Si los embarazados fuéramos los hombres se hubiera legalizado en 1810. El chef Germán Martitegui, manifiesta su postura respeto a la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo. Apunta así al corazón mismo de quien les niega a las mujeres disponer de su propio cuerpo: el patriarcado. Ese réptil de mil cabezas materializado en los partidos políticos, las religiones monoteístas, los aborteros vip ilegales y, en general, quienes acusan al Proyecto de ideológico, ¡desde otra ideología! Como si Juntos por el Cambio, la UCR, Consenso Federal, el ARI, el PRO y demás conservadurismos no fueran posturas políticas, es decir, no respondiera a ideologías. Hablan de adoctrinamiento quienes nos vienen adoctrinando desde que nacimos como nación.

No se trata de defender ni de promover el aborto, sino de habilitar la interrupción legal, segura y gratuita del embarazo no deseado, y brindar protección a las mujeres que asumen su gravidez a pesar de condiciones de existencia adversas. Enfrentar un aborto siempre es doloroso, aunque sea mediante pastilla. Nadie querría pasar por eso. Mucho más terrible cuando se hace de manera ilegal arriesgando salud, vida y libertad. Nunca es gratuito ese trago amargo. Es tal la colonización de la mujer que, durante siglos, hasta se la responsabilizó del sexo de la criatura y se la obligó a parir en las peores circunstancias. Aún hoy se le prohíbe disponer de su propio cuerpo y se la compele a ser única, o mayoritariamente, responsable de la crianza.

En los países con Ley de interrupción voluntaria del embarazo el número de abortos no aumenta y baja el número de mujeres muertas. Además, cuando se educa sexualmente, se reducen los embarazos no deseados. ¿Dicen que la ESI está ideologizada? Todos los proyectos que se tratan en el Congreso lo están. Quien vota a favor o en contra lo hace desde su propio sistema de valores. Si esto no lo asumen los antiderechos es por oscuros intereses, dogmatismo y desprecio por quienes sufren, mientras preservan al machismo de una herida narcisista.

El Proyecto de Ley actual es una solución real y concreta para salvar las dos vidas. Pues a la posibilidad de acceder a la interrupción legal del embarazo no deseado, le agrega el plan de los mil días. Apoyo y asistencia, durante tres años, a las mujeres carenciadas que decidan llevar a término su embarazo. Ahora bien, les antiderechos, ¿qué acciones concretas instrumentaron para cuidar a la mamá y su bebé? ¿Publicaron lugares donde las mujeres puedan encontrar lo necesario para sostenerse y sostener la otra vida? ¿Desarrollaron proyectos de contención?, ¿Socorrieron a alguien?

Sin embargo, protegieron, entre otros, a ciertas clínicas cinco estrellas. Allí van a hacerse abortos mujeres importantes o esposas y amantes de hombres importantes. También el poder de las iglesias está en juego entramado con otros intereses partidarios, médicos y empresariales. Y mientras siguen dilatando la Ley, las mujeres que no tiene acceso a una atención privilegiada mueren desangradas por un tallo de perejil que les perforó el útero.

“El proyecto de Ley de interrupción del embarazo no coarta ningún derecho de una persona de fe y -aunque lo hiciera- se podría discutir si alguien que profesa el cristianismo no debería dejar de lado un derecho propio por el bien común; es lo que hizo Jesús, ¿no? La Ley no obliga a practicar abortos, propone identificar una causa evitable de muerte y proveer las condiciones sanitarias, legales y de apoyo para evitarlas”, declara Mercedes García Bachman, especialista en sagradas escrituras, que considera que el valor de la Biblia para prohibir el aborto legal es relativo.

No es pertinente aplicar a la realidad actual textos de tres mil años sin considerar las abismales diferencias. Aquellos grupos judíos se preocupaban por tener hijos, preferían varones. Su sistema macho piramidal aspiraba a perdurar a través de la descendencia. No les preguntaban a las mujeres si querían tener los hijos que tuvieron. Pero las escrituras no ofrecen argumentos contundentes para una postura antiderechos. Ni el “no matarás” era aplicable a toda circunstancia. Un sacerdote podía obligar a una mujer a tomar una pócima para producir un aborto en caso de infidelidad. No existe mandamiento que lo prohíba, dice Mercedes, la pastora luterana.

Entre los islámicos, el aborto es haram (prohibido); no obstante, hay coyunturas que lo habilitan. “La vida de la madre es más importante porque es vida de verdad”, dice Sami El Mushtawi, del centro de cultura islámica de Madrid, y agrega “en el Corán no hay párrafo explicito que hable sobre el aborto”.

En el catolicismo existen grupos de mujeres que militan por el derecho a decidir sobre su propio cuerpo. Admiten que hay dos regímenes para regular las conductas: el de la fe y el estatal. A Dios lo que es de Dios y al Cesar lo que es del César. Saben que no es la iglesia la que debe regular la salud pública, sino el poder laico. Nuestra Constitución postula la libertad de cultos, pero eso no los faculta a imponer sus creencias de manera totalitaria.

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Hombres y mujeres antiderechos juzgan sobre el cuerpo de otras mujeres. Moralizan desde sus propios convicciones, intereses pecuniarios y prejuicios de clase sin respetar las perspectivas diferentes. Se ponen en ridículo portando gigantografías de monigotes de cartón toscamente representados. Después de ese circo sangriento -que sigue cobrándose vidas de mujeres gracias a que “ganaron” les antiderechos en 2018- se suben a sus autos, se van y ni piensan que con sus votos no detienen abortos, ni prisiones, ni muertes. Tampoco desarrollan estrategias para alentar y sostener las dos vidas que proclaman. No siempre lo mejor es nacer. “¡Maldito el día en que nací! ¡El día en que mi madre me dio a luz jamás sea bendecido!” (Jeremías 20:14-1). Hay otras citas bíblicas quejándose por haber salido vivo del vientre materno, pero no estamos ante un tema religioso, sino de salud pública. Que una mujer es una persona es indiscutible; es discutible, en cambio, que un embrión lo sea. Con veintidós años y siendo entonces militante católica sufrí un aborto espontáneo. Estaba embarazada de tres meses. Los curas no quisieron bautizar al feto y la clínica no me permitió sepultarlo. Lo tiraron a un tacho de basura. ¿De qué me están hablando las personas antiderechos?