En septiembre del 2015, la Argentina logró aprobar una resolución en Naciones Unidas, la de los Principios Básicos de los Procesos de Reestructuración de la Deuda Soberana, (Resolución N° A/RES/69/319 de la Asamblea General de las Naciones Unidas). Principios que se destacan sobre todo por “aumentar la eficiencia, la estabilidad y la previsibilidad del sistema financiero internacional y lograr un crecimiento económico sostenido, inclusivo y equitativo y el desarrollo sostenible, de conformidad con las circunstancias y prioridades nacionales”. 

Esta Resolución, que pasó casi desapercibida por el sistema financiero internacional, y que lamentablemente no fue tenida en cuenta como debería, hoy tiene más relevancia que nunca, y da pie para que la Argentina pueda volver a innovar al respecto.

Para ejemplificar su relevancia, hace unos días, el propio secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, expresó públicamente que “tenemos las chances de transformar la economía global, no solo de resetearla”, refiriéndose a una economía verde e inclusiva. Además agregó que “para ello se requiere la comprensión de los acreedores y el apoyo de las entidades financieras multilaterales”.

En línea con las declaraciones de Guterres y otras señales que hemos visto de referentes del mercado financiero global, hay otra forma de entender la economía y de financiarla

Personas y planeta

Una forma que permitiría “transformar la economía”, como declama Guterres, es plantear una economía más humana. Para ello hay que reconocer que en los modelos económicos utilizados durante los últimos 200 años, nos olvidamos de las personas y del planeta, que los consideramos como “externalidades”, aunque sean las partes más esenciales de la humanidad, y hemos descartamos su verdadero valor. 

La crisis sanitaria global ha dejado en evidencia esta situación, y ahora todos los líderes globales “parecen” preocupados por los efectos ecológicos, sociales y económicos. En este sentido, la Argentina se encuentra con una oportunidad histórica en sus manos, aprovechando el proceso de negociación de su deuda, para plantear una propuesta financiera diferente y acorde a las tendencias y agendas globales.

Otros referentes que se pronunciaron al respecto fueron los miembros del G20. Al cierre de su reunión anual durante la última semana de noviembre, adoptaron un compromiso de acción junto al Club de París, denominado “Marco Común para el Tratamiento de las Deudas Soberanas”, lo que significa la intensificación de un esfuerzo conjunto para ayudar a los países más necesitados con los problemas de sus deudas. 

La covid-19 ha dejado muchos países en riesgo de incumplimiento, sobre todo los más vulnerados y vulnerables. Este Marco Común ofrecerá a los países poder reprogramar o reducir todas aquellas deudas consideradas insostenibles. Según estimaciones del propio Banco Mundial, un 50 por ciento de los países pobres y emergentes no estarían en condiciones de repagarlas

Deuda soberana

En este sentido, la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, sostiene lo mismo. Georgieva ya se expresó en numerosas ocasiones sobre la necesidad de trabajar con conciencia social para salir de la crisis, y ha considerado el Marco Común como un” momento histórico” y un “gran gesto hacia los países que les permite obtener el apoyo que necesitan para concentrarse en la lucha contra la Pandemia e invertir en su gente”. 

El FMI también ha anunciado que ha solicitado en forma urgente reformas en la Arquitectura Internacional de Deuda Soberana, y que para los países donde la deuda pública no es sostenible, la comunidad global de acreedores debería permitir una reducción de la deuda rápida y eficaz.

Sin embargo, y más allá de lo que pregonan la ONU, el Banco Mundial, el G20 o el FMI, la realidad es que aún se siguen empleando las viejas recetas, las del Consenso de Washington, que claramente están fuera de moda y no aplican más a la realidad global y local. Tal es el caso de la negociación argentina. Por ahora los recursos puestos arriba de la mesa son los clásicos. Pero todos sabemos que con el nivel de recesión actual y la crisis sanitaria, una negociación en estos términos, aunque se “pateen” para más adelante los pagos no es “sostenible”. Una negociación bajo ese paradigma nos llevará nuevamente a otro fracaso y seguiremos batiendo records Guinness de renegociaciones de deuda.

Las buenas noticias son que Argentina tiene cómo plantear algo diferente y en el marco de las agendas globales actuales, tanto la del Desarrollo Sostenible (ODS) como la del Clima (NDC) y la de protección de la Diversidad Biológica (Aichí). Además, como bien dicen tanto la Resolución de las Naciones Unidas y el Marco Común del G20, las deudas insostenibles no se pueden renegociar con los estilos tradicionales, sino que requieren una mirada única e innovadora, específica para cada país.

Huella ecológica

Argentina es un país “ambientalmente superavitario” y uno de los pocos países en el G20 con una huella ecológica positiva. O sea, la Argentina es un deudor financiero pero un acreedor ambiental

Creemos que esta es hoy una posición que nos da fortaleza para proponer una mirada disruptiva ante el FMI con apoyo de los miembros del G20. Esta agenda acompañará sin duda una propuesta estratégica en la cual se incorpore el valor ambiental y social en un plan de desarrollo del país con su financiación, dado que la preocupación por el planeta y las personas, hoy está en el eje central de la discusión.

Argentina puede y debe nuevamente presentar un modelo de negociación de deudas soberanas acorde a los tiempos que corren. Ya lo hizo una vez, y hoy están dadas todas las condiciones para volver a hacerlo y tener éxito. 

* Directora Posgrado Ambiente y Desarrollo Sustentable UCA .Especialista en Finanzas Sustentables.