“Fughu no está pensada como una banda de rock progresivo”. Ariel Bellizio desarma en una frase lo que el curso de la charla daba por sentado. O lo que anuncia, incluso, la propia web del grupo. Así sigue: “Es el mote que le pusieron, porque es donde entra. Pero Fughu está pensada como una banda de rock”. Aclarado el panorama, la explicación todavía cuadra con el viaje que propone Lost Connection, su tercer disco de estudio, editado este año antes de la pandemia.
Establecido como tal hace 20 años, bendecido por Mike Portnoy cuando los eligió para telonear a Dream Theater en el Luna Park en 2008, el quinteto cambió a Santiago Burgi por Renzo Favaro en voces, y ahora puso a disposición su trabajo más redondo hasta la fecha. O, tal vez, no tan redondo: “Si digo que Fughu hace rock, se lo puede asociar con La Renga o Los Redondos, que es lo que más sonaría a un rock argentino. Y yo creo que Fughu hace rock, pero de otro tipo. Por ahí un poco más enroscado, más siniestro”, plantea el guitarrista.
Con el poder de las canciones y el condimento de dos invitados ilustres como el vocalista sueco Göran Edman (“Told You”) y el guitarrista Claudio Marciello (“Call Now!”), Lost Connection levanta influencias y dosifica tonos operísticos (“Pixel Hero”), pulsos frenéticos (“Right from the Bone”), atmósferas oscuras (“Martian”), o desenlaces épicos (“What If”). Una teatralidad sonora que, por sobre los clásicos del rock, sí remite a obras seminales del metal progresivo, como Operation: Mindcrime, de Queensrÿche. “En Lost Connection hay mucho de Rage for Order, o Promise Land. Para mí, Geoff Tate es un ser superior. Son pocas las influencias que nos pegan a los cinco: Black Sabbath, Deep Purple, Led Zeppelin y Queensrÿche”, desmenuza el músico de 41 años.
La pandemia causada por el coronavirus también mancó la agenda que el grupo había escrito para 2020. Estaban resaltadas la presentación oficial del nuevo material en Buenos Ayres Club, y una fecha en El Teatro de Flores como teloneros de Sons of Apollo, el dream team prog reclutado por Portnoy. Pese a que el título del disco (“Conexión Perdida”, su traducción al castellano), fruto de la falta de pilas de un teclado inalámbrico, parezca haber tomado otro vuelo en este escenario particular, el grupo ya había empezado a encontrar el fino hilo que ataba a ese paquete de diez canciones. Bellizio justifica: “Empezamos a ver que cada tema sugería una pérdida de conexión con algo. ‘Peggy’, por ejemplo, trata de un hombre que perdió a la mujer. ‘Martian’ se refiere al fan que perdió a David Bowie y ‘Vexed Flower’, a la pérdida que tuvo el mundo con la muerte de un tipo como Chris Cornell”.
-¿Qué se habían propuesto antes de grabar Lost Connection?
-Desde el disco anterior, tratamos de crear canciones. No como en el primero, donde nada se repite. Que haya una estrofa, un puente, un estribillo… A veces nos sale y a veces no. Partimos de 105 ideas, de las que quedaron 25 temas, para que finalmente salieran esos 10. Si bien no nos gusta que todos los temas sean iguales, y eso se nota en todos los álbumes de Fughu, queríamos que tuviera ese color oscuro. Seguramente, en el próximo salgamos de eso.
-Aunque hagan pie en lo clásico, el disco tiene un aire futurista…
-Puede que estamos entrando en un plan más futurista. Hoy en Fughu la guitarra es más la ayuda de un teclado, porque en cierta forma el rock está muerto. No por la gente, sino porque no quieren invertir ahí. Sale la película de Queen y es taquillera, Queen vende como loco, y te preguntás "¿qué está pasando?". A la gente el rock le gusta, es como si lo estuvieran escondiendo. Hay que tratar de empezar a traer de nuevo a la gente hacia el rock. Aggiornarle un poco el gusto, ponerle la zanahoria adelante.
-Usan recursos progresivos sin sonar solemnes. ¿Ese es uno de los pilares de la banda?
-Lo progresivo nos sale por naturaleza. No me siento a componer y pongo en el pentagrama un 7/8, o un 9/16. De pronto estoy armando una melodía y cuando lo pienso, me doy cuenta de que está en un tiempo compuesto. Fughu se rige por los parámetros de una banda de rock. El que ve a la banda en vivo, se da cuenta de que estamos rockeando, no le estamos prestando atención a la técnica.
-¿Es una de las cosas que los separan de la escena progresiva?
-Cuando vas a ver una banda de rock progresivo, ves a tipos mostrando todo lo que estudiaron. A ninguno de los cinco Fughu nos interesa eso. No doy clases de guitarra cuando me subo a un escenario. Un profesor que me decía: “Las pesas te sirven cuando estás entrenando, no arriba del ring. Al ring te subís a cagarte a piñas, no a hacer pesas”. Lo que veo hoy con las bandas de rock progresivo es que se suben al ring con las pesas. No vengas a hacer ejercicio, mostrame qué compusiste, motivame, incentivame, generame algo. Aunque sea, rechazo.
-¿Cantar en inglés les abrió más puertas de las que les cerró?
-Lo que pasa con el inglés es que afuera lo toman con total naturalidad y acá es el problema. “¿Cómo van a cantar en inglés?”. Es como si le hubieras tocado el culo a una monja. Toda la vida escuchamos rock en inglés, excepto por las bandas de acá. Si escucho tango en japonés, me pego un tiro. Nos criamos con Pink Floyd, Led Zeppelin, Deep Purple, lo tenemos incorporado. Y eso que soy el único miembro de la banda que no habla inglés. A la hora de escribir es mucho más práctico y llegás a todos lados. En 2015 estuvimos de gira por Europa. En Serbia, en Polonia, en Holanda… Era un delirio, no entendían nada, en ese entonces Santi salía con un charango a tocar un tema de Judas Priest. Si cantábamos en castellano, toda esa gente se lo perdía.