Autora de algunos éxitos teatrales de Buenos Aires como Art (1998) y Un dios salvaje (2010), la dramaturga francesa Yasmina Reza publicó en 2013 Felices los felices, una serie de veintiún relatos cortos donde desmenuza los vínculos afectivos con cuotas de humor y drama. “Felices los amados y los amantes y los que pueden prescindir del amor. Felices los felices”, es la cita de Jorge Luis Borges que le disparó la escritura.

Y del mismo modo, la obra de Reza inspiró al director Daniel Veronese a recoger el guante con una selección de tres cuentos que se estrena este sábado a las 21 en un formato de lecturas dramatizadas y como parte de la cartelera del Teatro Picadero, a través de streaming (Entradas en: plateanet.com/obra/20302?obra=FELICES-LOS-FELICES&paso=inicio).

En este caso, los relatos giran en torno a los encuentros y desencuentros de la pareja de Odile y Robert Toscano, y su amiga íntima Pascualine Hutner, interpretados en cada caso por Julieta Díaz, Peto Menahem y Cecilia Roth, quienes ponen voz y cuerpo a anécdotas que van al hueso de la cotidianidad humana.

“Me encantó la propuesta, porque había leído el libro de Reza y me había encantado. Es de una excelencia tremenda. Y lo que más me gusta es que en sus textos lo cotidiano y lo existencial se juntan de una manera natural. Porque no hay nada más existencial que cómo nos vinculamos”, señala Menahem, quien vuelve a trabajar bajo la dirección de Daniel Veronese luego de Los reyes de la risa (2010). “Tenemos un entendimiento y una confianza que hacen que las cosas sean más fluidas”, dice al respecto.

Para Julieta Díaz, en cambio, esta es la primera vez que comparte un trabajo con el director, luego además de siete años sin sumarse a un proyecto teatral. “Hacía años que veía sus obras como espectadora, y tenía muchas ganas de trabajar con él. Este es un proyecto pequeño, pero con un texto que tiene la capacidad de lograr empatía e identificación, porque lo que retrata son escenas cotidianas de pareja y de familia. Y en estos cuentos además hay un pensamiento interno, y es como si nuestros personajes le hablaran a un amigo que está del otro lado de la cámara”.

Aunque en el Picadero parte de su programación ya se realiza de forma presencial, y a pesar de que no se descarta la posibilidad de realizar funciones con público, la propuesta fue pensada para el formato streaming y ya se filmó en el mismo teatro. “Era raro para mí hacer esta modalidad de teatro filmado. Pero es una experiencia muy 2020, y por eso es interesante”, afirma la actriz. “Lo que se experimenta no es muy diferente a un ensayo, y los tres estamos acostumbrados a actuar para la cámara”, agrega por su parte el actor. “Además, como ensayamos poco tiempo, eso nos obligó a estar muy concentrados en el texto y no nos dejó tiempo para que la cabeza pensara en los pormenores incómodos”.

-¿Creen que este formato va a continuar cuando el teatro pueda volver sin restricciones?

Julieta Díaz: -No sé qué ocurrirá. En las crisis se buscan posibilidades y grietas en las que se encuentra la manera de hacer las cosas. Y se encontró esta modalidad, que festejo y agradezco, para mantener vivos los espacios y a los teatristas. La necesidad crea nuevos caminos creativos. Y en este contexto, mientras se hace esto, también creo que hay que sostener, dentro de las posibilidades, a las salas independientes de todo el país que hoy están más necesitadas. Porque es mucha la gente y las familias que trabajan detrás de cada proyecto.

Peto Menahem: -Creo que vamos a volver al teatro de siempre, porque por algo este resiste el paso del tiempo. Hay algo necesario en eso que pasa en la función en vivo. Y el teatro argentino tiene el vicio hermoso de reformularse siempre. Eso va a seguir pasando. Pero sería interesante que el streaming pueda seguir funcionando, porque muchas obras no hacen gira por el país, y cuando eso pasa no se hacen funciones en todos lados porque los costos de traslados no alcanzan, entonces sería bueno que la virtualidad fuera un modo de llegar donde no se puede llegar en vivo.

-Lo que relatan sus personajes da cuenta de la complejidad de los vínculos humanos, y específicamente de las dificultades de la convivencia en pareja. ¿Cómo dialoga eso con una actualidad en la que esos problemas se agudizaron por el aislamiento?

P.M.: -La pandemia y la cuarentena fueron una gran lupa sobre los ánimos, y creo que se ve reflejado en esta obra, y espero que eso dialogue de una manera muy directa e íntima con lo que estamos viviendo. Cuando escucho a otros, lo que cuentan es que la pandemia vino a subrayar algunos aspectos, y lo que caracteriza a los relatos de Reza es que ella destaca además la ambigüedad de algunas situaciones, porque Odile y Robert discuten pero también se gustan. Y espero que eso también se vea, porque a veces en la comodidad de la intolerancia nos olvidamos del amor.

J.D.: -En esta experiencia aparece algo de una intimidad que este año está muy en primer plano. La convivencia en una situación normal ya es difícil, y en este contexto eso se hace más estresante aún para las familias y las parejas. Todos tenemos lugares comunes donde nos reconocemos en torno al miedo, al deseo, al amor y al desamor. Pero después cada vida tiene sus particularidades y sus pequeños detalles, y eso es lo que me encanta de la obra de Reza. Por ejemplo, en el caso de la pareja que interpretamos con Peto, ellos discuten en un momento por la compra de un queso, pero eso en realidad es la punta del iceberg porque detrás de eso hay una historia que se viene arrastrando. Lo interesante está en el fondo.