El destino quiso que la fulgurante aparición de Diego Maradona en el fútbol argentino coincidiera en el tiempo con el período más duro de la dictadura militar. Diego debutó en la primera de Argentinos Juniors el 16 de octubre de 1976, 6 meses y 22 días después del golpe del 24 de marzo que derrocó al gobierno de María Estela Martínez de Perón y colocó en el poder a la Junta Militar que presidía Jorge Rafael Videla. Casi desde ese momento, cuando se tuvo la certeza de que se estaba en presencia de un crack que haría historia, los ojos dictatoriales se posaron sobre los goles y las geniales jugadas del pibe de Villa Fiorito. Y su carrera pasó a ser casi una cuestión de Estado. Aunque él no lo supiera.

En 1978, luego de que Diego quedara afuera del plantel que ganó el Mundial de la Argentina, el Sheffield de Inglaterra le ofreció 400 mil libras de aquellos tiempos a Argentinos para llevárselo a él y a su compañero Carlos Fren. La operación, en principio, parecía bien encaminada. Pero alguien le dijo a John Ludden, por entonces presidente del club inglés, que el pase podría salirle más caro y que para sacar a un chico de 17 años de Argentina durante la dictadura de Videla habría que pagar sobornos. Razón por la cual Ludden desistió de seguir negociando y Maradona siguió jugando en el club de La Paternal, bajo amenaza de dejar de hacerlo si en un plazo cercano no era transferido a Europa. Tenía ya 18 años. Y se plantaba con rebeldia.

Un año más tarde, Diego ya era una estrella. Campeón Mundial Juvenil en Japón, titular indiscutido de la Selección Mayor que dirigía César Luis Menotti y goleador de las dos últimas temporadas con 51 goles en 62 partidos oficiales. Juventus y Barcelona empezaron a pulsear por su pase. En ese entonces, Próspero Víctor Cónsoli, un modesto sargento ayudante del Ejército, aparecía como presidente de Argentinos Juniors. Pero el hombre verdaderamente fuerte del club era el tenebroso general Carlos Guillermo Suárez Mason, comandante del Primer Cuerpo de Ejército y jefe de la represión en la ciudad de Buenos Aires. En el fútbol, hacía pocos meses que Julio Humberto Grondona había llegado a la presidencia de la AFA, con el apoyo de los clubes y el aval del almirante Carlos Alberto Lacoste, quien desde la vicepresidencia del Ente Autárquico Mundial '78 había fortalecido su figura y era quien mandaba en el ambiente de la pelota.

Sabedor de que habría que negociar con muchos para lograr el pase del "Pibe de Oro", tal como se lo denominaba a Maradona a fines de los '70, Barcelona encomendó la operación a Josep María Minguella, un astuto dirigente y empresario catalán, que en mayo de 1980 creyó haber tenido todo bajo control. "Ese mes firmamos con Argentinos Juniors y todas las partes la transferencia de Maradona. Para eso, yo había hablado con los dirigentes, con el padre de Maradona, con su agente, Jorge Cyszterpiller. Para esa época ya era titular y era fenomenal. Yo vi a Maradona en el Monumental entrar él al arco de River después de eludir a cinco o seis y Ubaldo Fillol llegar atrás de él intentando agarrarlo" contó Minguella esta semana a propósito del fallecimiento del astro máximo del fútbol argentino. 

Pero en esos tiempos y a pedido de Menotti, quien trataba de que las ventas al exterior no le desmantelaran el equipo campeón del mundo, la dictadura no dejaba salir a los jugadores de la selección argentina fuera del país. Y allí empezaron los problemas. "Cuando ya estaba todo arreglado -prosigue relatando Minguella- Grondona me lleva a un almacén que tenía en Avellaneda donde desayunábamos (N de la R: era su estación de servicio) para decirme que iba a recibir una llamada en el hotel. Parecía una película de espías. Yo estaba alojado en el Sheraton, y uno de esos días recibí una llamada preguntando por mí. "¿Usted quiere hablar con el señor Lacoste?", y respondí "Mire, si tengo que resolver los problemas, hablo con el señor Lacoste", "Bueno, entonces tome nota de la dirección". El martes próximo a las 17 horas tiene que estar allí, que era un portalón de madera grande, con una mirilla. Llamé y apareció un soldado con un fusil. Era una calle bastante estrecha. Alguien después me dijo que era un chupadero. Fui con un taxi. Me hicieron pasar a través de un túnel y estaba Lacoste sentado en un sofá, y me dijo que Maradona no iba a salir porque a la junta militar presidida por Videla no le interesaba que Maradona se fuese de Argentina hasta después del Mundial de España en 1982".

Era una vieja constumbre del contraalmirante Carlos Alberto Lacoste atender los asuntos del fútbol vestido de fajina en dependencias de la Marina. Hacía ostentación de poder e impunidad. "Recuerdo que era un túnel largo, con una lucecita al fondo, que era para acojonarme y yo en esa época no me acojonaba por nada. Yo le hablaba de los derechos del trabajador y Lacoste me decía 'olvídese de los derechos del trabajador, la Patria lo necesita'. Aquello era una dictadura y Maradona era el que les distraía el personal y mientras tanto iba desapareciendo gente. Lo que recuerdo de lo que eran los militares argentinos fue que me dijo 'tal vez lo podemos ayudar en otras cosas, si quiere, pero de Maradona, olvídese'".

Diego se quedó hasta fines de 1980 en Argentinos, en febrero de 1981 pasó a préstamo por un año a Boca y como Boca, no lo pudo pagar, volvió a Argentinos pero sin poder jugar, porque Menotti se lo llevó a la concetración previa al Mundial de España de 1982. Cuatro meses antes de ese torneo, Barcelona y Minguella volvieron a la carga. Pero había otros protagonistas en la escena. El comisario Domingo Tesone presidía Argentinos bajo la atenta mirada de Suárez Mason y Lacoste había pasado a ser vicepresidente de la Conmebol. Grondona seguía al frente de la AFA.

Minguella, quien a principios de este siglo estuvo tambien ligado a la llegada de Lionel Messi al Barcelona, recordó esta semana al sitio web de la BBC que "Julio Grondona me ayudó mucho. El no se oponía a lo que decía el gobierno pero futbolísticamente, sabía que no era lo correcto. Uno de los problemas era que en Argentinos Juniors ya no estaba Cónsoli sino otro que era comisario, Domingo Tesone. Tesone parecía muy amable, me dijo de sentarnos. Se sacó la chaqueta y puso un revólver sobre la mesa. Me dijo 'No es nada, lo que pasa es que me pesa mucho…'. Argentinos había pasado de tener un presidente suboficial a otro comisario de policía", rememora el empresario catalán.

Después de arduas negociaciones y ya sin la mirada molesta de la dictadura militar, por entonces enfrascada en la guerra de Malvinas, Barcelona cerró la compra de Maradona en una suma irrisoria: 10 millones de dólares, de los cuales ocho cobró Argentinos y dos fueron para Boca. Luego del mal paso de la Selección por el Mundial de España, Diego se incorporó al Barcelona. Era un crack del fútbol. Había dejado de ser una cuestión de Estado con pantalones cortos y la cabeza llena de rulos.