Una multitud de enfermeros y enfermeras de la ciudad de Buenos Aires copó el centro porteño: hubo paro en los hospitales, acampe en Plaza de Mayo, mucho ambo en las calles y un reclamo central: ser reconocidos como profesionales de la salud, una categoría de la que la gestión macrista los excluyó. La movilización se organizó en la víspera del Día de la Enfermería, que se celebra este sábado. Y volvió a visibilizar el doble discurso del gobierno porteño: mientras se elogia la tarea del personal de salud en la emergencia sanitaria, a enfermeras y enfermeros se les niegan derechos básicos como la licencia o las vacaciones. A las condiciones de trabajo agravadas este año por la pandemia, se le sumó también el malestar por el atraso salarial.

Desde los hospitales de la Ciudad y de la Provincia de Buenos Aires, cientos de profesionales de la salud se acercaron este viernes a las inmediaciones del Congreso para movlizarse hasta Plaza de Mayo por la profesionalización de la actividad y “por un salario digno”: el sueldo de la categoría de enfermería apenas llega a 35 mil pesos.

También hubo paros y movilizaciones en Neuquén y en Córdoba. “Este es un reclamo federal, porque el maltrato hacia nuestra profesión no hace diferencias”, señaló a Página/12 Clara Bibiloni, enfermera de terapia intensiva en el Hospital Fernández. Después de la marcha, los trabajadores de la salud acamparon en Plaza de Mayo. 

Hay una frase que resuena desde el 2018: "La enfermería es profesional". Ese año, cuando al sancionar la Ley 6035 la Legislatura porteña dejó a los enfermeros y enfermeras excluidos de la categoría de profesionales de la salud, empezó la lucha de los trabajadores de los hospitales que dependen del Gobierno de la Ciudad. 

Este viernes, la bandera principal que encabezaba la marcha llevó un mensaje contundente: “No a la violencia contra enfermería”. A principios de octubre, en la movilización durante el Día de la Sanidad, un conjunto de enfermeras que se manifestaban en la puerta de la Legislatura fueron golpeadas por la Policía de la Ciudad. Bibiloni, que fue una de ellas, relató: “Lloro muchas veces, antes o después de ir a trabajar. Estoy agotada, llegando a un pico de estrés, y aun así tengo que seguir remando, pensando en sumar nuevos trabajos para llegar a fin de mes”.

De fondo, los cantos acompañaban la movilización que avanzaba por Avenida de Mayo: “reprimen, silencian; mientras la salud espera, seguimos luchando por el pase a la carrera”. Dos enfermeras, que llevaban escritas frases sobre sus ambos blancos, intentaban acomodar su bandera del Hospital Sardá, la maternidad de donde salió la movilización que, a fines de octubre, culminó con un acampe frente a la casa de Gobierno porteño. “La postura de (el ministro de salud porteño, Fernán) Quirós es firme: no quiere reconocer que los enfermeros son profesionales de la salud”, afirmó Rodolfo Arrechea, titular de la Asociación Trabajadores del Estado (ATE Capital), y advirtió que “si no hay respuesta, vamos a hacer un paro nacional y a pedirle al Presidente, Alberto Fernández, que nos reciba”. 

Si bien entre los referentes corría el rumor de una posible reunión en la Casa Rosada, finalmente no se concretó, aunque pudieron entregar una carta dirigida al Presidente. “Venimos desde el inicio de la pandemia poniendo el cuerpo y dejando la vida en los hospitales”, relataron en el escrito, en el que le solicitaron que convoque a una reunión “de carácter urgente” con los ministros de Salud de la Provincia, de la Ciudad y de Nación. “Sentimos que al día de la fecha ese reconocimiento social no se tradujo a nivel laboral, salarial y profesional”, advirtieron los referentes de las diferentes organizaciones que participaron del reclamo.

 

La columna vertebral del Hospital

La semana pasada, la Asociación de Profesionales de la Salud de la Provincia de Buenos Aires (Cicop), convocó a una gran caravana por la Ciudad, que terminó con un reclamo frente al Ministerio nacional de Salud. Este viernes, enfermeros y enfermeras de toda la Provincia de Buenos Aires --del Hospital Eva Perón, del partido de San Martín, del Estéves, de Lomas de Zamora, y del Oñativia, de Rafael Calzada, entre otros-- se sumaron a la movilización. “Es triste que arriesguemos nuestra vida y no se nos reconozca con un salario digno. La lucha es común para todos los enfermeros del país”, señaló María, que estudió en la Cruz Roja y en la Universidad de La Plata, y trabaja hace 10 años en el Oñativia.

