YES, GOD, YES 6 PUNTOS

EE.UU., 2019

Dirección y guion: Karen Maine

Duración: 78 minutos

Intérpretes: Natalia Dyer, Timothy Simmons, Wolfgang Novogratz, Francesca Reale

Estreno en BF Paris-Cinemark Hoyts

“Los varones son como un microondas”, enseña el padre Murphy, profesor de Moral. “Se calientan enseguida. Las mujeres, en cambio, se parecen a un horno tradicional, tardan más en calentar.” Los relatos de iniciación sexual son un clásico cinematográfico desde por lo menos Verano del 42, pero lo que no es tan usual es que la iniciada sea una alumna de colegio religioso, fuertemente moldeada por las enseñanzas de sus profesores. Tal vez porque los colegios religiosos ya no son lo que eran, y les alumnes tampoco. Desde el momento en que descubre un chat de sexo virtual, Alice, estudiante de high school, empieza a sentir curiosidad por esa novedad, aunque en el colegio le enseñan que Dios castiga el sexo prematrimonial con la condenación eterna. Ni siquiera la autosatisfacción se salva de ese destino sulfuroso.

Alice (Natalia Dyer, conocida por la serie Stranger Things) es menudita y suele observar lo que la rodea con ojos azorados. Como si el mundo le produjera una mezcla apelmazada de deseos y represiones. No es “como si”: eso es exactamente lo que el mundo le produce. No por nada Yes, God, Yes se abre con dos citas. Una es del texto de las Revelaciones, que advierte sobre el aterrador futuro que espera a los pecadores. La otra es de algún diccionario de frases usuales, que liga la expresión “tirar de la ensalada” con la boca y el ano. Esa contraposición rige el presente de Alice, que no deja de preguntarse qué quiere decir eso de tirar de la ensalada. Cuando un vaso se derrama en la mesa, y la madre recrimina al padre diciendo que “ahora está toda mojada”, Alice no puede dejar de relacionar la queja con lo que un desconocido le preguntó en el chat, creyendo que se trata de la misma cosa.

Ópera prima de la realizadora y guionista Karen Maine, Yes, God, Yes es una película off-Hollywood, en la que la sencillez expositiva y cierta dosis de atrevimiento establecen la diferencia con las pretensiones técnicas y la pacatería de la fábrica de sueños. Los primeros diez o quince minutos, en los que el despiste sexual de la protagonista depara varios gags efectivos, son lo más gracioso de la película. Lo que sigue es más bien suave, ocupado en buena medida por un retiro espiritual durante el cual Alice se siente más atraída por la computadora del padre Murphy que por sus sermones. Y en la computadora descubre también algunas películas inesperadas. El juego de oposiciones es tan simple como la película en sí: de un lado la prohibición religiosa, del otro el deseo. En realidad Yes, God, Yes es un relato de preiniciación, antes que uno de iniciación. Alice pasa de descubrirle virtudes desconocidas al vibrador del celu a hacer algo más que barrer con el palo de escoba, y de allí a imaginarle nuevas aplicaciones a la protuberancia de un masajeador. Pero la estricta moral de un tutor con aspecto de honcho le impide pasar a mayores. No importa, ya tendrá ocasión, una vez que la película haya terminado.