Al cumplirse este año el centenario del nacimiento de la poeta Olga Orozco, la Universidad Nacional de La Pampa (UNLPam) homenajeó a la autora de Cantos a Berenice con la publicación de dos investigaciones y la celebración de un conversatorio virtual sobre su obra, reconocida en el país y en Hispanoamérica.

Junto a la editorial Teseo, la UNLPam publicó Los juegos de espejos. Poética y subjetividad en Olga Orozco y Médanos fugitivos. Poética y archivo en Olga Orozco, cuya compilación estuvo a cargo de las investigadoras en Letras Graciela Salto Dora Battiston y Sonia Bertón.

En octubre, la UNLPam realizó el conversatorio “Mujeres que investigan a Orozco” con la participación de las compiladoras de esas obras y la docente Diana Blanco, como parte de la Cuarta Feria Provincial del Libro La Pampa 2020, organizada por la Secretaría de Cultura del Gobierno pampeano.

En ese evento, Battiston se refirió al “traducir en modo lírico” de Orozco, Salto abordó la “poesía latinoamericana en la biblioteca” de la escritora y Blanco habló sobre “la vida como texto en la narrativa” de la autora, cuya obra despierta también interés en universidades de América Latina y de Europa.

Orozco nació el 17 de marzo de 1920 en Toay, La Pampa, y murió el 15 de agosto de 1999 en Buenos Aires. Entre sus obras sobresalen los poemarios Desde lejos (1946), Las muertes (1952), Los juegos peligrosos (1962), Museo salvaje (1974), Cantos a Berenice (1977), Mutaciones de la realidad (1979), La noche a la deriva (1983), En el revés del cielo (1987) y Con esta boca, en este mundo (1994); y los relatos La oscuridad es otro sol (1967) y También la luz es un abismo (1975).

“Aun cuando Orozco lo descarta, la historiografía ha considerado que el grupo de poetas de la generación del cuarenta coincidió en temáticas como la nostalgia por el paraíso perdido de la infancia, la valoración poética de la provincia de origen y la reflexión sobre la propia estética, denotando, sin embargo, diferencias notables entre sus integrantes: neorrománticos y nacionalistas; surrealistas y elegíacos; clásicos y vanguardistas”, explicó Battiston al Suplemento Universidad.

Para la doctora en Letras, “en los esquemas que analizan la generación del cuarenta, Orozco aparece entre los que inicialmente cultivan el neorromanticismo de influencias europeizantes, pero con una tendencia rupturista ya implícita en la elección del verso libre y afianzada después en la línea surrealista que comparte con Enrique Molina”, el autor de Pasiones terrestres (1946).

Ya en 1981 Claudia Baumgart, Bárbara Crespo de Arnaud y Telma Luzzani Bystrowicz habían observado: “Es, curiosamente, cuando el hombre del interior pasa a ser obrero industrial y abandona su tierra natal, que la lírica del cuarenta encarna la argentinidad en la imagen del gaucho, el payador, el resero y el rastreador, sin dar cuenta de las transformaciones que se vivían en ese momento ubicándose nuevamente en el pasado”.

Por su parte, el investigador Eduardo Romano asegura que “los poetas de la llamada generación del cuarenta son quienes, en esa difícil coyuntura, que pocos intelectuales denuncian, y ante la quiebra de su imagen interior del país, recurren a una pose espiritualista y aristocratizante; y los que eluden la crisis de su clase refugiándose en una Argentina segura, interior” (El 40, 1969).

Con respecto a lo que sostiene Romano, Battiston precisa que ese investigador “cuestionaba en los poetas del cuarenta esa mirada retrospectiva hacia la infancia como un refugio en la rigidez del pasado y un camino hacia atrás de la conciencia, en busca de seguridades”.

En ese sentido, analizó que “una lectura atenta de la obra de Orozco advierte de inmediato la dinámica permanente en el juego de las tres dimensiones temporales, en esa apelación que insiste y golpea en lo absoluto, configurando así una suerte de caleidoscopio de la realidad, nunca del todo establecida, siempre en la comprobación de un fracaso que no hace sino reiniciar la búsqueda”.

Entre el peronismo y las relaciones poéticas

“La irrupción del peronismo, su decisiva influencia en el orden político y social, hizo que la intelectualidad de la época reaccionara de diferentes maneras: Borges, por ejemplo, con visible espanto; Cortázar abandonando el país; Marechal adhiriendo a la causa. Y así en muchos casos”, destacó Basttiton, directora del Instituto de Estudios Clásicos de la Facultad de Ciencias Humanas de la UNLPam.

La postura de Orozco era clara. En Travesías, un libro de conversaciones con Gloria Alcorta, coordinado por Antonio Requeni, recuerda que durante la primera gestión justicialista “se fundó otra sociedad de escritores paralela con los escritores peronistas (…), porque la mayoría de los escritores éramos antiperonistas y dejamos de presentarnos a los concursos nacionales y municipales”.

En cuanto a las filiaciones literarias, Battiston señaló “el patrón rítmico de los Salmos, San Juan de la Cruz, Lubicz Milosz, Rilke, T. S. Eliot, Cernuda, los clásicos españoles, tal vez André Breton, aunque insiste en negarlo; y entre los latinoamericanos Vicente Huidobro y Neruda; y en Argentina, Oliverio Girondo, a quien dice deberle conducta poética y valorizaciones”.

Resaltó que la vida de Orozco “se anuda a un sistema de relaciones poéticas y personales con figuras relevantes en Buenos Aires como Norah Lange, Molinari, Xul Solar, Raúl González Tuñón y los exiliados españoles Rafael Alberti, María Teresa León, Gómez de la Serna, y en el ámbito latinoamericano Blanca Varela, César Moro, Gonzalo Rojas, Humberto Díaz Casanueva, Eduardo Westphalen, Álvaro Mutis y sobre todo Octavio Paz”.

En Médanos fugitivos, Salto realiza una pormenorizada crónica de esos vínculos, al aludir a “la trama de relaciones afectivas, sociales e intelectuales que subyacen los procesos de reconocimiento y consagración de autores y obras” durante la segunda mitad del siglo veinte.