Nunca me interesó el futbol. Y el Mundial 78 con ese triunfalismo de la demagogia del terror contribuyó a aumentar mi distancia de este deporte y de su masa de fans. Sin embargo, siempre sentí una rara simpatía por Diego. Perdón que lo llame por el nombre, la confianza. Con Diego me pasa lo mismo que con el peronismo. Nunca le creí mucho a Perón, pero siempre mantuve inalterable mi fervor por el pueblo que dio la vida por sus principios sociales, el pueblo que dio la mayor cantidad de víctimas a este país. Redondeo: nunca me interesó el fútbol pero siempre me resultó conmovedor Diego. Se dirá, relación compleja la de los intelectuales con el fútbol y lo popular. (Soriano me palmea cachándome mientras escribo estas líneas de apuro y sentimiento.) Fácil resbalar en el paternalismo. Tal vez puedo explicarme Pasolini mediante: el intelectual exquisito y radical, cristiano y marxista. Más bien mi sentimiento tiene que ver con Pasolini: lo veo jugando el fútbol en una canchita de barrio con el subproletariado romano. Y comprendo su corazón al patear la pelota. Desde ahí, a través de Pasolini, lo veo a Diego y lo siento, me apena, su muerte.

Este sistema apunta a demostrar que uno que viene de abajo, si se lo propone, puede llegar arriba. Meritocracia, que le dicen. Pero no, guarda. Diego lo logró, pero no se la creyó. Su corazón siempre estuvo del lado de los desposeídos y de aquellos que defendieron sus causas. Sus tomas de posición política fueron siempre coherentes. Hablo del amor de Diego por la Revolución y por las Madres. El outsider pateando afuera. Uno que no se tomó en serio el show bzzz. En cada una de sus actitudes y sus declaraciones siempre se dedicó a patear contra el sistema, afirmar un origen y también una reinvindicación. De conciencia de clase, hablo.

Y es aquí donde me planteo si acaso Diego no era, a su modo, un intelectual. Sin diploma ni títulos académicos. No le fueron necesarios. Uno que vino de abajo, digo, y mostró que estar arriba no impedía decir no.

Ha muerto un luchador.

Tristeza de un pueblo, tristeza sin fin.