, muchas veces se fortalecen en miradas punitivistas dominantes que se promueven desde los medios de comunicación y la industria del entretenimiento. Según el doctor Raúl Eugenio Zaffaroni, para esta criminología mediática “no hay espacio para la reparación, tratamiento o conciliación; solo el modelo punitivo violento es el que limpia a la sociedad”.

Desde las redes sociales es complejo interpelar estas miradas, ya que tendemos a encerrarnos en ghettos comunicacionales que nos aíslan y refuerzan nuestros puntos de vista. La construcción de estos ghettos comunicacionales se gestionan mediante filtros tecnológicos que, a partir de los algoritmos, analizan y recopilan información. Los mecanismos informáticos seleccionan y muestran discursos a partir de nuestros “intereses”. Es decir, se construye una exposición selectiva que muchas veces se nos hará invisible.

Es decir, pensamos que debatimos compartiendo contenidos en nuestras redes, pero en realidad estamos frente a un juego de espejos, donde nos miramos y autocomplacemos; mientras que las miradas violentas y estigmatizantes crecen.

A modo de ejemplo, según el activista Eli Pariser la personalización de Google, puede producir resultados diametralmente opuestos. “«Pruebas del cambio climático» puede deparar resultados diferentes a un activista medioambiental y a un directivo de una compañía petrolífera. Sin embargo, en las encuestas, una amplia mayoría asumimos que los buscadores son imparciales. Tal vez solo se deba a que cada vez están más predispuestos a secundar nuestras propias ideas. Tu pantalla de ordenador es cada vez más una especie de espejo unidireccional que refleja tus propios intereses”.

Esto conlleva, a una circulación de discursos, que si no responden a nuestra miradas, nos costará ver. Los cuales cuando logramos visibilizarlos, probablemente nos impactarán, y nos costará comprender. Lo complejo es que las miradas violentas son las que muchas veces legitiman y generan las condiciones de posibilidad de violencias más complejas.

Según el Inadi, “el modo en que se configura la discriminación hacia las personas en situación de pobreza, a través de la reproducción del racismo estructural, evidencia la necesidad de promover prácticas comunicativas inclusivas. De allí la importancia que los medios comuniquen sobre esta temática a partir de una conceptualización integral, que sirva para concientizar a la ciudadanía con miras a poner freno a los procesos de estigmatización y la reproducción de prácticas discriminatorias”.

Una sociedad más justa y equitativa necesita miradas empáticas, ponerse en el lugar del otro y la otra. En ese sentido, podemos jugar un rol clave, mostrando los puntos de vista de los grupos históricamente vulnerados y cuestionando las violencias e injusticias que se tienden a naturalizar.

* Docente de la UNRN. Licenciado en Comunicación Social. Especialista en Comunicación y Culturas.

** Integrante de la cátedra “Delito y medios de comunicación” UNRN. Especialista en análisis e investigación de homicidios