Mauricio Macri se autodefine como desarrollista y cultiva esa imagen desde hace muchos años. Un retrato de Arturo Frondizi adornaba su despacho en la Jefatura de Gobierno porteña. Sin embargo, las políticas públicas macristas están muy alejadas del rumbo trazado por el frondizismo. El objetivo principal del desarrollismo era profundizar el esquema de industrialización sustitutivo. La localización de las inversiones no fue dejada al arbitrio del mercado sino que convivió con un activo rol estatal. Por el contrario, el rumbo económico actual responde a una matriz neoliberal. En palabras de Beatriz Sarlo: “las políticas que lleva adelante el gobierno de Mauricio Macri son políticas de derecha, que es cómo se las llama en todo el mundo”.

 Hace muchos años, los cables filtrados por Wikileaks revelaron como Macri le contaba al embajador estadounidense que “somos el primer partido pro mercado y pro negocios en cerca de ochenta años de historia argentina que está listo para asumir el poder”. Las lecturas preferidas del Presidente Macri son muy reveladoras de su cosmovisión ideológica. Menciona con frecuencia su admiración por Ayn Rand. Esa filósofa, nacida en San Petesburgo (estadounidense por adopción), es escritora de culto de los fanáticos ultraliberales. 

 En la campaña electoral de 2007, el entonces Jefe de gobierno porteño manifestó estar leyendo tres libros de Rand: La virtud del egoísmo, El manantial y La rebelión de Atlas. En un reportaje publicado en La Nación, le pidieron a Juliana Awada que eligiera un texto. La respuesta fue “El manantial, el primer libro que me regaló Mauricio, que es su favorito”.  

 Esa novela relata la historia de un joven arquitecto (Howard Roark) que arriesga todo para defender su libertad individual. El escritor peruano Mario Vargas Llosa explica que “de alguna manera, se trata de un alter ego de Ayn Rand, quien dedicó su intensa y fecunda vida intelectual a combatir el colectivismo en cualquiera de sus formas”. Rand considera al egoísmo (y la avaricia) como motores del progreso personal, califica a los pobres como “parásitos” sociales y desprecia cualquier forma de solidaridad social. En ese marco, el altruismo es considerado una “noción monstruosa” y los Estados de Bienestar son asimilados a regímenes colectivistas. En pocas palabras, la exiliada rusa defiende a ultranza un tipo de capitalismo “puro” sin ninguna intervención gubernamental. 

 Sandra Russo apunta en No amar al prójimo que “en su vocabulario  no está incluida la piedad, acaso para no incluir a su opuesto, la impiedad, que es lo que late bajo cada una de sus letras”.

 La rebelión de Atlas es otra novela que transita por idénticos carriles. Desde su lanzamiento en 1957, el libro lleva vendido millones de ejemplares. El texto tiene un “final feliz”: los individuos se liberan del “Estado controlador”. Una encuesta realizada por la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos determinó que es uno de los libros que produjo mayor impacto sobre la formación ideológica de los hombres de negocios y del estadounidense medio. 

 Las usinas ideológicas argentinas que vienen difundiendo el pensamiento randiano en la Argentina son, entre otras, la ONG Junior Achievement y las Fundaciones Atlas y Hayek

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