“La enfermería es la columna vertebral de toda institución de salud, si no mantenés fuerte tu columna vertebral el resto del cuerpo no funciona bien”, explicó Celia Giménez, enfermera en el Hospital Oftalmológico Santa Lucía, y agregó: “La energía para reclamar la sacamos de la vocación, porque las ganas de servir a la sociedad es parte de nuestro pensamiento y no queremos dejar de hacerlo”.

Al masivo reclamo de enfermería, el martes pasado se sumaron los médicos: profesionales de distintas especialidades de los hospitales porteños llevaron adelante un paro de 24 horas para manifestar su rechazo al aumento del 23 por ciento --en tres cuotas-- que les propuso el Gobierno de la Ciudad. Si bien la Asociación de Médicos Municipales (AMM) no convocó a una movilización, un movimiento de médicos, concurrentes y residentes autoconvocados se manifestaron frente a la casa de Gobierno porteño.

Este viernes la expansión del reclamo podía verse en las banderas que sostenían los trabajadores de los distintos centros de salud: Méndez, Rivadavia, Borda, Moyano, Posadas, y también el Hospital Garrahan, en el que se reunieron “con una convocatoria multitudinaria” para salir hacia Plaza de Mayo. “La sensación oscila entre la emoción y la tristeza por estar en esta situación siendo un centro de salud de tanta referencia para el país”, se lamentó Norma Lezama, titular de la Asociación de Profesionales y Técnicos del Garrahan.

La semana pasada, los profesionales del Hospital presentaron una carta dirigida al ministro Ginés González García, en la que manifestaron su rechazo al 7 por ciento de aumento que el Consejo de Administración les propuso. “La respuesta fue la oferta de un bono de 10 mil para cobrar por única vez. El problema de los bonos, así como los módulos y las horas extra, es que no son soluciones a largo plazo. Queremos discutir verdaderamente nuestro salario”, explicó a este diario Pino Oroz, referente de ATE en el Garrahan, y remarcó que “fue un año muy estresante”.

Una profesión no reconocida

Para asegurar las guardias mínimas hubo quienes, como parte de la lucha, se quedaron en los hospitales porque no pueden dejar de atender a los pacientes. “Hoy, que estamos de paro, no hay quien cumpla las tareas que hacemos en el Hospital”, advirtió Liliana, que hace 35 años es enfermera y hace 20 trabaja en el Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez. “Yo reclamo para los que vienen, para los que están estudiando”, afirmó y remarcó que la suya “es una profesión muy linda pero poco reconocida”.

En medio de la avenida, Liliana y sus compañeros del Hospital Gutiérrez acarreaban una pequeña camilla con un muñeco de plástico y, atados a los costados, dos tubos de los que colgaban recipientes con líquidos transparentes y rojos que se movían a cada paso. “Esto es para que los que deciden nuestros salarios vean a qué nos enfrentamos cada día. Cómo trabajamos con los pacientes. Vivimos situaciones de mucha presión”, explicó la enfermera, quizás la más experimentada del grupo.

Instrumentadores quirúrgicos, licenciados en bioimágenes y enfermeros y enfermeras llevan adelante un mismo reclamo: que las autoridades de la Ciudad los recategorice como profesionales de la salud. “Es un pedido histórico por una vida mejor, por un sueldo acorde a la importancia que nos dicen que tenemos”, agregó Julia, que trabaja en el Cesac 46, ubicado en el barrio de La Boca.

 

Cerca de las dos de la tarde, el masivo reclamo que ocupaba más de tres cuadras llegó a Plaza de Mayo, donde se instaló el acampe. Reynaldo llegó junto a su compañera que, como él, trabaja en enfermería en el Hospital Fernández. “Enfrentamos situaciones terribles y resistimos durante todo el año, reclamando mientras trabajábamos, sin desatender la situación”, relató el hombre, vestido con su ropa de trabajo, y se preguntó: “¿para qué nos formamos, estudiamos, trabajamos tanto, si nadie nos lo reconoce?”.